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La impotencia educativa de Cristina Kirchner

OPINIÓN Carlos Torrendell*
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Para un docente especializado en historia de la educación argentina debo reconocer que las palabras de Cristina Fernández de Kirchner en el Congreso Nacional Educativo constituyen una muestra del “principio de revelación” que suele señalar el presidente Javier Milei. ¿Por qué? Porque no recuerdo ninguna ocasión tan dramática en la que una ex presidente reconoce tan abiertamente todo lo que no hizo en materia educativa y lo que, supuestamente, hubiera querido hacer y no pudo o no supo.

Las políticas educativas del kirchnerismo encarnaron un deterioro de la educación argentina por entrar en contradicción con las buenas políticas educativas argentinas desde el siglo XIX. Además, como veremos enseguida, según ella se opusieron a las del propio peronismo que hubieran marcado otro rumbo. ¿¡Cómo!? Sí. CFK ilustró y criticó sus propias políticas educativas con una claridad detallada agregando además insinuaciones, ironías y sutilezas que habrán hecho sudar a más de uno en el auditorio (porque los dardos estaban intencionalmente dirigidos a ellos). CFK sabe que su propia tropa fue también la responsable del fracaso que ella parece ahora comprender muy bien, aunque juzga a la distancia.

Pero vamos paso a paso porque vale la pena. Glosemos sus propias palabras con cuidado analítico. Luego de una breve descripción inicial del contexto político nacional e internacional, CFK se introduce en la educación. Lo primero que remarca son los malestares de la educación pública. ¿Por dónde comienza? Interesante. Criticando las políticas de muchos de sus aliados y de sí misma: según ella, las familias están disgustadas con el sistema… ¡por la falta de clases y por el mal equipamiento! Más allá de su repaso por los “logros” de los gobiernos K que hará más adelante, ¿cómo se llegó a esta situación? ¿No tuvo ella el poder, los recursos y el tiempo para revertirlo? Critica luego la permisividad de los padres. ¿Cuáles fueron sus políticas para fortalecer el protagonismo de los padres en la educación de sus hijos y en la escuela? Ninguna. Hoy desde el Ministerio de Capital Humano estamos implementando las medidas que nunca llevaron adelante, fortaleciendo el rol de las familias y la participación activa de los padres en la escuela, entre otras iniciativas, con los centros de familia.

La ex presidente reclamó también una reformulación del Estado. ¿Lo hizo? No. Este gobierno sí lo está haciendo. Uno queda perplejo al verla actuar ahora como analista, aunque durante más de una década tuvo la oportunidad de transformar y no lo hizo. Reconoció, además, que el sueño argentino de la escuela como motor de movilidad social se desvaneció. Cuando eso ocurrió, ¿dónde estaba ella? ¿En qué despacho? ¿En qué cadena nacional?

Habló asimismo de reconocer los problemas actuales, aunque durante sus gestiones jamás admitieron el déficit educativo. Mientras las evaluaciones internacionales y nacionales mostraban estancamiento y retroceso, ellos optaron por negar la realidad, como si la negación la hiciera desaparecer. Este gobierno sí reconoció la gravedad del problema, y en consenso con las provincias, impulsó el Plan Nacional de Alfabetización. Claro, admitir la realidad es incómodo; cambiarla, dificultoso. Pero este es el verdadero camino de la esperanza.

La ex presidente también repasó los supuestos logros de sus gobiernos, todos construidos sobre un paradigma agotado tanto por sus malos resultados de aprendizaje como por su incapacidad para poder brindar oportunidades en libertad a toda la sociedad y, en especial, a los sectores más desfavorecidos. Reinaron el asistencialismo sin resultados (muchas veces dirigido a los estratos medios y altos), la multiplicación de recursos sin evaluar su impacto, y la degradación de la calidad educativa.

No se promovió la libertad de todos los agentes educativos y de las escuelas; no se fortaleció la carrera y la formación docente; no se renovó a los ministerios provinciales y al nacional a través de un cuerpo reducido y técnico de profesionales de la educación; se repartieron computadoras gastando -de nuevo no invirtiendo- cientos de millones de dólares a lo largo de varios años sin evaluar su impacto educativo y conteniendo negocios difíciles de explicar desde el mismo Estado; se consideró suficiente aprobar leyes y multiplicar normas sin promover el protagonismo docente para que la libertad anime la mejora de aprendizajes en las aulas; se acrecentaron el gasto universitario y sus instituciones, degradando los salarios docentes, la calidad del sistema, la graduación de los estudiantes -especialmente de los chicos que provienen de sectores vulnerables quienes ingresan pero no egresan-; se optó por un ideologismo educativo que, como veremos, ni la misma CFK reconoce como propio.

Como síntesis, cabe resaltar además dos cuestiones. Primero. La insistencia sobre la apuesta educativa de los gobiernos K en educación nunca fue tal. Todos los especialistas en presupuesto señalan que el gasto educativo nacional creció al ritmo del crecimiento del gasto estatal. No hubo ninguna política prioritaria en educación que pudo haberse encarado en épocas de bonanza y que pudo haber apuntalado una política educativa de calidad para todos, aún desde su visión equivocada. Segundo. El ideologismo progresista argentino llevó en la práctica a destruir la verdadera libertad de enseñanza, la justicia educativa en sentido clásico y, por tanto, el derecho a la educación. ¿Por qué? Porque promovió el centralismo vacío, la toma corporativa de instituciones educativas -sean escuelas, profesorados o universidades nacionales- y una visión de la inclusión degradada que postulaba que el aprendizaje es lo de menos. Se prefirió la obediencia a la excelencia, la burocracia a la innovación. Se desfondó así el sistema y la escuela.

Seguidamente, como la misma CFK reconoció al principio de sus palabras, destaca que estamos muy mal. ¿Pero por qué? Y ahora comienza su “autocrítica” inconsciente y furibunda. Inicia esta parte abordando la formación docente, un “temón” destaca. Postula primero la buena formación de sus maestras. Expresa que es “hija de la educación enciclopedista de la ley 1420”, poco habitual reconocimiento a la Generación del 80 (¿muchos se habrán movido incómodamente en sus butacas?). Explica brevemente cómo aprendió de esas maestras y agrega además que no tuvo maestras suplentes, excepto una vez por el embarazo de una de ellas… haciendo una crítica elíptica pero clara a lo que viene sucediendo en los últimos años en todo el país. ¿Quiénes son responsables de esta situación tan distinta de la que ella vivió?, parece preguntarse. De la federalización la educación en los años menemistas y de la fragmentación consecuente, se responde. Pero nos podemos preguntar, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? ¿Los países federales poseen malos sistemas educativos? No. Todos sabemos que el problema del ausentismo docente, de las licencias y suplencias y de los días de paro no guardan ninguna relación con la transferencia a las provincias, que por otro lado se había iniciado en la década del 60 del siglo XX a partir de una corriente descentralizadora que respondía al mandato constitucional. Sí se vinculan con las paritarias docentes y con la cristalización y empeoramiento de los estatutos provinciales por desidia o temor de muchos políticos, legisladores y ministros y por responsabilidad de los gremios docentes, en buena parte aliados kirchneristas. ¿Qué hizo CFK cuando estaba en el zenit de su poder para enfrentar este problema que para ella es el primero? Absolutamente nada.

¿Y qué propone para mejorar la formación docente ahora? Que el Estado nacional garantice la formación de calidad a través de un solo instituto nacional. Propugna entonces el cierre o unificación de los más de 1.500 profesorados que existen en todo el país y la nacionalización de la formación docente. ¿A cuántos de sus oyentes, presenciales o virtuales les habrá bajado la presión en este punto?

Luego hace una referencia indirecta a la CONEAU como una causa relevante de la mejora universitaria (aclaro que se creó en los 90, no en los 2000…). Como si su propuesta de instituto nacional de formación docente fuera una institución análoga. La CONEAU no funciona así. Esta Comisión evalúa universidades y acredita carreras de grado y posgrado. No tiene nada que ver con su ¿nueva? propuesta. Tal vez CFK, se olvidó que en 2007, a partir de la Ley de Educación Nacional, se creó el Instituto Nacional de Formación Docente (INFD). Este instituto podría haber colaborado con una mejora del sistema de formación docente. Sin embargo, nada de eso se hizo. Se uso el INFD para continuar distribuyendo recursos y multiplicando actividades no centradas en los aprendizajes efectivos de los alumnos sin animar una racionalización y una mejora de la calidad en los profesorados. Otra oportunidad perdida, otro instrumento burocrático vaciado.

CFK también criticó los privilegios del empleo estatal y las prácticas corporativas que afectan a la educación. Notable hallazgo tardío. Si tanto le preocupa el descrédito del Estado, ¿por qué no encaró ninguna reforma seria? Sabemos la respuesta: nunca quiso reformar el Estado, solo cooptarlo parar un sector político, en alianza con lo peor del corporativismo político, empresarial y sindical.

En este contexto, luego de insistir en que tenemos que hacernos cargo de estas realidades, se introduce en el problema de las carreras de los docentes y de los directores. Diferencia que debe haber dos carreras porque las habilidades para enseñar no son las mismas que para liderar. Plantea entonces la necesidad de una carrera vertical y otra horizontal como se lo denomina habitualmente. Esta idea ya está desarrollada en muchos países y en algunas jurisdicciones y está planteada claramente en el artículo 69 de la Ley de Educación Nacional… Pero de nuevo, ninguno de sus gobiernos encaró esta reforma. Y muchos de sus partidarios y gremialistas actuales critican estas propuestas.

No obstante no se queda allí. Avanza de nuevo sorprendiéndonos o asaltándonos en el camino del sentido común… Remarca que para que los docentes cobren mejor sueldo hoy solo deben dejar que transcurra el tiempo (la antigüedad) y realizar algunas capacitaciones. Pero esto no está bien, según ella. Expresa que tiene “que haber un mérito y un premio a la capacidad”. “Premiar el esfuerzo se llama. Nada más peronista que eso: premiar el trabajo. ¿Qué puede haber más peronista que premiar a los que trabajan todos los días y se rompen el alma? Nada. Nada más peronista que eso”. En este punto debo admitir que tuve que hacer un esfuerzo para reconocer que estaba frente a la realidad y no a la ficción del realismo mágico latinoamericano. Porque, ¿cuándo CFK asumió y promovió estas políticas docentes en sus largos años de gobierno? ¿Cómo es que ahora esto es lo más peronista de todo y no lo aseguró? ¿Por qué sus aliados y sus partidarios muchas veces no promueven ni defienden nuevas regulaciones que nos permitan generar condiciones para que los docentes puedan trabajar mejor en la misma línea que ella ahora descubrió y propone “robándose” para sí lo que muchos vienen planteando hace años? ¿Ahora resulta que el mérito es clave en el sistema educativo? ¿Cuándo en sus gobiernos se reconoció y se promovió el mérito y la capacidad en el sistema educativo? ¿Volveremos a presenciar otra discusión entre ella y el expresidente Fernández gran crítico del mérito?... ¿Qué entenderá por mérito?... Esperemos que cuando sus partidarios puedan apoyar estos cambios, ahora sí, invitados por CFK, se conviertan y lo hagan.

Para ir concluyendo aborda el tema de la educación digital. Señala que debemos educar a nuestros alumnos para ser más que consumidores digitales. Tienen que constituirse en productores digitales. De nuevo. Sus políticas se centraron en repartir computadoras o tabletas. Grave error. Si todo el esfuerzo se hubiera dirigido a invertir esos recursos en promover libremente la capacitación y el uso de herramientas digitales hoy tendríamos más productores efectivos que consumidores. Repartir tecnología no es garantizar su uso creativo. Las nuevas políticas educativas tienen que centrarse en animar libre y participativamente el aprendizaje y no en proveer tecnología que la misma sociedad puede multiplicar y distribuir de diversas formas aún en los sectores más desfavorecidos económicamente.

Pidió conectar la escuela con la comunidad, algo que jamás impulsó. La visión kirchnerista de la educación fue cerrada, corporativa, burocrática y desconfiada de la sociedad civil (excepto que estuvieran alineados ideológicamente). La escuela se imaginó como una fortaleza sitiada, en vez de como plaza pública. Habló de productividad, alianzas con empresas y científicos, y de una secundaria abierta al mundo del trabajo. Discursos sensatos que contrastan brutalmente con la inacción y el dogmatismo de su gestión. Palabras que suenan a ironía. Sus últimas palabras las destina a reivindicar de nuevo la ley 1420 y la Generación del 80 (más realismo mágico e incomodidad de los oyentes)…

Llegados a este final. ¿Cómo interpretamos esta terrible confrontación entre la CFK que gobernó y la que ahora nos habla? Si acaso alguien duda del saldo de esos años, basta mirar lo que nos dejaron tantos años de kirchnerismo en educación: un 35% de chicos de tercer grado que no saben leer ni escribir, un abandono del secundario que alcanza el 50%, un 40% de estudiantes que aprueban cero materias en las universidades estatales, dos millones de jóvenes que no estudian ni trabajan y miles de millones de dólares del presupuesto educativo sin rendición de cuentas, mal distribuidos y con resultados regresivos en materia de aprendizajes fundamentales. Cristina lo hizo.

¿Estamos frente un discurso radicalmente revelador de su impotencia política y educativa? ¿Tuvo recursos infinitos del Estado y una centralidad política inevitable y no pudo encarar ni una de sus pretendidas reformas? ¿Los pedagogos progresistas de la inclusión banal la vencieron sin que lo percibiera? ¿Consciente de esto les enrostraba en la cara su fracaso mientras ellos se regodeaban en sus butacas sabiendo que no importa quien gobierne la casta educativa estará allí para seguir impidiendo las reformas que los chicos, los padres, los docentes, los directivos y los funcionarios de buena fe quieren encarar?

No sabemos si CFK, como ya es tradición, expresa cosas razonables (insistimos, ¿robadas?) cuando no está en el poder y luego las deja de lado a la hora de gobernar. Las palabras de CFK no son un análisis: son una confesión. La confesión de una década y media perdida en materia educativa. No sabemos si no quiere, no sabe o no puede. Ya no importa. Este gobierno no fue elegido para seguir el mismo camino. Fue elegido para cambiarlo. Estamos promoviendo un sistema educativo abierto, participativo, centrado en el mérito, el esfuerzo y la libertad de cada educador y de cada estudiante para desarrollar su proyecto de vida. Con convicción y sin titubeos, estamos transitando ese camino encontrándonos con los que tienen esta misma meta.

 

 

* Para www.infobae.com

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