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Gracias fútbol por darme una ahijada ejemplar

PARA LEER EN PANTUFLAS 08/05/2022 José Ademan RODRÍGUEZ
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jose ademan Por José Ademan RODRÍGUEZ

No se confundan con eso del fútbol... cada vez me resulta más intolerable escuchar hablar a gente relacionada con el fútbol, hasta siento repulsión por la gran mayoría de los jugadores profesionales más famosos a quienes considero como una plaga.

Asco de la pornografía triunfalista de los vestuarios al obtener títulos, sus yates de lujo, aviones privados, todo en exultante exhibición...

Sí, ya sé, son pocos. Pero duele la forma en que envilecen a la sociedad en que vivimos. Miren el ejemplo que le dan a los niños que sueñan como antes con jugar con el club de su barrio.

Parafraseando a Almafuerte, hasta las virtudes cardinales mismas son para tales engendros, nimiedades infantiles, cuando en realidad satisfacen una enorme aberración que desgarran tranquilamente las prácticas establecidas por ser estrellas para los hinchas que son enfermos mentales.

A muchos de esas figuras les place tirar a guisa de titiriteros del hilo de cada pasión, de cada flaqueza o tendencia, para que esa masa de energúmenos accionen, anden y gesticulen con los caprichos de sus estrellas...

Todos los gritos y ovaciones humanas suenan en sus cerebros, sin penetrar a sus corazones, no constituyen para ellos más que los elementos de su obra que no edifican para sus admiradores, sino sobre estos...

Eso para los ''millonetis'' pero las estrellas medio pelo son más penosos aun... como algunos que suelen arribar de Argentina con una pátina de cosmoboludos con cultura de salsa villera, esa música con olor a delincuencia de sangre y mugre, jugadores carnívoros succionadores de mate...

A esos, yo les diría en tono de sugerencia: ''Vea mi amigo! usted es un gil de cuarta... y coja bien a su mujer, no se distraiga... por las dudas, con tantos viajes''.

Contemplan la vida a vuelo de pájaro, como si no le importara una mierda, pues andan entre los demás como entre sombras, como el carpintero entre las virutas de su taller, haciéndose los distraídos, sin dar jamás la cara, apurando el paso, prendidos al móvil, como cuando desprecian a los periodistas en la puerta de los hoteles, ellos van lanzados por sobre rieles a su destino, a esos mismos cronistas pelotudos que pareciera les pagan por molestarlos. Ellos no temen a la crítica ni buscan el aplauso de su siglo. ''Y, M'Bappé, ¿vas a ir al Madrid?!", les gritan sin darse cuenta que subordinan su ser a la bestial sensualidad de su vocación.

El pasado miércoles, cambié esa perspectiva del fútbol disfrutando del triunfo del Real Madrid. Hasta te dan ganas de ser hincha del Madrid. Empezando por su presidente, Florentino Pérez, cabal empresario y de actitud paternalista ejemplar con sus jugadores. En total contraposición a su eterno rival, el FC Barcelona, cuyos dirigentes, visitaron la cárcel en su gran mayoría.

Y el lujo del remozado Santiago Bernabéu el mejor estadio de fútbol del mundo. La convivencia ejemplar de su vestuario en esta historia de gestas y remontadas épicas.

Tengo pocos amigos en el mundo del fútbol, de esos que se hacen naturalmente, sin la fama de por medio ni la adulación.

A principios de los años 1980, me cayó por Barcelona un veinteañero que venía de Belgrano, pintón, rubio como la cerveza, sencillo muchacho de barrio, de nombre Omar Chochoi, a quien no conocía de nada. Me cayó tan bien que se quedó varios meses en mi casa. Y fuimos forjando una auténtica amistad. Previo paso

por el club de Santa Coloma de Gramenet, recaló en tierras alicantinas, en el pueblo de Bigastro. Allí conoció a la mocosa que le cambio la vida. Parece ser que ella le llenó de colores interiores, esos que disfrutan los enamorados y seguro, más atractivos que el celeste de los piratas de Alberdi.

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Sin lugar a dudas, la heroína de esta historia. Finita

Más tarde, en el 1988, en Elche, nació la que más tarde sería mi ahijada. Mi única ahijada.

Su nombre es Virginia. Cuando cumplió 15 años, le dediqué unas palabras escritas que luego se publicaron en un concurso literario de mi barrio de San Andrés.

No sé por qué medio llegaron a Cadena 3 en donde el locutor Rony Vargas le dio difusión.

Ahí va:

Semilla en Alicante; Mujer en Córdoba

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Carta a una ahijada quinceañera

''Él se cansó de seguir las piruetas de una pelota que da más vueltas que la vida… Y descubrió que las manos tienen más ternura que los pies, que con ellos se hacen el pan y las caricias. Ella, acordeón de niña y labios recién pintados… Él puso la pose, presumió y algo dijo. Ahí pensó en la fabulosa empresa de hacer un nido y así, dialogando con los dedos, enlazados por la cintura, pasearon sus besos entre el verde de los olivares, las palmeras y el rubio tapiz de los limoneros de la tierra de Alicante. Y así, entonces, nació un romance dulce como un zumo de naranjas. Ella entregó toda la música… él se emocionó… Estaba tocando el cielo como cuando los niños en los altos de San Vicente en puntitas de pie y sólo alzando una mano tocaba las estrellas. Y cuando naciste vos, Virginia, se completó el paisaje con esa, tu sonrisa que tiene el vuelo dulce de una gaviota sobre la espuma del mar… Y te hiciste inmigrante, ahijada mía, y como a todos, la distancia nos moja los ojos con los fulgores del Mediterráneo o bajo la Cruz del Sur. Fuiste semilla en Alicante; floreciste como mujer de Córdoba. ¿Y el futuro? Depende cómo soplen los vientos; tal vez tengan alas tus raíces. No sé dónde quedó el lacito de tu pelo ni el osito de peluche… No me hagas mucho caso, ahijada, disfruta de esta noche… que la vida son palabras que no se entienden, flores imposibles y juguetes inalcanzables. Lo único cierto es que nos ponemos viejos y a veces sin saber a quién ni por qué hemos amado. Te dejarás llevar por el juego del amor y estar a la altura de lo que se da en dignidad y sentimientos. Tendrás que aprender a distinguir el fuego del resplandor… Pero nunca cambies las monedas de la fidelidad por las de la felicidad porqué estas no existen, a veces son tristes historias escritas en la arena. Quince años es un cruce de vías… en una, despides a la niña, queda la mochila con tus acuarelas y te vas a otro tren, con las cosas de vivir la vida en serio. Y te preguntarás muchas veces: “¿Qué es vivir la vida en serio?”.

 

Y vaya si fuiste feliz y fiel, excelente esposa y madre.

Te llevaron a Argentina siendo una niña de diez años... ahora ya tienes treinta y cuatro, y dos niños.

(ella es maestra de educación inicial, con una vocación admirable en el colegio San Pedro Apóstol y sigue viviendo en Córdoba).

Hace como unos veinte años o treinta (no puedo precisar, culpa del ictus que tuve), localicé a su madre, Finita, en un vuelo en el que coincidimos en Buenos Aires. Ella venía de Alicante, yo de Barcelona (oh, bendita casualidad) y revivimos envueltos en la nostalgia aquella semana que pasé en casa de sus padres en Bigastro. Yo me había separado y tenía, no sé... como ansias de familia. Aun me quedan visiones de ese arroz con conejo que me enseñó a cocinar su madre, las tardes compartidas en un bar junto a su padre y su infaltable cigarrillo. Y las lecturas en el altillo de su casa que fue quizás su lugar de niña, hasta encontré unas castañuelas perdidas...

Las gracias que le hizo a su padre cuando reunido en la mesa familiar, le dije: ''Esteban, bendito seas entre todas tus mujeres...''

Pero solo con nombrarla a Finita, vi cómo se les humedecían los ojos, ahí me di cuenta que era la niña de sus ojos y que él, el hombre que más la amó...

En ese viaje recordamos cuando me aceptaron como camarero para trabajar en el bar que tenían cuando vivían en Crevillente, nunca lo olvidaré pues siempre me encantó el laburo de mozo de bar. Pero esa noche fue con todas las consecuencias, acomodar las sillas, barrer... Al ducharme en su casa me salía petróleo. Era el mismo bar donde lo llevé a cantar a mi amigo Fernando Ríos Palacio.

En otra visita, para el casamiento de su hermana, Joana, fui con el Zurdo Rivadero. Yo le hice un discurso en el templo y el Zurdo fue todo un espectáculo bailando... ¡inolvidables momentos!

Después vino la decisión de Finita y Omar, de emigrar a Córdoba, con sus dos hijos.

Con toda la ilusión, montaron un bar. Y fueron años difíciles. Las cuentas no cerraron. La ruptura matrimonial ya estaba próxima.

Y surgió el afán emprendedor de Finita para buscarse otra actividad, ahora en el campo de la estética y de la cosmetología.

¡Y te pusiste manos a la obra Finita!

No necesitaste ninguna recomendación política ni esas cosas tan comunes en Argentina, para subir el ascensor social como las mujeres de cuna burguesa. Estabas preparada para hacer papeles diferentes. Pasar de la lejía al perfume, de la barra al café confidente. Estabas adiestrada para tragarte broncas en el ejercicio de la adrenalina controlada, sin jamás doblegarte, ni caer en las lágrimas de la impotencia, y así hiciste idas y vueltas entre Córdoba y Bigastro, buscando soluciones (pero no crean que es de las mujeres que se llevan y se traen, sino de las que se guardan en el corazón), siempre perdonando los pecados ajenos y luchando por los estudios de sus hijos.

Durante un tiempo, te perdí de vista.

Hace unos días, te redescubrí. Me contaste que vivías en Santiago de Chile donde por desgracia, tu segundo marido, a quien amabas incondicionalmente, murió víctima del Covid.

Trovadora de tiempos grises, siempre sembrando optimismo, dejando atrás a esa adolescente tímida e introvertida de sus años en la banda musical del pueblo y demostrando que estabas preparada para un combate a incontables asaltos frente a un destino incierto.

Me confesaste que tenías pensado volver a tu tierra, no hace falta irte para saber que estas.

Y quien que te haya conocido, puede cometer el sacrilegio de no quererte mi reina (como dicen las pescateras españolas). Sé que estás contenta con el trato que te dieron en Córdoba, que hiciste muchísimos amigos... y que los malos de tu película serán siluetas lejanas y que olvidarte de las cosas mala es tener buena memoria...

Volverás a sentir sobre tu carita lavada el soplo del levante.

Y la presencia de los viejos en la plaza de Bigastro, que allí no tienen prisa.

Volverás en silencio como los grandes, en el momento más inesperado, cual embajadora de la vida.

Si al fin ya comenzarás a perder cosas por el camino y vuelves a tu tierra con todos los deberes hechos.

Y que contento se pondrá Esteban que se esfumó en una voluta de cigarro a contemplarte desde arriba

No te costará inventar recuerdos nuevos, en el regreso, tendrás esa placentera sensación de viajar en tu propio corazón.

Muchos te dirán al verte: ''Eres la finita? Y abuela, con lo joven que eres...''

Todo será como si Dios te pintara mariposas con los dedos en el cielo de Bigastro...

Irás en Semana Santa a la procesión de Orihuela, y tal vez a la Feria de Abril.

Y de paso harás estación en Córdoba para llevarte también a tu hija, mi ahijada, para que ocupe su lugar en el mundo…

Y el llamado de la sangre.

Mirá, Finita, como aun eres joven, guardá siempre esa fina serpentina de carnaval para algún vals que siempre te estará esperando, como si estuvieras en Venecia...

Y pintate, no hagas caso a las feministas que son feas...

Recuerda que el rímel subraya la expresión más pura de niña convertida en mujer y que el ‘’rouge’’ marca la conquista...

Tu sí que hiciste camino al andar, dejando semilllas de buen ejemplo y en cada paso que diste crecían las flores...

Y si estoy con vida, te prometo visitarte en tu pueblo, con un ramo de rosas y una orquídea, y te llevaré unas empanadas de mariscos, por tanta naranjas y limones que enviaste a Barcelona.

 

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