




La tercera fue la vencida y los representantes del Suoem se levantaron de la mesa de negociación que propuso el ministerio de Trabajo para intentar destrabar el conflicto municipal. Desde que la instancia inició hasta ayer, las posiciones de las partes no se habían acercado en absoluto, y el gremio abandonó las tratativas acusando una falta de vocación real de acuerdo por parte del municipio.
No se trató de un denodado ejercicio de perspicacia. Los funcionarios que Daniel Passerini envió a la mesa de negociación llegaron a Trabajo avisando que las cuentas municipales no permitían acercar ninguna oferta previo a la liquidación de los aguinaldos, y allí se quedaron. Por lo demás, la muestra de buena voluntad fue mostrar disposición a negociar el no descuento de tres jornadas de paros parciales, encubiertos bajo la forma de asambleas.
Es que, a decir verdad, buena parte de las demandas del sindicato no tienen asidero dentro de la lógica de negociación empleado-empleador. La pretensión real del gremio, en más de un apartado, es incidir en la dirección del gobierno municipal, y es allí donde choca con la discrecionalidad que le compete al Ejecutivo para guiar el curso de la administración.
Una de las cruzadas que el Suoem -o la conducción del Suoem- intenta librar, es contra el Ente de Fiscalización y Control Municipal. Un proyecto que redactó el Ejecutivo, que atravesó las comisiones de Concejo deliberante, que incluyó modificaciones sugeridas por la oposición y que fue aprobado, en doble lectura, y audiencia pública mediante, con el voto de más de dos tercios del recinto.
El gremio lo ve como una quita de funciones, pero equivoca el análisis: las funciones son del Estado Municipal, no del sindicato. Los empleados son un medio a través de cual la Municipalidad ejecuta sus funciones que, por si fuera necesario aclarar, no están orientadas a satisfacer el interés del sindicato, sino el de los vecinos en su conjunto.
En el fondo, la pelea por las funciones de fiscalización es recia porque la facultad de habilitar, clausurar o multar a quienes ejercen cualquier actividad económica conlleva la posibilidad de lucrar y de ejercer poder. De “coimear”, o de “apretar”, para ser más coloquiales. Lo que subyace es la pelea por una caja; y una nada desdeñable.
Algo muy parecido sucede con las presiones del sindicato hacia la Guardia Urbana, que terminaron con un asalto de manifestantes del Suoem a la Justicia Administrativa de Faltas. El celo del gremio es que la Guardia Urbana sea facultada a labrar actas de infracción. Una vez más, los municipales confunden las facultades del Estado Municipal con un poder que, por algún extraño motivo, interpretan como propio.
Estas dos pretensiones chocan contra una máxima que el PJ se precia de haber instalado desde su arribo al Palacio 6 de Julio: el fin del cogobierno al que el Suoem supo someter a sus predecesores. Es una bandera cara, que ningún intendente que se precie de ser continuador de la gestión llaryorista puede entregar. Y Passerini lo sabe.
En tercer lugar, el gremio reclama el pase a contrato de becarios y monotributistas que, en gran medida, son hijos, sobrinos, nietos y allegados varios de delegados del Suoem o de empleados municipales “de raza”, que han ido entrando al Palacio 6 de Julio a causa de la presión de las “Comisiones de Padres” organizadas por el sindicato para esquivar cualquier mecanismo de selección que garantice -como manda la Carta Orgánica- el acceso a la función pública basado en la idoneidad. Es difícil advertir alguna legitimidad en este reclamo.
Finalmente, el reclamo salarial es -aunque no el prioritario para la conducción- el único que tiene asidero real. Que vale considerar legítimo. Pero choca también con una realidad: ningún sindicato ha conseguido surfear la inflación de los últimos 18 meses sin perder capacidad de consumo. El salario real de todos los argentinos ha caído. Y el municipal aventaja, con amplitud, al salario promedio de los vecinos, que financian al Estado Municipal, cuyos ingresos también han caído, y cuyas obligaciones hacia la sociedad crecen día a día. Nadie se salva solo.
El Ejecutivo compró tiempo valioso sin dar nada a cambio en Trabajo, y todavía tiene una conciliación obligatoria de ventaja. En lo formal, quien rompió la instancia fue el gremio. La mesa está servida.
CON INFORMACION DE DIARIO ALFIL.







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