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PALOS PORQUE BOGAS, Y SI NO BOGAS PALOS

No hay demasiado para optar: o se crea más riqueza o se reparte la que hay. Y en este último caso no hay más remedio que darles a unos lo que se les saca a los otros

EDITORIAL 06/01/2020 Isaías ABRUTZKY / Especial para Diario Córdoba
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Isaías ABRUTZKY / Especial para Diario Córdoba

Pero la realidad es dinámica; y lo que más importa, en la emergencia y a la larga en el fondo, es la riqueza que se produce y se consume, la que se come y la que nos viste, la electricidad que con la que nos damos fresco, cocinamos o nos ilumina. El agua que bebemos y permite que lavemos la ropa. El viaje en colectivo. 

En esto se dividen las aguas entre comunismo y peronismo. El primero postula (y si puede ejecuta) distribuir la propiedad; el segundo no se involucra con ella sino que pone el ojo en la renta, y es ésta lo que procura distribuir. 

Para Alberto Fernández -y la mayor parte de la ciudadania- las soluciones no pueden esperar. La sociedad argentina tiene un altísimo porcentaje de pobres e indigentes. Hay familias en las que el acceso  a los  alimentos está lejos de cubrir las mínimas necesidades nutricionales. Gente sin empleo que incluso carece de las posibilidades de buscarlo, porque no dispone del dinero necesario para transportarse. 

En tales condiciones, el crecimiento económico es apenas un alivio que -en el mejor de los casos- llegará en un plazo entre mediano y largo. Por el momento, la solución pasa por la redistribución de la renta actual: una parte de la ciudadanía tiene que resignar ingresos para paliar las dificultades de la otra. Y en alguna parte es necesario trazar la línea divisoria; allí comienza el conflicto. 

El presidente no teme explicar su posición, ni siquiera ante los periodistas más agresivos y que hacen gala de una mala leche extraordinaria. Fernández aceptó largas entrevistas con Jonatan Viale, Luis Majul, Luis Novaresio y el dúo Eduardo Van der Kooy y Daniel Fernandez Canedo. 

En ellas los entrevistadores, más que periodistas, actuaron como fiscales. Esta modalidad ya se dio largamente durante los gobiernos kirchneristas de 2003 a 2015, particularmente con Cristina, aunque, a diferencia de la hoy vicepresidenta, Alberto no solamente no rehuye salir al ruedo sino que lo acepta y encara haciendo gala de una paciencia oriental y su reconocida solvencia intelectual y política. Todos estos reportajes estan publicados en la red, y será un buen ejercicio para el lector prestarles atención, y así poder elaborar un fundado juicio. 

El propósito de las medidas atinentes a los jubilados, parte substancial en este primer paso es atender a los más necesitados y, simultaneamente, reactivar el mercado interno. No se dieron datos acerca de qué manera se llegó a la conclusión de que se debía fijar la línea en el punto en que se lo hizo (algo por encima de 19 mil pesos) pero no se puede llegar a esta conclusión con una fórmula matemática indiscutible: siempre existe una franja posible y sobre la que caben las discusiones. Es necesario admitir un pequeño grado de arbitrariedad.  

La idea de los economistas del nuevo gobierno fue que la línea divisoria separara la parte de la población que se iría a gastar todo lo que le toque, de aquella que podría ahorrar. Los primeros quedarían en condiciones de atender a sus necesidades básicas insatisfechas, y con los recursos volcados al consumo apuntalar la rueda de la producción; a los otros, que ya superan el nível mínimo para sostenerse, se los dejaría sin excedentes para el ahorro, que seguramente se volcaría a la especulación. Algún experto calculista, entonces, fijó la línea en 19.063 pesos. No hacía falta demasiada aritmética, por otra parte: ese número es el que resulta de aplicar al salario mínimo de noviembre la actualización prevista en la ley de movilidad hasta entonces vigente, más los 5.000 pesos del bono extraordinario. 

Quienes percibían la jubilación mínima tuvieron un aumento más que interesante. Se muestran satisfechos; ese dinero extra sirve para mejorar la alimentación y achicar algún crédito que hubieron de pedir cuando ya el agua les llegaba al cuello. O zafarse de alguna factura de servicios impaga. 

Los que estaban por encima de la mínima, pero no alcanzaban a la cifra mágica, recibieron lo que faltaba para llegar hasta allí. No quedaron tan contentos que digamos, sobre todo los que se acercaban al límite. 

Quienes superaban la línea divisoria, y por tanto no les tocaba ni un pedacito de bono, sintieron sabor amargo en la boca: siempre es desalentador, cuando hay un reparto, caer en la cuenta -o peor que nos digan- de que no nos toca nada. Más teniendo en cuenta que con 19.000 pesos mensuales apenas se llega -en el mejor de los casos- a fin de mes. Vale la pena dejar en claro que hasta ahí, y no más, habrían alcanzado de haber ganado Macri las elecciones. 

Sobre el descontento de ese sector poblacional trabaja la oposición al gobierno de Fernández, haciendo incapié en que el bono se da solamente por dos meses y fue suprimida la fórmula de actualización vigente hasta fin de 2019, con lo que se entra en un período de incógnita que se extenderá por seis meses, durante los cuales el gobierno determinara los incrementos. También se oyen quejas por el achatamiento de la pirámide: se asume (sin mucho fundamento) que los beneficiarios de la mínima aportaron poco o nada, y el resto mucho más, pese a lo que son ahora dejados de lado. En fin, como se concluye de la lectura de la inolvidable novela breve de Stefan Sweig  ”Los ojos del hermano eterno”, si haces serás criticado, y si no también. “Palos porque bogas y si no bogas palos”.  

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