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Milei probó con un candidato de la casta y quedó muy lejos

POLÍTICA 08/05/2023 Fernando GONZÁLEZ
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El sábado 29 de abril un griterío sorprendió a los riojanos que tomaban vermú y picaban algo en los bares de la capital de la provincia. De pronto, un millar de personas (la mayoría de ellos jóvenes) apareció desde la peatonal y desembocó en la plaza central cantando y siguiendo al hombre de ojos azules y pelo alborotado con campera de cuero negra que levantaba los brazos, sonreía sin parar y se dejaba sacar cientos de selfies.

“Paso a paso, llegó Javier Milei!!!”, coreaban los fanáticos, con música de cancha inspirada en una letra de la Mona Giménez. Por primera vez, la revelación de las encuestas presidenciales se mostraba en una provincia lejana a Buenos Aires junto a un candidato a gobernador propio. Y no se trataba de cualquier candidato. Martín Menem, diputado provincial, es el sobrino de un ex presidente (Carlos Menem) y el hijo de un ex senador (Eduardo Menem). Alimentado desde la cuna con la leche de la política, ningún libertario podrá negar que pertenece a aquello que Milei ha demonizado, y con éxito, como la casta política.

 
La química entre Milei y un heredero de sangre del menemismo parecía una profecía bíblica. Un hilo invisible une la idea de la dolarización y la de la convertibilidad menemista. Y el candidato que atemoriza a peronistas, radicales y macristas no se cansa de elogiar a Carlos Menem y a Domingo Cavallo. El Menem de segunda generación era el postulante perfecto para una primera prueba electoral en una provincia del noroeste postergado.

De hecho, Milei lo planteó así en la visita a La Rioja. “Nunca se dieron cuenta que el liberalismo es el movimiento de los oprimidos”, exageró, como si fuera un líder anti imperialista y entusiasmado por los sondeos preelectorales que vaticinan la obtención de muchos votos en los segmentos de clase media baja, y hasta de clase baja. Una sensación que los libertarios reforzaron cuando Cristina Kirchner los eligió como enemigos.

Pero el primer experimento off shore de los centros urbanos que puso en marcha Milei no logró los resultados esperados. Martín Menem quedó tercero, a más de 30 puntos del gobernador kirchnerista reelecto (Ricardo Quintela) casi a 20 del candidato de Juntos por el Cambio (Felipe Alvarez). Al menos en La Rioja, los candidatos de la dolarización y el discurso anti casta quedaron muy lejos. La política se vuelve mucho más complicada cuando sale a la cancha y se aleja de Twitter y de las redes sociales.

Milei y los suyos deberán aprender la elección de este domingo en La Rioja. Las apuestas electorales a gran escala requieren un grado mucho mayor de profesionalismo, de organización y de fiscalización, características que brillaron por su ausencia en el armado libertario. Los números de las encuestas resultan muy auspiciosos, pero son insuficientes a la hora de la política real.

Por más que los insulte y los acuse de siniestros, Milei debería observar con atención la demostración de fuerza que en la noche del domingo hicieron dos de sus adversarios: Gerardo Morales y Horacio Rodríguez Larreta. El gobernador de Jujuy logró que su candidato a sucederlo (el economista Carlos Sadir) triunfara con casi el 50% de los votos, reforzara su apuesta presidencial y el rol de la UCR en la interna autodestructiva de Juntos por el Cambio.

Morales completó la foto con la presencia también presidencial de Rodríguez Larreta; la del candidato radical a jefe de gobierno porteño, Martín Lousteau; la del presidente de la Coalición Cívica, Maximiliano Ferraro y hasta la del intendente de San Isidro, Gustavo Posse. Todos ellos son parte del armado político que confronta en la coalición opositora con la candidatura de Patricia Bullrich, quien cuenta con el respaldo del radical Alfredo Cornejo y con el apoyo, a veces asfixiante, de Mauricio Macri.

“Es un triunfo de Juntos por el Cambio; los argentinos quieren un cambio y éste es el camino”, gritó Rodríguez Larreta desde el escenario jujeño, marcando cual era la apuesta del grupo que estaba allí arriba. Todos ellos, lo mismo que Bullrich y el macrismo más acérrimo, saben perfectamente que la marca de la coalición viene cediendo intención de voto en detrimento de Javier Milei. Y que les quedan pocas semanas para dar alguna señal de racionalidad que les evite el drenaje de votantes.

Este lunes volverán a reunirse los principales dirigentes del PRO (incluyendo a Rodríguez Larreta, Bullrich y a María Eugenia Vidal) para tratar de encontrar caminos comunes que unifiquen la estrategia electoral y, sobre todo, que les permita acordar el nombre de un candidato único en la Ciudad. Macri impulsa a su primo, Jorge Macri; Larreta a su ministro, Fernán Quirós; y también suena la posibilidad de que termine siendo Vidal la candidata porteña del consenso. La diputada se hizo fotos con Patricia y con Horacio, pero admite que le falta el decisivo apoyo de Macri para poder avanzar. “Mauricio es el obstáculo”, les ha confiado a sus colaboradores. Y allí está congelada la situación.

Desde que se bajó de la candidatura presidencial, Macri inició una tarea de demolición sobre las otras figuras del PRO. Primero fue la carga contra Rodríguez Larreta, a quien destrozó en una tribuna de la Sociedad Rural y ante un auditorio conformado por los principales empresarios del país. En el mismo discurso elogió la figura de Javier Milei. Una venganza de la que el macrismo se arrepentiría días después, cuando la figura del libertario comenzó a consolidar su capital electoral a expensas de la oposición.

En los últimos días, Macri logró despertar también el enojo de Patricia Bullrich a quien le llegaron los comentarios de empresarios y economistas. Sucedía que el ex presidente, en los diálogos indiscretos con integrantes del establishment, sugería que un futuro gabinete de la ex ministra llevaría su sello personal. Se mencionaba a Gustavo Garavano, a Guillermo Dietrich y a Andrés Ibarra como futuros ministros de Bullrich.

Las intrigas echadas a volar por el macrismo colmaron la paciencia de Patricia Bullrich, quien se auto excluyó del encuentro de los presidenciables de Juntos por el Cambio de hace siete días. Como lo sucedió a Rodríguez Larreta hace algunas semanas, la ex ministra no quiere que su imagen se consolide como la de una candidata que es parte de la estrategia superadora de Macri. El fantasma de Cristina y Alberto Fernández como presidente títere es el que ninguno de ellos quiere repetir.

Entre la inflación, la crisis del dólar y ahora el efecto de la recesión en la economía, el Gobierno intenta encontrar algún resquicio que lo aleje del escenario de catástrofe electoral que le auguran todas las encuestas. Cristina y Sergio Massa cuentan los días para que llegue el domingo próximo. Es que en las cinco provincias donde habrá elecciones, el peronismo se impondría sin mayores problemas. No resuelve el problema principal pero será un alivió y una oportunidad de relanzamiento oficialista.

El 14 de mayo irán a las urnas en Tucumán, donde los favoritos son los peronistas tradicionales Osvaldo Jaldo y Juan Manzur. En San Juan debería ser reelecto el gobernador peronista joven Sergio Uñac. Lo mismo intentarán el peronista “de gestión” Sergio Ziliotto en La Pampa, el peronista alternativo Gustavo Sáenz en Salta y el peronista patagónico Gustavo Melella en Tierra del Fuego. La tendencia en el peronismo es buscarse un perfil diferenciado que los despegue del desastre kirchnerista.

Este viernes, dos días antes de las cinco elecciones provinciales, todos los candidatos deberán pasar por el trago amargo del anunció del Indec con el índice de inflación de abril. El número cercano al 8% que se espera casi con resignación es una patada en el coxis para cada uno de los candidatos, casi tan dolorosa como la que recibirá el ministro de Economía, Sergio Massa.

Por eso es que estalló como una bomba el breve intento del Gobierno para postergar el anuncio de la suba de precios de abril. Massa debió desactivarlo un par de horas después de anunciado porque el impacto sobre la imagen del ministro que quiere ser candidato a presidente estaba siendo devastador.

La manipulación del índice de inflación, liderado por Guillermo Moreno, fue el primer hachazo que a fines de 2006 comenzó a horadar la credibilidad de los primeros años del kirchnerismo. Han pasado diecisiete años de aquel desatino estadístico con consecuencias políticas. Pero la tentación parece haber regresado en estos días de desconcierto y de desesperación.

Fuente: Infobae

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