El categórico triunfo libertario marca un nuevo tiempo en la política de Córdoba

OPINIÓN Carlos Zimerman
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carlos zimermanPor Carlos Zimerman

La jornada electoral de ayer marcó un hito en la política cordobesa, simbolizando una derrota aplastante para un proyecto que muchos consideraban naciente, pero que en realidad nació muerto: Provincias Unidas, la iniciativa liderada por los gobernadores Martín Llaryora y Maximiliano Pullaro. La comunidad cordobesa, en un acto de expresión democrática, se pronunció con firmeza, evidenciando que no se dejaría llevar por la desesperanza que esos líderes intentaron sembrar.

El resultado, un contundente triunfo de La Libertad Avanza (LLA), no solo fue una victoria en las urnas, sino que se convirtió en un acontecimiento que jubila a figuras como Juan Schiaretti, quien había dominado la escena política durante años. Este triunfo también significa la culminación del deseo presidencial de Llaryora, un sueño que, tras los acontecimientos de ayer, se ha diluido por completo.

Lo de ayer no fue una elección más, sino que inicia una nueva era en la política de Córdoba. Lo de ayer podría ser visto como una bisagra temporal, el principio del fin de un ciclo que se inició en 1999, cuando José Manuel De la Sota y Juan Schiaretti  comenzaron a marcar una nueva época polpitica en la provincia. Ayer los votantes han emitido un claro mensaje de rechazo a las viejas prácticas que, según muchos, habían llevado a la desilusión y a la parálisis política.

La implementación de la Boleta Única Papel ha sido un factor significativo en este cambio de rumbo. La jornada electoral demostró que la transparencia y la claridad son valores que el electorado ahora prioriza. Al permitir que los ciudadanos exprese su voluntad de forma más clara y directa, este nuevo sistema electoral hace más difícil la manipulación de los resultados y el fraude, algo que se había convertido en una preocupación recurrente en elecciones anteriores.

En este contexto, Córdoba está dando inicio a un "tiempo nuevo," uno que promete ser más fresco y representativo de las necesidades y deseos de la población. La victoria de LLA es vista como la respuesta a una demanda social que, desde hace tiempo, clamaba por un cambio radical en la forma de hacer política. La ciudadanía ya no se conforma con promesas vacías; exige acción y resultados tangibles.

Este cambio no solo tiene implicaciones para los actores individuales de la política local, sino que también podría tener efectos en el panorama nacional. Córdoba, históricamente vista como un bastión de políticas tradicionales, ahora podría convertirse en un modelo a seguir para otras provincias que también buscan romper con ciclos políticos estancados. La elección de ayer ha abierto un abanico de posibilidades y espera desafiar las convenciones establecidas que durante años han mantenido a los mismos rostros en el poder.

El resultado de ayer en Córdoba es un claro llamado a la renovación, un grito colectivo que resuena en cada rincón de la provincia: ya es hora de abrir las ventanas y dejar entrar el aire fresco de nuevas ideas, nuevas liderazgos y un enfoque renovado en el ejercicio del poder.

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