Dólar, el refugio eterno: los argentinos atesoran más de 21 mil millones pese al fin del cepo

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • Los argentinos atesoraron más de 21.320 millones de dólares desde la eliminación del cepo cambiario.
  • El déficit de la Cuenta Financiera del BCRA superó los 5.500 millones de dólares en septiembre.
  • El sector privado no financiero fue el principal protagonista del drenaje de divisas.
  • Los bancos aumentaron su tenencia de dólares en un 25% durante el mes.
  • El mercado de futuros registró un volumen récord de 44.000 millones de dólares.
  • El Gobierno relativiza la fuga, pero la dolarización privada sigue en alza.

Aunque el Gobierno insiste en que “todo marcha sobre rieles”, la realidad económica parece ir por otro andarivel. Desde la eliminación del cepo cambiario para personas físicas, el apetito de los argentinos por el dólar volvió a niveles históricos. En apenas siete meses, individuos y familias acumularon más de 21.320 millones de dólares, una cifra que trepa a casi 24.500 millones si se contabiliza el total de atesoramiento desde abril. Es el reflejo de una conducta que persiste más allá de los discursos: cuando hay incertidumbre, el dólar sigue siendo el refugio preferido.

La liberalización del mercado minorista —una de las banderas más visibles del gobierno de Javier Milei— no cambió la naturaleza del vínculo de los argentinos con la divisa estadounidense. Lejos de generar una mayor confianza en el peso, la flexibilización parece haber impulsado una nueva ola de dolarización privada. Los ahorristas, en su mayoría pequeños y medianos, actuaron de manera anticipatoria: tomaron en serio los mensajes presidenciales sobre una posible “dolarización futura” y decidieron proteger sus ahorros en la moneda norteamericana.

El fenómeno quedó expuesto en los datos del Banco Central (BCRA). En septiembre, el déficit de la Cuenta Financiera del Balance Cambiario alcanzó los 5.587 millones de dólares. La mayor parte de ese rojo —unos 5.263 millones— correspondió al sector privado no financiero, es decir, familias y empresas. En segundo término, el sector financiero registró un déficit de 1.688 millones, mientras que el propio Gobierno y el BCRA aportaron 852 millones. Los ingresos netos por otros movimientos apenas compensaron parte de ese drenaje.

Según el detalle oficial, el déficit privado se explica principalmente por las compras netas de billetes y divisas sin fines específicos, que sumaron 6.577 millones de dólares. A eso se agregan los egresos por inversiones y transferencias al exterior, tanto financieras como comerciales. En otras palabras, el flujo de salida de divisas no solo obedece al clásico “colchón verde”, sino también al traslado de fondos hacia cuentas externas y al pago de compromisos privados en moneda dura.

En paralelo, los bancos también aumentaron su exposición en dólares. En septiembre, la posición general de cambios del sistema financiero subió un 25%, hasta alcanzar un stock de 9.444 millones de dólares. De ese total, casi la mitad —4.587 millones— corresponde a billetes físicos mantenidos para atender los retiros de depósitos y las necesidades operativas del mercado. Se trata de un volumen elevado que confirma el alto nivel de dolarización de los depósitos locales.

En el mercado de futuros, el movimiento fue igualmente intenso. Las entidades financieras cerraron septiembre con una posición vendida de 330 millones de dólares, revirtiendo la tendencia compradora del mes anterior. El volumen negociado en contratos a término superó los 44.400 millones de dólares, con un promedio diario de 2.020 millones. Más del 80% de esas operaciones se concretaron en el Matba-Rofex, reflejando el nerviosismo del mercado frente a la volatilidad cambiaria.

El Gobierno, por su parte, relativiza el fenómeno. En la lectura oficial, buena parte de las compras de divisas registradas por el BCRA no equivalen necesariamente a “formación de activos externos”. Desde la autoridad monetaria sostienen que una porción significativa de los dólares adquiridos se utiliza para pagar consumos con tarjeta en el exterior o cancelar deudas privadas, sin implicar una fuga estructural. Sin embargo, los analistas advierten que la magnitud de los montos marca un cambio de tendencia: la confianza en el peso no despega, y el flujo hacia el dólar se acelera pese a la ausencia de restricciones.

El contraste entre el discurso libertario y el comportamiento social es evidente. Mientras el presidente Milei proclama el éxito de su programa y promete estabilidad, los argentinos continúan moviéndose con cautela, actuando bajo el principio de la autodefensa financiera. El recuerdo de las crisis pasadas, sumado a la falta de señales claras sobre el rumbo cambiario, explica por qué el dólar sigue siendo —más que una moneda extranjera— una reserva emocional y cultural.

La paradoja del “Todo Marcha a la Perfección” (TMAP), como ironizan algunos economistas, es que la confianza oficial en el peso no logra contagiar a los ciudadanos. Cada vez que se abre el grifo, los dólares vuelven a desaparecer de las arcas del Banco Central y reaparecen bajo el colchón, en cajas de seguridad o en cuentas fuera del país. Una dinámica repetida que, lejos de extinguirse, parece reafirmar una verdad estructural: la economía argentina puede cambiar de ministros, modelos o discursos, pero el dólar, para muchos, sigue siendo el único refugio posible.

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