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Venezuela se habría convertido en los últimos años en un país productor de droga, después de décadas de ser un puente clave para el tráfico de sustancias ilegales. Así lo asegura el Gobierno de Estados Unidos y el portal Insight Crime, un monitor hemisférico que hace seguimiento al impacto del crimen organizado en la región. “En la era Maduro, el tráfico de drogas se ha atomizado con una proliferación de actores. La participación del país en la cadena global de suministro se ha expandido más allá del tránsito de drogas, con las primeras incursiones en la producción de cocaína”, dice la investigación. Caracas, habitualmente a través funcionarios militares, cuestiona el sesgo de estos informes.
El Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada colgó hace muy poco en sus redes sociales pruebas de varios operativos documentando la quema de cultivos de coca y amapola. “Se expulsará a todos aquellos que irrespeten nuestras leyes y ofendan la patria con sus infames vicios”, advierte la publicación.
Las acusaciones al Gobierno por sus presuntos nexos con operaciones financieras vinculadas al narcotráfico han aumentado de intensidad durante el mandato de Nicolás Maduro, que ya cumple 10 años en el poder. En 2005, el propio Chávez decidió poner fin al convenio de cooperación antinarcóticos que tenían Venezuela y la DEA. A su sucesor se le achaca la anarquización de las zonas mineras, la actitud tolerante con las guerrillas colombianas, la entronización de mafias en la frontera con Colombia y la consolidación de operaciones de narcotráfico en la costa oriental del país.
En cualquier caso, el volumen de cultivo de hojas de coca en Venezuela, contabilizadas en cientos de hectáreas, es aún muy inferior al que existe en Colombia, el mayor productor del mundo con 200.000 hectáreas, o los países que le siguen, como Perú, con 20.000 hectáreas, o Bolivia, que tiene cerca de 10.000. Algunas fuentes apuntan a que, más que cultivos, lo que ha proliferado son los laboratorios de procesamiento, sobre todo en Estados llaneros, como Cojedes, o en la zona oriental del país.
“El narcotráfico ha cobrado importancia como un componente de las estrategias de Maduro para aferrarse al poder ante los embates sufridos por su Gobierno”, asegura Insight Crime. “Su objetivo no ha sido captar para sí mismo las riquezas del tráfico transnacional de cocaína, sino controlar y canalizar su flujo, usándolas como un mecanismo para premiar a los poderes políticos, militares y criminales que Maduro necesita para mantener el control del Gobierno”.
Se ha documentado la existencia de zonas de cultivo de marihuana, amapola y hoja de coca en las zonas fronterizas con Colombia: en la Sierra de Perijá, el sur del Lago de Maracaibo, el Estado Amazonas y en el Alto Apure. El abogado y criminólogo Luis Izquiel afirma que “hay zonas del departamento norte de Santander, el municipio de Tibú, en Colombia, donde el cultivo de drogas es de los mayores del mundo. Esa sobreexplotación ha permeado en Venezuela. Se están reclutando muchos emigrantes venezolanos necesitados como mano de obra por parte de grupos irregulares en las zonas de la frontera”.
El negocio y la gestión de la producción de droga local, antiguamente con mucha presencia colombiana, ha ido pasando a manos venezolanas, si bien parece indiscutible la presencia de las disidencias de las FARC y del Ejército de Liberación Nacional (ELN), de Colombia, en la protección y el fomento de muchas de estas actividades. Los efectos del Plan Colombia, junto a los acuerdos de paz, han producido un importante desplazamiento de efectivos colombianos a Venezuela.
“Por supuesto que se ha agravado el problema del tráfico y el cultivo en el país”, afirma una conocida juez antinarcóticos que ha preferido mantener su nombre en la reserva. La magistrada explica que el Cartel de los Soles no opera bajo una organización criminal jerárquica clásica, asesinando selectivamente personas bajo el mando de un patrón, como sucede en Colombia o en México. “Es una red tupida de militares que hace negocios con los narcóticos, y son tolerados en las instancias oficiales a cambio de apoyo a la revolución. Aunque debo decir que también conozco muchos militares profesionales y honestos, empeñados en hacer su labor correctamente, con una posición inflexible sobre estos temas”, añade.
Javier Mayorca, director del portal especializado Crímenes sin Castigo, asegura que “Venezuela tiene pocos instrumentos para ubicar cultivos ilícitos y, desde la ruptura con la DEA, una ceguera voluntaria con esto. Pocas personas del exterior pueden certificar los esfuerzos locales. Lo que se ve desde Colombia es una densificación de cultivos hacia la línea limítrofe”. Mayorca agrega, además, que hay un criterio selectivo del Estado en el momento de atacar actividades de narcotráfico, y que ese sesgo se observa también en el combate al delito o a la minería ilegal. “A algunos los atacan durísimo, y a otros no los tocan ni con el pétalo de una rosa”, dice.
Fuente: El País






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