Por Ramón GÓMEZ
Es un personaje de Córdoba. Es como la Cañada o la Plaza San Martín. Es “El Daniel” de los estadios como alguna vez lo bautizó el periodista Nilo Neder. Nació el 1 de setiembre de 1942, y termina de cumplir 80 años. Es ídolo de Talleres, también de Vélez Sarsfield, su segunda casa. En el Fortín, el grito de “cordobés… cordobés…” retumbaba, como aquel 29 de diciembre de 1968 cuando dio la vuelta olímpica en el Gasómetro, luego de golear a Racing por 4 a 2. O cuando volvió a Talleres en 1973. Se emocionó hasta las lágrimas el día que en el Estadio Kempes pusieron su nombre en la tribuna norte. “Había más de mil personas y todos eran pendejos que nunca me vieron jugar”, dice.
El humor, la pelota, el tango y los amigos, son sus tesoros. Así es Daniel Alberto Willington. Salvando las distancias tiene similitud con Román Riquelme. ¿Por qué? Era un exquisito con la pelota, era lagunero, guapo, díscolo. “Nunca tuve pelos en la lengua, lo que no me gustaba lo decía”, reconoce en la larga charla.
Y El Daniel está triste porque se están acabando los enganches o los lanzadores. “Me encanta Riquelme, como también Javier Pastore. Son los que tienen la batuta en un equipo, son los que hacen la pausa. Como lo fue Bochini o el Beto Alonso”. “Con Riquelme se va el último gran enganche del fútbol argentino. Es una lástima”, reflexiona en voz alta. Alguna vez, el periodista Juvenal (de El Gráfico) lo elogió a Willington: “Era un jugador diferente, porque quebraba la cintura con la soltura de los petisos y era guapo. Tenía una pegada de billar con pelotazos de 50 metros para Pichino Carone o el Turco Wehbe”. O Renato Cesarini, aquel técnico de River, después de verlo jugar opinó que “a ese siempre lo quiero tener en mi equipo. Es discontinuo, pero sabe un montón con la pelota”.
Con Daniel y el recordado Griego Spiropulos
Es un agradecido de aquellos que siempre lo cuidaron. “Mi padres, Don Pepe Amalfitani, Talleres y Vélez. Y me da bronca que mucha gente hablara mal de mi. Nada que ver, a mi me gustaba milonguear, pescar, cazar y salir con mi auto nuevo. Don Pepe me dijo cuando vine a Buenos Aires: “Yo confío en vos, no me hagas quedar mal”. “Y siempre me trató como un hijo”. Algunos le dicen el Loco “y yo me hago el loco para pasarla bien”, se ríe. Tiene recuerdos con Floreal Ruiz, Argentino Ledesma, Jorge Valdez, Roberto Rufino, El Polaco Goyeneche y Oscar Alemán. “Con ellos aprendí a cantar el tango y siempre me acompaña en Córdoba el maestro Nieto, junto a Hugo Ceballos, un amigo de la vida, con el Tucano o el Cacho Taborda, que jugó en Talleres y Boca”.
“Un mundial fue mi karma, porque yo quería jugar. Durante 10 años estuve preseleccionado y nunca me convocaron”. Alguna vez hasta se fastidió con Juan Carlos Lorenzo, el DT, porque “no me miraba cuando estaba en el vestuario”. Tuvo muchos amigos en el fútbol, entre ellos el Heber Mastrangelo. Y reconoce que estaba enojado con el Turco Wehbe y fuera de la cancha “no lo hablaba”. Pero adentro “hasta festejaba los goles que el Turco convertía”. Willington no era de hacer muchos goles, pero cuando los hacía tenían enorme repercusión, como aquel que le hizo a Belgrano en 1974, que sirvió para empezar una gran campaña del Talleres de Ángel Labruna. “¡Qué golazo, no!”, exclamó.
Ya con 70 años, sus recuerdos son para Atilio, su papá, y Elda Belki, su mamá. Los dos ya no están. Pero recuerda que una vez a la semana tenía que almorzar puchero o milanesas, aunque debía llegar a horario, sino lo retaban. Ahora cambió el auto, pero nunca cambió su identidad, porque el se siente más cordobés que cualquiera. Ni la tonada perdió… Por eso es “El Daniel”, el de los Estadios.