
El caso Gutiérrez: ecos del poder, un crimen brutal y las sombras que aún sobrevuelan
JUDICIALES Agencia de Noticias del Interior

- La muerte de Fabián Gutiérrez generó sospechas iniciales por su rol en la causa Cuadernos.
- La Justicia determinó que el crimen fue un homicidio para robarle, sin motivación política.
- Gutiérrez había declarado como arrepentido sobre presuntos circuitos de recaudación ilegal.
- Su testimonio destacó el rol de Daniel Muñoz y otros ex funcionarios en el movimiento de fondos.
- José López vinculó a Gutiérrez con los bolsos del convento poco antes de su detención.
- Parte de la información clave de los teléfonos incautados nunca pudo recuperarse.
La muerte de Fabián Gutiérrez, ex secretario de Cristina Fernández de Kirchner, irrumpió en julio de 2020 en un clima de tensión política, pandemia y teorías conspirativas. Su cuerpo apareció semienterrado en una vivienda del barrio Aeropuerto Viejo de El Calafate, con signos evidentes de violencia: golpes, cortes y una asfixia mecánica que determinó la causa de muerte. En ese contexto, muchos dieron por sentado que su final estaba ligado a su rol como arrepentido en la causa de los cuadernos, donde había declarado sobre presuntos circuitos de recaudación ilegal durante los gobiernos kirchneristas. La sospecha inicial —¿lo mataron para silenciarlo?— se instaló con rapidez.
El antecedente judicial pesaba. En septiembre de 2019, el juez Claudio Bonadio había elevado a juicio la acusación de encubrimiento agravado contra Gutiérrez por presuntamente trasladar u ocultar fondos ilegales atribuidos a la entonces presidenta. Incluso la Oficina Anticorrupción de la época había pedido imputarlo como parte de una asociación ilícita. La figura de Gutiérrez emergía así, para algunos, como un engranaje clave en la trama investigada en los cuadernos, un rol que su posterior arrepentimiento buscó esclarecer.
Su relato en sede judicial había sido contundente. Según el fiscal Carlos Stornelli, Gutiérrez colaboró durante años en asegurar dinero proveniente de la recaudación irregular señalada por otros arrepentidos, entre ellos José López, el ex secretario de Obras Públicas célebre por los bolsos arrojados al convento de General Rodríguez. López, en su confesión, no solo reforzó esa línea, sino que aseguró que parte de los fondos que llevaba provenían de Gutiérrez y, por extensión, de Cristina Fernández de Kirchner.
La crudeza del crimen, sin embargo, llevó la investigación penal por otro camino. La autopsia reveló un ataque violento con múltiples lesiones, pero solo las maniobras de asfixia resultaron letales. Tres jóvenes fueron finalmente condenados a prisión perpetua en abril de 2024. Para la Justicia, se trató de un homicidio cometido con la intención de robarle, en el marco de un encuentro que comenzó como de índole sexual. Esta conclusión, categórica, derribó las lecturas conspirativas que proliferaron en un primer momento y cerró por completo la hipótesis de una motivación política.
Aun así, el testimonio de Gutiérrez continúa orbitando alrededor de la causa Cuadernos, aunque su muerte haya extinguido la acción penal en su contra. Su declaración reconstruyó escenas que hoy forman parte del acerbo judicial del caso: vuelos al sur, valijas bajo llave, movimiento de bolsos y reuniones reservadas con los más altos funcionarios. En su relato apareció de manera recurrente la figura de Héctor Daniel Muñoz, histórico secretario de Néstor Kirchner, fallecido en 2016 y señalado como pieza central en el traslado de bolsos con dinero. Gutiérrez contó que Muñoz manejaba valijas con candado que nadie más podía tocar y que, tras cada viaje presidencial, era él quien irrumpía en la residencia para retirarlas en absoluta reserva.
Mencionó también a López y al ex secretario de Transporte Ricardo Jaime, a quienes describió entrando y saliendo de reuniones con Néstor Kirchner. Siempre, según su versión, era Muñoz quien se retiraba con lo que cada uno de ellos traía. La dinámica repetida, los nombres involucrados y las secuencias narradas reforzaron la hipótesis de una operatoria coordinada, que años más tarde se convertiría en parte del núcleo probatorio del expediente.
López, en su propia confesión, incorporó un episodio aún más revelador. Según relató, días antes de la muerte de Muñoz en 2016, Gutiérrez lo contactó para pedirle ayuda en el traslado de una suma importante de dinero. Ese dinero resultó ser el que López luego llevaría al convento, en el hecho que marcó su caída pública. El ex funcionario recordó haber recibido los bolsos por parte de enviados de Gutiérrez, cargarlos en su vehículo junto con un arma y dirigirse al destino final en medio de un estado de nerviosismo extremo.
Ambos teléfonos incautados tras la detención de López —un iPhone y un Huawei— arrojaron listados de contactos vinculados a ex funcionarios de peso. A Gutiérrez también se le secuestró un iPhone, aunque la información de su memoria interna nunca pudo recuperarse. Su silencio inicial dio paso, con el tiempo, a la confesión que hoy integra un capítulo fundamental en la investigación de los cuadernos.
Su asesinato, brutal e injustificable, cerró definitivamente cualquier acusación penal en su contra. Pero su testimonio, sus vínculos y las historias que contó continúan resonando en un expediente que sigue desentrañando, pieza por pieza, los movimientos de dinero y poder de una época que aún proyecta sombras.







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