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Gustavo Farías, el que tiene el carbono 14 para investigar

PARA LEER EN PANTUFLAS 02/12/2023 José Ademán RODRÍGUEZ
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JOSE ADEMAN Por José Ademan RODRÍGUEZ

Los secretos de las personas imprescindibles

Renuevan cada día la visión, la misión y los valores que fueron el origen de su proyecto y no permiten que la rutina los entierre. Parecen tirar del carro en el que mucha gente quiere estar porque, si no fuera por ellos, se sentirían desmotivados, perdidos, sin norte.

Estas personas imprescindibles no son superhéroes, tan solo hombres y mujeres que han entrenado una serie de habilidades.

No les asusta la responsabilidad. Al contrario, siempre están dispuestos a asumirla y a dejar claro que se puede contar con ellos. Eso no significa que tiendan a sobrecargarse de trabajo, sino que son capaces de gestionar personas y delegar responsabilidades con la certeza de que serán respaldados por sus equipos y que, gracias a ellos, podrán llevar a buen puerto los propósitos empresariales.

Viven en formación constante. Las personas imprescindibles son aquellas que trabajan cada día para incrementar sus conocimientos, y no solo los relacionados con su campo laboral. Su amplia curiosidad alimenta la creatividad necesaria para adoptar nuevas ideas, ejecutar acciones polivalentes, descubrir nuevos mercados y estar atentos a todo aquello que puede ofrecerles el mundo cambiante en el que vivimos.

Son proactivos. No les basta con limitarse a hacer bien su trabajo, también proponen soluciones antes de que aparezcan los problemas. No es que sean visionarios, es que jamás se acomodan y siempre buscan nuevas formas para llevar a flote sus proyectos.

Saben gestionar sus emociones. Una persona que ha trabajado su autoconocimiento y el manejo de sus emociones es capaz de comunicarse abierta y sinceramente, escuchar, empatizar, ser realista, negociar o decir sí cuando es posible y no (o «todavía no») cuando resulte necesario. En las relaciones laborales, igual que en las personales, es condición imprescindible sentirse a gusto con uno mismo para poder estar bien con los otros. De este modo, se adquiere la automotivación para trabajar lo mejor posible cada día, terminar lo que empezamos y progresar profesional y personalmente.

El poeta Bertolt Brecht escribió eso de «hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son imprescindibles». Yo añado una última cualidad que tienen las personas imprescindibles: no se consideran imprescindibles.

Gustavo Farías, un verdadero arqueólogo del deporte, un "rescatador" de historias, un salvador del patrimonio del deporte cordobés, es un IMPRESCINDIBLE, y de +el les quiero hablar hoy, para que todos sepan un poco más de este periodista, que además, es un gran amigo a quien admiro con profundidad.

MI NOTA DE HOY PARA LEER EN PANTUFLAS

Hoy quiero hablarles de un hombre que casi todos identifican con el periodismo deportivo -gran injusticia, supina ignorancia- y que en realidad es arqueólogo. En vez de excavar con la pala lo hace con su memoria prodigiosa de genio. Me refiero al gran Gustavo Farías.

La arqueología es un poco el pariente pobre de las disciplinas científicas o considerada un bien de lujo para diletantes. Pero la arqueología también se podría definir como el arte de conocer el pasado. Un conocimiento a todos los niveles: paisajes, entornos, costumbres, vivencias, personajes, etc… La arqueología interpreta las formas de la sociedad, lo cotidiano, grandes dignatarios, campos de deporte…

Gustavo Farías supo archivar en su Museo del Deporte recuerdos materializados para evitar que mueran en la mesa de un bar al agotarse las tertulias futboleras.

En el fondo, Gustavo hace en forma brillante y extremadamente profesional, lo que modestamente hago yo  en estos artículos del domingo: dar a conocer y resaltar, dejar constancia, capturar momentos de vida, inmortalizar personas…

Si Howard Carter halló la tumba de Tutankamón en el valle de los Reyes frente a Luxor, Gustavo Farías en el valle del Chateau Carreras fue donde inició su andadura arqueológica.

Tiene el carbono 14 para investigar fauna y saber si es del cretáceo o del jurásico, recogiendo restos, hallazgos, vasijas, fetiches, y otras especies nuevas con camisetas diversas o encontrar animales cuaternarios que entran al olimpo de podios y copas, en ese escaparate emocional en que convirtió su original creación. Intenta esclarecer el gran dilema de si se trataban de seres mutantes microperezosos… ¿O anaeróbicos chivosaurios? ¿Homínidos embriológicamente detenidos? ¿Protohominoides? ¿O solo antropomórficos chinoides nativos?

Aun no se han reunido científicos y académicos para certificar o refutar sus teorías porque la arqueología en Córdoba no tiene jerarquía en las universidades ni siquiera para una licenciatura y él merece por lo menos un título honoris causa. Gustavo tiene el secreto a través de las estratificaciones de los primeros piratas que surcaron los mares de Alberdi desde el puerto de Arturo Orgaz y sus diferencias, filibusteros y corsarios. También es un experto en "Matadores" de Barrio Jardín y de Gloriosos de Alta Córdoba. Su talento pasa por Nueva Italia, Barrio La France cuna luminosa y poetas de Barrio Juniors. De todos esos lugares encuentra elementos que muchos atesoramos en nuestra memoria pero él se encarga de traerlos al "ahora" para nuestro regocijo.

Como todos los genios no tiene ningún plan preconcebido. Desde niño apuntaba maneras precoces.

Por genética proviene de las profesiones más nobles de la humanidad: mamá maestra, padre médico. Ya sabía leer a los cuatro añitos. Su madre le enseñaba jugando a deletrear. En vez del clásico ''ma-má'', aprendiendo a decir ''ma-dur-ga''. Ya le gustaba tirar del hilo de las figuritas de jugadores como un titiritero. De su padre aprendió a crear ficheros de las historias clínicas. Se iba adobando el genio. Como una luz de la naturaleza o un instinto que pasa triunfal por sobre todos nuestros prejuicios. Es cercano, afectuoso y elegante. Vive apartado del molde como del engranaje de los periodistas deportivos por fuerza de su excelsitud.

Quizá, advirtió en el consultorio de su padre la existencia de esos cuatro volúmenes catedralicios de los franceses Testut y Latarjet, y que quizás le sirvieron en su tarea de enciclopedista del fútbol.

Así como Florentino Ameghino fue la figura más señera de la arqueología con su tratado sobre el origen del hombre y su teoría autoctonista situándolo en la pampa argentina,  Gustavo dio por tierra con la teoría autóctona de que el conocido eslogan ''Córdoba cuna de campeones'', donde explica que esa frase es de Federico Dickens, un profesor de educación física ligado al deporte nacido en Estados Unidos, y que fue director técnico de la selección argentina de atletismo de la época.

En su museo del Deporte, Gustavo ya incorpora elementos como cámara de 360 grados, microscopio electrónico, luminiscencia, estadística, fotografía y por supuesto el cine… todo para ayudar a recomponer nuestro pasado deportivo, desde los grandes momentos hasta los más sencillos, como el fútbol de potrero que es la base.

Ha incorporado trozos de vida, de cultura, retratos, objetos, el botín de Willington, los guantes de Falucho, la silla del Kempes… en todo eso está el genio de Gustavo Farías.

Vaya este pequeño pero muy sentido y admirado homenaje a una persona que es todo un orgullo de Córdoba, en una Argentina siempre rehacía a reconocer los grandes talentos del interior. 

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