Entre la protesta y la negociación: la CGT camina en dos direcciones

POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior
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  • La CGT marchará el 7 de agosto con un mensaje opositor al Gobierno, pero sin abandonar el diálogo en el Consejo de Mayo.
  • Busca equilibrar su rol negociador con una presencia callejera, presionada por sectores sindicales más duros.
  • Denuncia falta de respuestas del Gobierno y aprovecha el desgaste político de Milei.
  • Internamente, enfrenta tensiones por la falta de medidas más firmes, como un paro general.
  • En el Consejo de Mayo, la CGT y la UIA promueven aliviar el “costo argentino” sin tocar derechos laborales.
  • Con Kicillof también hay fricciones: les prometieron tres lugares en las listas, pero sólo habría uno.
  • Se barajan nombres como Héctor Daer, Sergio Palazzo y Vanesa Siley, mientras otros gremios reclaman compensaciones políticas.
  • La CGT teme quedar nuevamente relegada del armado electoral, pese a su esfuerzo por recuperar poder.

En una movida de equilibrio precario y alta tensión política, la Confederación General del Trabajo (CGT) confirmó su intención de participar activamente en la marcha del próximo 7 de agosto por San Cayetano, con un mensaje opositor al Gobierno de Javier Milei, sin abandonar al mismo tiempo el espacio de diálogo que representa el Consejo de Mayo, donde convive con funcionarios libertarios, gobernadores, legisladores y empresarios.

La central obrera transita una doble estrategia: mostrarse dispuesta a acordar sobre temas como la modernización laboral, pero también exhibir músculo callejero para evitar ser desplazada por sectores sindicales más combativos. En esa línea, la participación en la movilización convocada por los movimientos sociales —heredera de la histórica marcha “Pan, paz y trabajo” de 1981— busca contener internas crecientes y enviar un mensaje al Ejecutivo ante la falta de respuestas concretas a sus demandas.

“Hasta ahora no logramos nada. El Gobierno no negocia y nos enteramos por los diarios de medidas como el cierre de Vialidad”, se quejó un dirigente cegetista ante Infobae. La CGT percibe una oportunidad de golpear a la Casa Rosada en un momento de desgaste político, tras la reciente ofensiva de Milei contra los gobernadores y el freno legislativo a algunos proyectos clave del oficialismo.

Al mismo tiempo, puertas adentro, la conducción cegetista enfrenta presiones de los sectores más duros, como la CATT y el nuevo Frente de Lucha por la Soberanía, que exigen mayor protagonismo opositor. La ausencia de un paro general detonó una reunión tensa a fines de junio, en la que dirigentes como Abel Furlán (kirchnerista) reclamaron una medida de fuerza contundente.

Pese a esas fricciones, la CGT ratificó su participación en el Consejo de Mayo a través de Gerardo Martínez (UOCRA), quien viene articulando una agenda común con la UIA. El objetivo compartido: exigirle al Gobierno que alivie el “costo argentino”, sin tocar derechos laborales. Según Martínez, la carga impositiva y el financiamiento encarecen la producción más que los salarios. Un ejemplo: una prenda de una marca local cuesta menos en Chile que en el país donde se fabrica.

Pero los desafíos no terminan allí. En su relación con Axel Kicillof, la central también cosecha tensiones: el gobernador había prometido tres lugares en la lista de candidatos a diputados nacionales, pero tras el armado del frente Fuerza Patria, ese número se redujo a uno. Héctor Daer aparece como el posible elegido, aunque no es el único nombre sobre la mesa. Cristina Kirchner impulsaría la reelección de Sergio Palazzo (bancarios) y también está en juego el futuro de Vanesa Siley (judiciales), pieza clave del kirchnerismo en el Consejo de la Magistratura.

Sergio Massa, por su parte, se mantiene al margen de la puja sindical y no habría intervenido en la negociación de candidaturas. Kicillof, en cambio, podría compensar con lugares en su gabinete a los gremios excluidos de las listas, como el sector de Hugo Moyano y el espacio de Luis Barrionuevo, que negocia desde su flamante partido, Trabaj.ar.

A pesar de la voluntad de recuperar protagonismo político y territorial, en la CGT prima una sensación de escepticismo: “No queremos limitarnos a pintar paredes y fiscalizar elecciones; queremos recuperar poder”, advierten. Pero saben que, una vez más, podrían quedar al margen. Entre la calle y la mesa de diálogo, la central obrera se juega su propia supervivencia.

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