Milei impone la agenda, se encierra en su entorno y arrasa en las encuestas, pero se encienden alertas por la gestión
POLÍTICA Federico Mayol*A los encuestadores y a los analistas del humor social todavía les sorprenden las mediciones. Cien días después de asumido, a cargo de un brutal ajuste que licuó salarios y jubilaciones, Javier Milei no pierde popularidad. Un sondeo muy confiable que terminó de procesarse en estos últimos días arrojó un apoyo al gobierno en torno al 49%. Pero el dato más asombroso aparece cuando se indaga en profundidad: de esa cifra, el 38% asegura que no llega a fin de mes, y aún así respalda al presidente.
Luis “Toto” Caputo, uno de los funcionarios más entusiasmados con la motosierra junto a Patricia Bullrich, contó el jueves frente a los empresarios nucleados en el CICyP una definición que la ministra de Seguridad compartió en la anteúltima reunión de gabinete: resaltó que la gobernabilidad de La Libertad Avanza se sostiene por “el respaldo de la gente”. Y agregó: “No es que no entendemos el juego de la política como dicen algunos, nosotros no lo queremos jugar”. Lo que Caputo no dijo es que Milei no solo entiende “el juego de la política” si no que le seduce jugarlo, lo divierte, pero con sus propias reglas. Un consultor de primera línea lo define así: “La política jugaba al fútbol con el reglamento de siempre hasta que llegó Milei y decidió que ahora se podía jugar con la mano”.
El Presidente está convencido de su propuesta. Cree que el rumbo de la gestión es el correcto, y que eso explica el apoyo social que exhibe la mayoría de las encuestas. Por eso sostiene el sistema de toma de decisiones que implementó cuando desembarcó en la Casa Rosada, y que administra con poquísimos confidentes: su hermana Karina, su amigo Santiago Caputo y Nicolás Posse, el jefe de Gabinete. Los ministros Caputo y Bullrich colaboran cotidianamente.
En ese universo mileista se idean y ejecutan todas las decisiones del gobierno que después se dan a conocer al resto del sistema mientras se publicitan por las redes a través de una agresiva estrategia de comunicación, sin intermediarios. En general, nadie se entera de nada. Así fue como Manuel Adorni, el vocero presidencial, desconocía que el presidente estaba a punto de oficializar con un decreto la nueva fórmula de actualización de los haberes jubilatorios. Mariano Cúneo Libarona, por caso, no estaba enterado de que la Casa Rosada propondría a Ariel Lijo y a Manuel García-Mansilla para completar la composición de la Corte Suprema. El ministro de Justicia no solo no sabía, si no que promovía otros postulantes. Hay decenas de ejemplos similares.
La promoción del juez federal porteño y del decano de la facultad de Derecho de la Universidad Austral tuvo el sello de la instrumentación de las iniciativas oficiales. Lijo se enteró por Santiago Caputo de la decisión: el consultor le avisó por teléfono la noche anterior al comunicado de Presidencia. El estratega, cada vez más decisivo, amplió notoriamente en estos 100 días de gestión su zona de influencia. Por ejemplo, en la Justicia. Cúneo Libarona lo reconoce públicamente como su “jefe”. Sebastián Amerio, el secretario de Justicia y representante del Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura, también le responde. Era un casillero que Macri pidió con especial interés. Como Cristina Kirchner, el ex presidente tiene particular fascinación por la Justicia. Es un área que a Milei no le interesa.
En realidad, el Presidente está exclusivamente enfocado en las variables de la macroeconomía y en domar el alza en los precios. “Solo le interesa bajar la inflación, es su hito”, lo describió en privado un alto funcionario.
Es el único rubro de la gestión al que le presta atención. Fuera de ese universo se contrapone otra realidad que desvela al sistema político y a los propios integrantes del gobierno: faltan cientos de cargos por llenar y existe una ostensible falta de ejecución presupuestaria. Hay funcionarios que, en ese contexto, ni se conocen con el Presidente. Florencia Misrahi, la jefa de la AFIP, un organismo clave, es una de ellas -a propósito, no le cayó simpática la campaña presidencial que llamó a rebelarse impositivamente contra el gobierno bonaerense-. Fernando Vilella, el secretario de Agricultura, recién se presentó formalmente con Milei en Expoagro, hace algunas semanas.
Para peor, la sangría de funcionarios fue alarmante en estos poco más de cien días de gestión. Juan Parodi -TV Pública-, Marcelo Basilotta -Capital Humano-, Martín Boccacci -Empleo Público- Armando Guibert -Transformación del Estado-, Omar Yasin -Trabajo- y Diego Marías -Medios Públicos- fueron los últimos, pero la lista es más extensa: desde Guillermo Ferraro, ex ministro de Infraestructura y Enrique Rodríguez Chiantore -ex superintendente de Servicios de Salud- hasta Sebastián García de Luca -Seguridad-.
”Esto puede salir bien, pero también puede salir mal”, machacó un libertario.
Para colmo, en despachos oficiales del Ejecutivo y del Parlamento circula un cada vez más creciente malhumor por la decisión de Milei de impulsar un congelamiento en los sueldos de la administración pública para no salpicar la construcción de su relato anti-casta. Hay funcionarios inquietos con la posible restitución del Impuesto a la Ganancias. En el Congreso, el panorama es igual de desalentador: este mes, los legisladores prevén cobrar incluso menos que en enero porque en sus liquidaciones se verá reflejado el descuento por el aumento otorgado el mes pasado que la Casa Rosada ordenó volver para atrás. Según la estimación que un diputado del peronismo chequeó a través del sistema, percibirá en los próximos días algo más de $900.000 y poco menos de $200.000 por desarraigo, cuando la dieta general oscila entre los $1,6 y $1,7 millones. “Imaginate cómo hace un diputado que viene del interior, no tiene departamento y tiene que alquilar un departamento: algunos están planteando directamente que ya no van a venir a las comisiones”, explicó el legislador. Silvia Lospennato, del PRO, presentó un proyecto para regular los incrementos salariales y equiparar la escala de la administración pública.
El malestar lo blanqueó públicamente Victoria Villarruel el jueves, en la explosiva entrevista que le concedió al periodista Jony Viale, en TN: repitió que no estaba de acuerdo con la decisión presidencial. La Vicepresidenta expuso, sin embargo, una situación mucho más compleja: que es ajena al universo Milei y a ese sistema de toma de decisiones. Su único interlocutor frecuente con la Casa Rosada es el ministro Guillermo Francos. En casi una hora de reportaje, evidenció todas sus diferencias con el Ejecutivo. Pero la respuesta más desafiante, que se coló desapercibida en medio de la catarata de reproches, fue cuando contestó que no descartaba ser candidata a presidenta. Villarruel tiene el mejor diferencial, entre imagen positiva y negativa, en los sondeos más serios.
La Vicepresidenta quería controlar Seguridad y Defensa. También la AFI. La recluyeron al Senado. Está fastidiada con el círculo que rodea al jefe de Estado. En especial con Posse, el silencioso e implacable ejecutor del plan presidencial que concentra la administración de la gestión y de los recursos humanos. Macri también está molesto, aunque repite en privado su apoyo al gobierno.
El jueves, desde Bologna, Italia, adónde viajó para dar clases -está contento porque durante el verano ejercitó su inglés- el flamante presidente del PRO expuso ese fastidio con la gestión en una reunión virtual con dirigentes y empresarios organizada por el G25, que en su momento aportó cuadros técnicos al gobierno porteño. Dijo que su espacio tenía decenas de “segundas y terceras líneas” para aportar al gabinete, pero que nadie los convocaba. También deslizó que no era momento para enviar los pliegos de la Corte al Senado: “Hay que poner las energías en otro lado”. “Mauricio cree que tiene que mejorar el gabinete, lo repite todo el tiempo”, abundó un ex funcionario. Desde el PRO subrayaron, por ejemplo, que aportaron tres candidatos para ocupar la secretaría de Minería, todavía acéfala. “Usá a la gente del PRO”, le transmitió Macri a Milei en una de sus últimas reuniones.
La misma inquietud se la trasladó el ex jefe de Estado a la secretaria General de la Presidencia y a Posse en el encuentro que mantuvieron en Olivos hace algunas semanas. Macri le dijo a sus allegados que se sintió escuchado. Pero en el entorno del ex presidente creen que se trata de un doble juego interno y que, en los hechos, no se concreta ninguna de sus sugerencias. El presidente del PRO influye menos de lo que quisiera. Jaime Durán Barba, su ex gurú, dijo en la semana que le daba “pena”. Bullrich, que presentó batalla hasta el último minuto en el cierre de la lista que consagró a Macri como líder del PRO, se regodea.
El sistema político está expectante por los próximos meses de la gestión libertaria. Por la discusión en torno a la Ley Bases y el futuro del DNU rechazado por el Senado, y por las consecuencias del programa de ajuste fiscal que tiene consecuencias directas en la economía diaria. Después del traspié de la primera Ley Ómnibus, la Casa Rosada cambió su estrategia, y amplió la mesa de negociación con Posse a la cabeza para validar las conversaciones de Francos. “Pareciera que entendieron que no pueden volver a fracasar de nuevo”, remarcó un diputado del PRO que pasó la semana pasada por el despacho del ministro del Interior.
Los gobernadores están inquietos. Uno de ellos, de la región centro, hizo saber que tenía en su provincia unas 100 obras paradas por la decisión del gobierno de congelar la obra pública, y que corrían serios riesgos de intrusión o de abandono. Desde el 10 de diciembre que no se paga ningún certificado. Gustavo Weiss, el presidente de la Cámara Argentina de la Construcción -estuvo reunido este viernes en Casa Rosada con el Presidente- transmitió su preocupación. Ayer, en declaraciones a FM Milenium, confirmó que por esa decisión 100 mil obreros habían sido desafectados de manera directa, y otro tanto indirectamente. “No tenemos novedades concretas”, dijo el empresario.
La intranquilidad atraviesa a todo el círculo rojo, a pesar de las sobradas muestras de entusiasmo de numerosos sectores que están encandilados con el liderazgo de Milei. No es el caso de Horacio Rodríguez Larreta -en estos días emprenderá un viaje familiar por la India y luego por los Estados Unidos- ni de Sergio Massa, aunque ambos, en privado, reconocen que el ajuste del déficit era inevitable. “Hubiera hecho exactamente lo mismo, pero con consenso político”, explicaron muy cerca del ex jefe de Gobierno porteño.
Milei no cree en los consensos. Se siente cómodo dentro de su propio universo. No le importa lo que pase alrededor.
* Para www.infobae.com