Luis "Changui" Cáceres formó una linea interna en el radicalismo que ya tiene alcance nacional

El MNMR es el Movimiento Nacional de Militancia Radical, fue formado allá por el mes de Noviembre de 2018 y ya se puede decir que ya es una linea interna en el radicalismo con alcance nacional

POLÍTICAAgencia de Noticias del InteriorAgencia de Noticias del Interior
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El MNMR es el Movimiento Nacional de Militancia Radical, fue creado en Noviembre del año pasado por el legendario y más vigente que nunca dirigente santafesino Luis "Changui" Cáceres.

Hoy el movimiento tiene alcance nacional y es Cáceres, junto a un grupo de dirigentes, que recorre pueblo por pueblo y provincia por provincia difundiendo las ideas de un radicalismo puro y auténtico, un radicalismo diferente al que en la Convención llevada a cabo hace apenas unos días decidió apoyar a Macri y seguir en Cambiemos.

“No somos coalición de gobierno, no participamos de las definiciones políticas, ni de la discusión programática. Sin embargo aportamos acción legislativa en soporte alineado con los intereses políticos del Poder Ejecutivo”, dicen los "caceristas" a quien quiera escucharlos.

Al aludir a la coalición del radicalismo oficialista con el gobierno de Cambiemos expresan que “ese alineamiento está atentando contra nuestro compromiso innegociable de defensa de los postulados históricos de nuestra doctrina”. 

El conjunto de dirigentes y militantes, liderados por Cáceres,  designó una conducción provisoria constituida por dos representantes por provincias que estará coordinada por una Junta Promotora de la organización en todo el país.

En la última Convención partidaria el discurso del convencional Sebastían Cáceres llamó la atención de todos los convencionales, más allá de compartir pensamientos, por su énfasis en la defensa de los valores del centenario partido.

El MNMR no acepta bajo ningún concepto la alianza con Cambiemos y difiere abiertamente de las políticas implementadas por el Presidente Mauricio Macri.

La meta del MNMR es sin lugar a dudas el año 2021, pero ya hay quienes están con ganas de apurar esos tiempos y que el movimiento compita en las próximas elecciones en puestos legislativos.

El radicalismo tiene una rica historia de internas partidarias, nunca le temió a ellas y sus dirigentes están preparados para llevar adelante las discusiones necesarias tendientes a preservar la esencia del partido.

En democracia es sano el debate, el MNMR está dispuesto a darlo y de la mano de un dirigente con historia como lo es Luis "Changui" Cáceres, todo una institución en Santa Fe y en el radicalismo mismo a nivel nacional.

Manifiesto Fundacional

Movimiento Nacional de la Militancia Radical

 

Declaración de Unione e Benevolenza

La pretensión de algunos sectores, propios y ajenos, de licuar al Radicalismo en nuevos espacios, de cualquier signo, merece nuestro rechazo total. La UCR debe ser el eje político vertebrador de un espacio de centro izquierda socialdemócrata, en toda ingeniería programática y electoral de la que participe. La recuperación plena de su soberanía doctrinaria y política es un factor de equilibrio imprescindible en la escena política nacional.

Corren tiempos volátiles y de efectismos comunicacionales. De desvalorización de las tradiciones doctrinarias, de disolución de las pertenencias y de las identidades. Por lógica, tiempos de vacíos éticos, conductas acomodaticias y desentendidas de la memoria y de la legitimidad. De manipulación del sentido común. En suma, son tiempos de confusión generalizada en la Nación.

Pero el subyacente de esta realidad nacional es más categórico y dramático: éstos son, también, tiempos de fragmentación e inmovilidad social, de acostumbramiento al conflicto social permanente. Tiempos de supremacía de los negocios y ajuste económico, de agrietamiento político, de venalidad y degradación institucional y peligrosa inoperancia estructural de la Justicia.

Hoy en la Argentina hay hambre, hay pobreza, hay desamparo y hay un drama social creciente. Pero no es un esfuerzo social por el crecimiento: también hay desinversión, pérdida de riqueza, fuga de recursos, desintegración económica e incremento de la improductividad estructural. Prevalecen la inequidad y la fragmentación social, que constituyen la “verdadera grieta”: una línea de falla, entre dos grandes realidades que conviven virtualmente inconexas entre sí. Una, sumergida, informalizada y acuciada por su marginalidad, la falta de empleo –especialmente juvenil-, o de ingresos suficientes, y de acceso a prestaciones y coberturas básicas. Es decir, cada vez más sometida a una agobiante inmovilidad social y rehén del asistencialismo del Estado, ya exhausto para atenderla. La otra, incorporada al circuito económico formal y, sin embargo, angustiada por la progresiva extensión de los efectos de un fenómeno agotado de movilidad social y una mayor desigualdad de oportunidades. En general, por la pérdida constante de los estándares de vida preexistentes, especialmente para la vejez, las personas con discapacidad y en general los colectivos más vulnerables de nuestra sociedad.

En estos tiempos de convulsión, el Radicalismo, como parte inescindible de la Nación, atraviesa la crisis más aguda de su centenaria y prolífica historia de luchas democráticas. La severidad de esta crisis no deviene del riesgo de su desaparición como parte inherente que es, a la cultura nacional. Tampoco está signada por la conducta cada vez más oligárquica de su nomenclatura partidaria, que es circunstancial. Es su crisis más severa porque es de doctrina, o en todo caso, de coherencia entre su acción política y su doctrina. Un Partido contradictorio con su doctrina es un Partido sin proyecto político que ofrecer a la ciudadanía. O con tantos proyectos que, al fin, no ofrece ninguno. Y un Partido sin proyecto político cuestiona su propia razón de existir como Organización. De allí la condición terminal que el Radicalismo sí enfrenta y que debe revertir: el riesgo de convertirse en una organización irrelevante por vaciamiento doctrinario de su proyecto político.

Cambiemos no es una coalición de gobierno; gobierna el PRO. La UCR no participa de las definiciones políticas, ni de la discusión programática. Sin embargo, aporta acción legislativa en soporte alineado a los intereses del Poder Ejecutivo. Y ese alineamiento atenta contra nuestro compromiso innegociable de defensa de los postulados históricos de la doctrina partidaria.

Lo grave es que una democracia con la UCR débil es una democracia frágil. Cuando la UCR corre riesgo de claudicar, la democracia corre riesgo de claudicar.

El Radicalismo venía ya incubando una crisis larvada de contenidos de su proyecto político y de mantenimiento de su representación electoral mayoritaria, probablemente desde los tiempos de la primera gestión menemista de gobierno. Y que eclosionó con el fracaso de la Alianza.

En Gualeguaychú, asumió una determinación discrecional y arbitraria, porque no fue resultado de un proceso de debate amplio y generalizado en el Partido, como la magnitud de lo que se decidía y del costo político a pagar hubiesen requerido. Y esa falta de legitimidad empaña el significado de aquel resultado y de sus consecuencias posteriores. Especialmente, si se toma en cuenta que, siendo que involucraba tradiciones y propuestas políticas históricamente ajenas e intrínsecamente opuestas entre sí, llevaba a un alineamiento electoral unilateral, incondicional y no programático. En cualquier caso, fue una decisión sobre una estrategia electoral, que, como tal y en sentido estricto, agotó su alcance específico con el resultado de la elección.

Los efectos políticos derivados que continuaron rigiendo la política partidaria a partir de allí tienen no sólo el vicio de aquella ilegitimidad de origen, sino de su persistencia, a partir de la sistemática denegación al debate democrático interno sobre la continuidad y conveniencia de ese alineamiento. Desde la institucionalidad partidaria, la democracia que se pregona hacia afuera, hoy no se practica hacia adentro. Las autoridades constituidas ejercen desde su legitimidad de origen, pero no, con legitimidad de ejercicio. Gobiernan órganos partidarios colectivos a los que no convocan ni consultan arrogándose así atribuciones ilegítimas de su representación. Excepción manifiesta es el caso de la actual Presidencia de nuestra Convención Nacional partidaria, rodeada sin embargo por una Mesa de conducción que paraliza su acción política y de autoridades del Comité Nacional que inmovilizan las posibilidades y obligaciones de funcionamiento de ese Organismo. Al hacerlo, usurpan sus cargos partidarios. Son usurpadores institucionales de la UCR.

Rechazamos categóricamente la orientación política de la actual conducción del Comité Nacional. Como ya hemos señalado y denunciando reiteradamente, ante el dramático panorama nacional, la conducción de la UCR se mantiene en un silencio inaceptable e incompatible con la esencia política partidaria. Acompaña con sumisión la orientación política conservadora y económica neoliberal del Gobierno. Se muestra autorreferencial, preocupada por su propio devenir, alejada de los dramas sociales, desentendida de la militancia y ajena al sentimiento radical.

Con estas conductas insiste en convalidar la falacia oficialista de agitar “la grieta” política contra el pasado inmediato, que debió haber sido ya largamente superado, pero que, sin embargo, incentiva. Hasta las elecciones del 2017 esta falacia se había convertido en el insumo predilecto de sustentabilidad de la estructura política del Gobierno. Hoy el Gobierno apela a ciertos reflejos del mismo discurso para justificar su pretensión de recuperación de caudal electoral. Y el Partido ha quedado enredado en esa falaz pretensión, poniendo en severo riesgo las perspectivas de su futuro político y de su propia subsistencia. Ratifica conductas propias de una política corporativa, que está enviciada por la injerencia del “carguismo” y del acompañamiento consorte del poder. Así, termina desvirtuando la acción política partidaria y confundiéndola con su propio accionar corporativo.

No se puede, incluso es moralmente incompatible, pretender ser la Lucha por la Causa de los Desposeídos, cuando se está alineado con el Régimen falaz y descreído.

De esta manera, esta dirigencia partidaria ha venido convalidando el desarrollo de la vida pública nacional sin una visión de grandeza, sin propuestas integradoras ni concordancias nacionales. Por lo tanto, sin el establecimiento de bases mínimas de sustentación a un programa de reparación nacional que sea superador de la crisis actual.

Pese a todo, el Radicalismo dispone de un bagaje histórico y doctrinario superador del pensamiento binario de la grieta política actualmente existente. Por su idiosincrasia, está llamado -como ningún otro actor de la escena nacional- a sustraerse de ese falaz artificio político. No puede ni debe ser parte de esa dialéctica. El corrimiento desde su espacio histórico de pertenencia rompió con la posibilidad de que, en estos tiempos, sirviese como anclaje de un orden político más justo, más devolutivo hacia la ciudadanía, ante los desafíos que presentan la incapacidad del Gobierno de absorber el conflicto social, los crecientes desafíos a la gobernabilidad democrática y la necesidad de recuperación de un horizonte de crecimiento.

Debemos dar las luchas de estos tiempos, un combate frontal contra la pobreza, la marginalidad y todas las manifestaciones de desigualdad. Debemos resolver el grave problema de la fragmentación social y productiva, combatir la concentración de la riqueza y restaurar el patrimonio nacional. Es una lucha concreta por la recuperación del bienestar general de todos los argentinos por igual.

Pero, ante todo, es una lucha por la estructura del poder político, y para ello, con mayor urgencia aún, es una lucha por la recuperación del Radicalismo.

Reivindicamos una concepción ética de la Política. No se concibe ejercer la Política sin el respeto irrestricto a la ética pública. No se trata tan sólo de no practicar y combatir la corrupción; esto es elemental: hace a la honorabilidad de las personas. Se trata, además, de revalorizar las conductas; es volver a reconocer las ejemplaridades, a respetar las trayectorias. Es restablecer la confianza pública y volver a poner en valor el Discurso y la Palabra. Implica reivindicar la vocación de servicio en la administración del cargo público. Y es, esencialmente, ejercer la representatividad electiva, esto es, la legitimidad de representación. Se trata, en definitiva, de poner en valor moral y político el respeto al contrato electoral y al mandato del Soberano. Nos avala una vida de luchas políticas legítimas.

El Radicalismo debe recuperar su proyecto político soberano. El país está en emergencia nacional y, en lo inmediato, la responsabilidad histórica del Radicalismo en estos tiempos es la de recuperar, primero, su identidad doctrinaria y, luego, su condición contributiva a una solución de consensos para abordarla con justicia social. La recuperación plena de su identidad soberana es una responsabilidad que trasciende su propia condición de partido político.

Va más allá de una visión autorreferencial, de un posicionamiento internista, o de una discusión de la estrategia electoral. Es una función de servicio al balance del juego político democrático y una contribución a cerrar la “grieta”. Es una obligación de conciencia ante el drama social, y ante los conciudadanos que más lo sufren, a dar respuestas adecuadas que estén a la altura del desafío de estos tiempos. Este desafío requiere de tres condiciones de base: 1) Convocar a un entendimiento nacional, un nuevo contrato político, que sea pilar de una nueva concordia nacional y de la formulación de políticas de Estado; 2) Promover la pacificación social que aminore la puja distributiva y habilite un sendero des-inflacionario y, a la vez, de crecimiento posible; 3) Recuperar la ética pública, que permita ir saneando la moral republicana y restableciendo la confianza ciudadana.

Se trata de contribuir a una profundización de la densidad democrática, a un restablecimiento de principios de equidad y de justicia social, y a una mayor participación popular soberana.

Para ello, hace falta más, y no menos, Radicalismo.

Por eso reclamamos la reapertura de los ámbitos naturales del debate político y de formulación programática partidaria. En el fragor del debate democrático, debemos asumir este compromiso militante en el entendimiento pleno de que el Partido, tal como lo conocimos antes, en los albores de la recuperación democrática, ya no existe. No se sobrevive a la liquidez política estructural de estos tiempos con las mismas viejas estructuras organizacionales y operativas precedentes. Se la asimila, hasta superarla, con estructuras nuevas más idóneas y flexibles. Y con la actualización del bagaje doctrinario implícito en el Discurso político propositivo, bajo la restricción mutante de época, pero en la afirmación de su sentido ontológico e histórico. Es decir, afirmando los valores y contenidos doctrinarios esenciales de nuestra cultura partidaria de una manera estratégica.

Nuevos vientos que soplan viejas banderas.

El Radicalismo tiene deudas ideológicas y proyectos políticos históricos pendientes de cumplimentar. Habrá de alimentar el sueño de completar y perfeccionar la instrumentación jurídica, política y operativa de la Manda Constitucional del Artículo 14 bis de nuestra Constitución, con la que soñara Larralde. Habrá de alimentar el sueño de revolucionar la democracia e insuflarle densidad democrática a todos los estamentos de la vida republicana, para perfeccionar la Revolución Democrática, que soñara Illia. Y habrá de completar la gesta restauradora de la Democracia, de 1983, cumplimentando la recuperación definitiva de la Democracia normativa con la introducción de la Democracia Social y la Ética de la Solidaridad que soñase Alfonsín. Como tal, habrá de ser un aporte determinante a la re-introducción y reformulación de una visión estratégica como Nación.

No se trata sólo de darle contenido social a la democracia normativa. Es darle un nuevo escalón de consolidación al proceso democrático, una nueva categoría de madurez republicana a la convivencia política nacional del pueblo argentino. Pero así como la democracia social está en el eje vertebrador del salto cualitativo necesario de nuestro régimen democrático vigente, existe una matriz ética, humanista y política que hace de aquélla un resultado articulado de interacción social, bajo preceptos solidarios de igualdad y equidad. Esa dialéctica interactiva y articulada se da de manera libertaria sólo en el seno de la organización democrática y republicana. Pero la trascienda y la profundiza al hacer efectivos los derechos y garantías de los ciudadanos. La democracia social perfecciona la condición de ciudadanía. Y esto tiene manifestaciones concretas en el ámbito del juego institucional en el que encuadra su ejercicio. Implica una jerarquización del Discurso político, una re-legitimación de los mecanismos de representación política y una re-valorización de las minorías, como pilares de sustentación de la buscada institucionalización del diálogo político.

Reivindicamos el diálogo político institucional como base instrumental de articulación de políticas públicas convergentes, que consagren valores éticos solidarios, y esté enderezado a la consecución del salto de consolidación democrática buscado, bajo estos ejes de posible consenso programático:

El de la recuperación de la soberanía política, entendida no como el dominio territorial o de control de fronteras, sino como recuperación de la capacidad de decisión propia. Esto es, la reparación de la condición integral de ciudadanía, tanto civil y política, como social y económica.
El de recuperar la capacidad de disposición soberana sobre nuestros recursos estratégicos y sobre nuestra organización económica. En particular, los recursos energéticos. Reivindicamos la nacionalización total de YPF y la recuperación de su rol regulador del mercado petrolero argentino, así como la des-dolarización de las tarifas de los servicios públicos.
El de la erradicación de la corrupción sistémica y la instauración de la apertura a la opinión pública, la transparencia y el sometimiento al control ciudadano de la gestión del Estado.
El de la “desfragmentación” social y productiva que, a diferencia de la integración, concepto asociable a la interrelación entre equiparables, supone recuperar relacionamiento económico entre los desiguales, o bien entre los incorporados y los excluidos del circuito productivo, económico y social. Se trata de asegurar una lucha efectiva contra la pobreza y la desigualdad.
El de la instauración de la Igualdad como concepto cívico amplio, en el sentido de la imposición principista de la Justicia y la erradicación de la impunidad y el privilegio.
El de la justicia social, en el sentido de equiparación social y universalización de oportunidades, que recupere la movilidad social ascendente, incremente la participación funcional del trabajo en el ingreso nacional, recupere paz social y asiente la cultura de la convivencia.
El de la recuperación de la dimensión estratégica: aquella que restaure un horizonte proyectivo de planificación democrática y, en ese sentido, objetivos y sentido de pertenencia a un colectivo común y de organización de la ocupación territorial de toda la Nación.
El de sentar las bases de crecimiento para salir del subdesarrollo y transitar hacia un desarrollo económico inclusivo y sustentable.
Ante la inercia política de la conducción partidaria, la militancia ya ha generado su reacción. Se viene organizando y movilizando a lo largo y ancho del país. Y viene acumulando renovado capital político.

Tiene una misión: busca fortalecer al radicalismo y recuperar sus banderas históricas y el contenido actualizado de su doctrina. Tiene un objetivo: recuperar para el Radicalismo el lugar de relevancia política del que la actual institucionalidad partidaria lo removió y restablecer su relación de representación política y de inserción social. Tiene una meta: servir de canal de confluencia de la militancia Radical con vistas a canalizar su acción política en la escena nacional. Y tiene instrumentos: restituir su capacidad propositiva de políticas públicas y proveer nuevamente de respuestas a la ciudadanía.

Se trata de vencer el desánimo y la desesperanza de una porción de conciudadanas y conciudadanos que, lejos de disminuir, crece estructuralmente, producto de la vergonzosa desigualdad de oportunidades que afrontan.

Esa es una batalla cultural que debemos dar con compromiso solemne.

No nos amilana la envergadura de la tarea. Venimos y seguiremos contribuyendo al esfuerzo por restaurar un horizonte de irrestricto ejercicio militante y ciudadano, condición espiritual de filiación genuina a nuestro Partido.

Estamos convencidos de que no puede haber democracia sólida y calidad republicana sin partidos fortalecidos y representativos de la voluntad popular.

Hace un año, en Setúbal asumimos un nuevo desafío. El de reconstruir el Radicalismo como mecanismo idóneo de acción política.

En continuación del camino trazado entonces y como consecuencia de un año de trabajo político y movilización militante, correligionarios de a pie, en representación de todos los distritos del país, nos hemos reunidos hoy en esta Convención Nacional de la Militancia para deliberar sobre la situación nacional que nos agobia y la situación partidaria que tanto nos aflige.

En honor de las viejas Luchas partidarias, en reivindicación de la identidad de nuestra pertenencia y en recordación de nuestros Maestros, hemos decidido en asamblea la creación de un nuevo espacio interno partidario que nos contenga y que exprese el compromiso político que, solemnemente aquí asumimos por la Nación. Nace el Movimiento Nacional de la Militancia Radical.

Desde esta trinchera militante, denunciamos la falta de vocación democrática interna del oficialismo partidario y la carencia de apego a la ley electoral en cuestiones procedimentales. Coincidimos en la necesidad de poner en evidencia la falta sistemática de transparencia en las experiencias electorales internas partidarias sucedidas este año. Rechazamos las prácticas por las que se fomenta la no alternancia electiva o se imponen supuestas “listas de unidad” para digitar candidatos e imposibilitar los indispensables debates políticos.

Asimismo, manifestamos nuestra extrema preocupación por el riesgo que tales prácticas introducen a la organicidad e institucionalidad partidaria. Más aún, repudiamos la sucesión inaceptable de maniobras electorales aberrantes y fraudulentas en el Partido, por las que alevosamente se manipulan Cartas Orgánicas, se induce sobre las decisiones y conformaciones de las Juntas Electorales, se impugnan listas arbitrariamente, se trata de incidir sobre la Justicia Electoral, se alteran ilegalmente los padrones electorales o se practican fraudes selectivos, se excluye la participación de afiliados o se permite la votación de no afiliados, y se amedrentan Fiscales.

A resultas de lo anterior, se resuelve conminar al Comité Nacional partidario a asegurar la más absoluta transparencia en los procesos eleccionarios internos del Partido. En concreto, se lo intima a impulsar y proceder con un proceso general de re-afiliación que depure padrones en todos los Distritos del País y a garantizar la transparencia y ecuanimidad en la conformación de las Juntas Electorales distritales en todos los proceso eleccionarios, distritales y nacionales por venir.

 Asimismo, denunciamos también la inmovilización de los estamentos partidarios, la paralización del funcionamiento activo de sus cuerpos orgánicos, la cerrazón de los espacios de debate político, la injustificable mantención de intervenciones distritales y, en general, la inmovilización política del Partido. Y rechazamos la pobre gestión política del oficialismo partidario, evidenciada en la falta de movilización del electorado radical en los procesos electorales de todos los Distritos en los que se celebraron elecciones este año.

En consecuencia, exigimos al Comité Nacional que garantice, en tiempos electorales efectivos, el regular funcionamiento de los Órganos Partidarios y habilite los espacios de debate que permitan la más amplia participación del afiliado y de sus representantes en los cuerpos colegiados del Partido, en la discusión de la estrategia electoral para el próximo año, a fin de redefinir la política partidaria de alianzas nacionales y provinciales.

La UCR fue siempre, y ha de volver a ser, un Partido con vocación de poder. Y, como tal, debe estar preparado para ofrecer a la ciudadanía una alternancia democrática, honesta, racional y programática de gobierno. Somos la Unión Cívica Radical. Reafirmamos nuestras convicciones y ratificamos nuestro compromiso inclaudicable por la Causa de los Desposeídos. Lo repetimos una vez más: hay otro Radicalismo, un Radicalismo militante y progresista. Un Radicalismo que vuelve al Radicalismo. Se compromete con el Futuro y se apronta a recuperar la épica de su Lucha.

Se aprueba por aclamación.

En la ciudad de Buenos Aires, a los 24 días del mes de noviembre de 2018

    

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