Caputo y el enigma del dólar: entre las bandas y las señales al mercado

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • Caputo recomendó un artículo de Nouriel Roubini que sugiere abandonar la idea de dolarización y avanzar hacia bandas de flotación amplias.
  • El Gobierno insiste en que “las bandas no se tocan”, pero el mercado ya descuenta un cambio de régimen cambiario.
  • Roubini advierte que una dolarización total no es viable por falta de reservas y que una flotación libre generaría alta volatilidad.
  • El dólar se mantiene cerca del techo de la banda, con oferta limitada de exportadores y demanda firme por turismo e importaciones.
  • Sturzenegger evitó referirse al tema tras polémicas previas sobre la flotación del tipo de cambio.
  • El oficialismo busca tiempo político para ordenar la economía antes de modificar su política cambiaria.

El futuro del esquema cambiario argentino vuelve a ocupar el centro de las especulaciones financieras. Mientras el mercado ya descuenta un eventual cambio de régimen para el mediano plazo, el Gobierno insiste en que no habrá modificaciones. Sin embargo, un gesto reciente del ministro de Economía, Luis Caputo, encendió nuevas interpretaciones: recomendó públicamente un artículo del economista Nouriel Roubini, conocido por haber anticipado la crisis global de 2008, que descarta la dolarización y propone un tipo de cambio más flexible dentro de bandas amplias.

La señal fue suficiente para que analistas y operadores se preguntaran si el mensaje no encierra un anticipo de lo que vendrá. Caputo no suele improvisar. Cada vez que se pronuncia, lo hace con intención política o económica. Y en este caso, la lectura parece apuntar a un doble frente: calmar a los mercados tras semanas de tensión y, al mismo tiempo, comenzar a preparar el terreno para una transición paulatina del actual esquema de administración cambiaria.

El artículo recomendado por el ministro plantea que el régimen deberá “volverse más flexible con el tiempo”, aunque advierte que tanto una flotación libre inmediata como una dolarización total serían pasos imprudentes. En el primer caso, por la volatilidad que implicaría en ausencia de controles de capital; en el segundo, por la falta de reservas que haría inviable la conversión completa. Para Roubini, la salida razonable sería un sistema de “bandas amplias” que permita cierto movimiento del peso sin perder control macroeconómico.

En Balcarce 50 sostienen que las bandas “no se tocan”, y recuerdan que Caputo ya había dicho antes del último resultado electoral que con un dólar en torno a los $1.500 el Gobierno se siente “cómodo”. Pero en la plaza financiera, esa comodidad se interpreta con cautela: el dólar oficial ronda el techo de la banda, la oferta de exportadores se mantiene acotada y la demanda de cobertura, aunque algo menor, convive con importaciones y turismo aún firmes. La pregunta que flota es si el Banco Central podrá sostener la política actual cuando deba recomponer reservas en un contexto de menor ingreso de divisas.

El triunfo electoral reciente le dio oxígeno político al Gobierno, que ahora busca reacomodar variables tras meses de recesión, tasas de interés elevadas y caída del crédito. Sin embargo, la desconfianza de los inversores persiste. En la curva de pesos, los precios ya incorporan la expectativa de un cambio en el régimen cambiario, algo que —por ahora— el oficialismo niega tajantemente.

En ese marco, el silencio de Federico Sturzenegger también llamó la atención. El arquitecto de la desregulación y uno de los funcionarios más identificados con el ala técnica del gobierno libertario, evitó pronunciarse sobre el tema en un foro con empresarios. Lo hizo después de que, semanas atrás, un comentario suyo sobre la “libre flotación” coincidiera con la visita de Javier Milei a Donald Trump y generara un sacudón en los mercados. Esta vez, optó por la prudencia.

La coincidencia entre Caputo y Roubini no es casual. Ambos comparten la visión de que el problema argentino actual no es de solvencia —es decir, no hay un Estado quebrado— sino de liquidez: una economía asfixiada por la falta de dólares y la desconfianza. En esa lógica, mantener un esquema con bandas amplias permitiría absorber tensiones sin provocar un salto brusco en los precios, mientras se espera el retorno de capitales y nuevas inversiones que reconstruyan las reservas.

Por ahora, el Gobierno mantiene el discurso de la estabilidad. Pero en los hechos, la economía empieza a moverse dentro de una zona de transición. Caputo envía señales cuidadosas, Milei delega la ejecución técnica y el mercado interpreta entre líneas. El régimen cambiario argentino, tantas veces mutante, parece dirigirse a una nueva etapa: menos rígida que la actual, pero todavía lejos de una flotación total o de la soñada dolarización.

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