La nueva grieta: entre el deber de votar y el silencio de las urnas

POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior
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  • Creció de forma inédita la deserción electoral en varias provincias, con caídas de participación de entre 4% y 14% respecto a 2021.
  • Un estudio de Pablo Semán y Josefina Salvatierra en seis provincias detecta que la mayoría considera importante votar, pero muchos igual se abstienen.
  • Entre los abstencionistas, 59% está interesado en política; 37,2% no vota como acto político y 41,3% para “no legitimar a nadie”.
  • Principales críticas: candidatos que se olvidan de la gente (65,1%) y que solo buscan cargos (50%).
  • Tres perfiles de abstención: doctrinaria, decepción post-Milei y oposición sin referentes fuertes.
  • Clima emocional negativo: bronca, decepción, cansancio y tristeza predominan, especialmente en jóvenes y mayores.
  • La abstención actual prolonga sentimientos de la elección 2023, cuando votantes se debatían entre temor a Milei y rechazo a Massa.
  • Decepcionados de Milei y opositores sin representación convergen en no votar, aunque con motivaciones distintas.
  • El estudio advierte que la abstención podría volverse un hábito que debilite la legitimidad democrática.
  • El desafío: que partidos y dirigentes reconecten con ciudadanos informados pero exhaustos que hoy eligen el silencio de las urnas.

Después de la irrupción de Javier Milei en la política nacional —un outsider que saltó de los paneles de televisión a la Presidencia—, el fenómeno más llamativo de este año no llegó desde los partidos, sino desde las calles vacías de votantes. La deserción electoral creció de forma inédita en varias provincias y encendió las alarmas de cara a los comicios bonaerenses del 7 de septiembre y a las elecciones nacionales del 26 de octubre.

Un estudio realizado por el sociólogo y antropólogo Pablo Semán, junto a Josefina Salvatierra, buscó explicar las raíces de esta tendencia. La investigación combinó encuestas y trabajo cualitativo en seis provincias —Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe, Chaco, Salta, San Luis y Jujuy—, que registraron caídas de participación de entre 4% y 14% respecto a 2021.

La encuesta nacional de Rubikon-Intel, con 1.956 casos y un margen de error de ±2,2%, muestra un contraste llamativo: el 75% de los consultados cree que votar es un deber ciudadano y el 80,5% sostiene que “votar sigue siendo importante”. Sin embargo, esa convicción no se traduce en la asistencia a las urnas. Incluso entre quienes no votaron, un 59% dice estar interesado en la política.

El ausentismo, advierte el estudio, no es sinónimo de apatía. Para el 37,2% de los abstencionistas, no votar es un acto político; un 41,3% asegura que su intención fue “no legitimar a nadie”. Las críticas más frecuentes apuntan a que los candidatos “se olvidan de la gente después de ganar” (65,1%) y “solo buscan cargos” (50%).

Semán identifica tres perfiles de abstención:

  1. Doctrinaria: frecuente en hombres de mediana edad, profesionales, con una convicción ideológica de no participar.
  2. Decepción post-Milei: votantes que apostaron por el presidente y ahora se sienten desconectados.
  3. Oposición huérfana: electores que no encuentran alternativas potentes ni representativas.

El clima emocional que retrata la encuesta es mayormente negativo. Predominan la bronca, la decepción, el cansancio y la tristeza, sobre todo entre jóvenes (16-30 años) y mayores de 61. La esperanza aparece con más fuerza en el grupo de 31 a 60 años, mientras que la indiferencia y el interés mantienen niveles bajos y estables entre edades.

Para Semán, lo que hoy sucede es la prolongación de sentimientos que ya se vieron en las presidenciales de 2023. Entonces, parte del electorado indeciso oscilaba entre el “terror a Milei” y el “asco a Massa y al peronismo”. El miedo inclinó a algunos hacia Massa; el rechazo al peronismo, a otros hacia Milei. Ahora, en los que eligen no votar, ni el temor a Milei ni el rechazo al peronismo alcanzan para movilizarlos.

Esta convergencia de decepcionados de Milei y opositores sin representación produce un mismo comportamiento —la abstención— pero no necesariamente una misma motivación. Es un voto silencioso que expresa rechazo, pero no se traduce en apoyo a otra fuerza.

El informe plantea un escenario preocupante: si la tendencia se consolida, la abstención podría convertirse en un hábito político, erosionando la legitimidad del sistema democrático. Sería una forma establecida de “votar con los pies” contra una oferta electoral percibida como irrelevante o desconectada.

La pregunta que sobrevuela es si partidos y dirigentes lograrán reconstruir el vínculo roto con una ciudadanía que, aunque informada y comprometida con valores democráticos, empieza a ejercer su derecho a no votar.

La voz de una entrevistada resume esa desconexión: ex votante de Milei y ahora abstencionista, confiesa que siente que “se está cortando todo” y que volvió a encerrarse en sí misma. “Me doy cuenta de que si no soy yo la que sale, no logro nada”, dice.

Ese repliegue personal es, para los autores del estudio, una advertencia colectiva. La democracia argentina enfrenta un desafío inédito: recuperar a los que hoy no se sienten parte del juego político. Porque, detrás del silencio de las urnas, no hay indiferencia: hay argentinos exhaustos.

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