

Por Jorge Levin
La reciente presentación del senador Luis Juez, en la que declara el "fin de ciclo del peronismo" en Córdoba, no es solo un ejercicio retórico, sino una manifestación reveladora del cambio que se está gestando en el panorama político de la provincia. Este planteamiento no debe ser subestimado; representa una oportunidad significativa para que la oposición, especialmente la fuerza libertaria, capitalice el descontento que ha permeado en la ciudadanía.
Por otro lado, la ratificación de Gabriel Bornoroni como jefe de bloque en la Cámara Baja, respaldado por Karina Milei, refuerza la estrategia de La Libertad Avanza para posicionarse en la arena política nacional. Esta designación es un reconocimiento de su lealtad y su capacidad para construir una agenda legislativa que responda a las necesidades actuales del país. Sin embargo, el ascenso de Bornoroni no viene sin sus desafíos. En Córdoba, resuena la voz de aquellos libertarios que se sienten marginados del proceso y que, a medida que sus reclamos se vuelven más evidentes, la unidad del frente podría verse amenazada.
Juez ha hecho un movimiento audaz al salir con un discurso claramente antiperonista. Su afirmación de que "la gente ya no tiene expectativas en este gobierno" refleja un sentir general que, según él, se evidencia en los datos de las elecciones recientes. La estrategia parece ser clara: tomar el descontento popular y utilizarlo para derrocar al peronismo de su posición dominante. Su crítica a la gestión de Martín Llaryora, al señalar que la ciudad ha sido “endeudada” y manipulada en pro de una electoralidad candente, pone en la mira la necesidad de un cambio profundo en la gestión provincial.
El hecho de que Juez no sea un candidato activo en este momento no resta su influencia. Su capacidad para movilizar y organizar a las bases del Frente Cívico ha sido esencial para el éxito de La Libertad Avanza. La proliferación de sedes partidarias y el entrenamiento de fiscales son pruebas concretas de que el trabajo a nivel territorial es lo que otorga sustento a cualquier discurso político efectivo.
Sin embargo, es fundamental que la nueva fuerza política, liderada por figuras como Juez y Bornoroni, no se convierta en un nuevo vehículo de polarización. La política en Córdoba necesita un diálogo honesto que trascienda la grieta, anhelando no solo el desprestigio del adversario, sino la construcción de un futuro viable y más inclusivo para todos los cordobeses.
La situación actual presenta un caldo de cultivo para que surjan nuevas ideas y enfoques, pero esto solo será posible si los nuevos líderes optan por un camino que priorice el bienestar colectivo y no la simple conquista del poder. Así, la política cordobesa se enfrenta a un momento decisivo; será clave cómo los nuevos actores manejen tanto sus diferencias internas como las frustraciones de una ciudadanía que demanda respuestas.







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