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“Cada vez más mujeres elegimos libremente ser putas”

MIRADAS 05/09/2022 Sergi ESCUDERO*
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"Me llamo Natalia FerrariDíaz y no tengo ningún inconveniente en mostrar mi cara", afirma con voz seria esta joven de 22 años residente en Barcelona. La sentencia, que puede parecer obvia, no lo es tanto cuando procede de una chica que se dedica a la prostitución. Su caso escapa de lo que la sociedad espera de una prostituta. "Cada vez más mujeres decididas elegimos libremente ser putas". Lo dice en voz alta y segura. "Me dedico a esto porque me gusta y todos mis conocidos lo saben. Disfruto experimentando con mi sexualidad y estoy muy orgullosa de mi trabajo".

Nadie la obliga a dedicarse a esta profesión ni lo hace por culpa de una vida desestructurada, privada de dinero, poca estabilidad, un entorno complejo o el consumo de sustancias peligrosas. De hecho, hace algunas semanas el alcalde de Barcelona, Xavier Trías, dijo que "nadie se dedica a la prostitución por propia voluntad", para justificar el acoso policial que está sufriendo este sector laboral en el barrio de El Raval. Asociaciones como Aprosex, Prostitutas Indignadas o Genera, luchan por salvaguardar los derechos de estas trabajadoras. "Relacionar la trata de personas con la prostitución es como relacionar el futbol con los niños que están cosiendo pelotas en Bangladesh. En todos los negocios hay injusticias tremendas contra las que se tiene que luchar, pero eso no puede ensuciar la imagen de la profesión".

Natalia no trabaja en la calle. Lo hace en espacios privados, especialmente en su piso y en hoteles. "La prostitución tiene un público tan variado que es posible hacerlo a tu manera. Puedes marcar las condiciones según tus intereses y tu personalidad para atraer a clientes con los que verdaderamente quieras estar". La condición para reunirse con ella por primera vez es tener una conversación telefónica para asegurarse de que hay una afinidad. Otro requisito es que pasen un mínimo de tres horas entre la petición de cita y la cita. "Este trabajo me ofrece una autonomía que no podría tener con otros. Marco mis horarios y puedo permitirme trabajar solo cuando quiero".

¿Qué busca en los clientes? "Que entiendan la sexualidad de la misma forma que yo; que conecten conmigo. Que comprendan que su placer no está por encima del mío por mucho que hayan pagado, y que acepten mis limitaciones y mis preferencias sexuales. Su dinero paga el contexto íntimo. Lo que sucede después depende de ambos". Pero, ¿cómo entiende la sexualidad? "Las personas tenemos derecho al placer, a conocernos a nosotros mismos y disfrutar en compañía sin presiones o culpas. El sexo tiene que ser una fuente de experiencias y nadie debería decirnos qué hacer con nuestros cuerpos".

Detrás de su trabajo hay mucha planificación. "Quiero dejar claro el tipo de experiencia que ofrezco. Los colores, el contenido de mi blog y los detalles en mi habitación desvelan qué va a suceder en la cita". Su caso es poco común en el mundo de la prostitución, el cual suele pecar de precipitación. "El problema es que muchas putas empiezan a trabajar a partir de una urgencia económica y no tienen facilidad para analizar el mercado. Es común creer que solo subiendo fotos desnuda vas a conseguir dinero. Haciendo esto tendrás trabajo, claro, pero lo mejor de ser tu propio jefe es que puedes elegir el público que te interesa", explica.

"Se consigue dinero de forma rápida, pero no es dinero fácil", responde cuando le pregunto si la crisis económica puede atraer a muchas chicas —que en otras circunstancias no se lo hubiesen planteado— a probar suerte en la prostitución. "Es necesario ser honestos con nosotros mismos e intentar tener el trabajo que nos hace felices. Puede resultar una opción económica atractiva, pero no cualquiera puede ser puta".Hace un año que se dedica a la prostitución y asegura no tener idea de si dentro de un año lo seguirá haciendo. Lo que sí tiene claro es que no se arrepentirá de nada de lo que ha hecho. "Pase lo que pase, dentro de cinco años estaré conforme con mis actos porque los hice de forma totalmente voluntaria".

 

Cuando Natalia conoce a una persona y esta le pregunta a qué se dedica, no tiene reparo en afirmar que es puta. "A veces se sorprenden y no se lo toman en serio. Asumen que si de verdad fuera puta no hablaría de ello. La gente está acostumbrada a que llevemos una doble vida y nunca se cuestionan por qué o qué implica esto para nosotras. Quiero romper con los prejuicios de la gente. Por eso hago público mi nombre real, enseño la cara y todos mis conocidos lo saben. No quiero esconderme de nada porque no creo que haya nada de lo que me tenga que esconder". Las chicas que llevan dos vidas normalmente lo hacen por miedo a las consecuencias que tendría en su entorno, con las complicaciones que eso conlleva. "Es muy triste tener que cargar con un secreto tan grande y esconder una parte de ti para la comodidad de los demás. Me gustaría que la sociedad dejara de poner en duda el poder de decisión que tenemos sobre nuestros cuerpos y aceptara que algunas mujeres elegimos ser putas. Tenemos derecho a ser felices y construir la vida que nos resulte más enriquecedora."

En Barcelona se siente muy cómoda ejerciendo su profesión, aunque apunta que tiene la ventaja de trabajar por su cuenta y en espacios privados. Cuando se trabaja en la calle o para otras personas, el tema se complica. Aún así, para ella tampoco es la ciudad ideal: "Sé que en Berlín cobraría mucho más por hacer el mismo trabajo, o que en un país donde la prostitución esté legalizada tendría menos complicaciones". De todas maneras, observa que la mentalidad de la sociedad barcelonesa cada vez es más abierta —aunque "la mentalidad religiosa aún está muy impregnada"— y que es probable que durante la próxima década la prostitución gane algunas batallas.

Por otra parte, últimamente ronda por su cabeza la idea de pasarse al porno. "Me atrae porque es una forma diferente de jugar con mi placer y quiero formar parte de proyectos que educan en una sexualidad más sana y real". Le gustan las directoras innovadoras como Erika Lust o el trabajo de Amarna Miller.

"La dignidad o el valor de alguien como persona no está en el uso que le da a sus genitales. Si disfruto con mi trabajo, y no le hago daño a nadie, no veo por qué otros deberían entrometerse en lo que pasa dentro de mi habitación".

*Para Vice.com

 

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