




Cuando todavía el ex gobernador Juan Schiaretti no dio una sola señal pública sobe su futuro inmediato, el peronismo cordobés se ilusiona con jugar octubre poniendo a su mejor figura en la cancha y romper quizá así con la maldición que les cae desde hace años en cada elección de medio término.
Si efectivamente el tres veces mandatario encabeza la lista de Hacemos Unidos por Córdoba como todo indicaría hoy, las legislativas se vivirán entonces a todo o nada dentro de un cordobesismo que, por su conveniencia, le viene bajando el precio a esa instancia electoral producto del historial de malos desempeños que acumula desde hace varios periodos ya. De hecho, el speech con el que el PJ suele subirse a la competencia por las bancas en el Congreso es siempre el mismo: el plato fuerte es cada cuatro años cuando se miden por el poder provincial.
Sin embargo, con Schiaretti protagonista esa lógica podría cambiar. En el 2013, bajo la administración de José Manuel de la Sota, el por entonces ex gobernador encabezó la boleta de Unión por Córdoba (UPC) logrando el primer puesto y sumando tres bancas para el oficialismo en Diputados. Schiaretti sacó el 26,5 por ciento (en las PASO había llegado al 30%) y junto a Blanca Rossi y Carlos Caserio asumieron su diputación. Quedó afuera en aquel momento, Martín Llaryora que iba cuarto en la lista delasotista después de haberle peleado la interna del PJ a los dos pesos pesados. Otros tiempos.
Ahora, aún con la ola libertaria que pretende revalidar su poderío en octubre, el cordobés ve un escenario fértil para medirse: sin la ex vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en la línea de competencia directa, con un peronismo K en pleno proceso de reconfiguración y un oficialismo nacional que el interior empieza a mirar con cierta desconfianza por el golpe de sus decisiones.
Lo cierto es que, a dos años de haber dejado el poder provincial, el también ex candidato presidencial que apuesta fuerte a la construcción nacional de un espacio de centro, conserva todavía altísimos niveles de imagen positiva y de aceptación entre los cordobeses. Por eso, es la única carta cierta con la que Hacemos podría pelearle el primer lugar a quien ponga a competir en Córdoba el presidente el Javier Milei. Claro que en el peronismo saben que no sería una batalla fácil y que el riesgo que asume Schiaretti es grande; perder en su tierra y frente a un posible ignoto libertario, sería un trago difícil de digerir.
Pero en el análisis de lo probable, Schiaretti es por muchas razones la mejor coartada del gobernador Martin Llaryora.
Por empezar, hacia adentro es garantía de unidad. Cuando el campamento peronista está un poco revuelto y no hay consenso cerrado sobre ningún otro nombre que pueda empujar la boleta de octubre, la presencia del ex gobernador ordena. Sin dudas.
No sólo porque reduce la posibilidad de cualquier fractura dentro del espacio complicando los planes de quienes, como la diputada Natalia de la Sota por ejemplo, ya manifestaron su intención de jugar por fuera de la lista oficial, sino porque además Schiaretti asegura el trabajo y tracción territorial como ninguno otro. De hecho, ya hay intendentes que por lo bajo avisan que no se despeinarán demasiado en la campaña por cualquier otro candidato. Lógico: sólo se pone el cuerpo por quien genera expectativa. Con Schiaretti encabezando, automáticamente suben las acciones de los casilleros dos y tres.
Por otro lado, una eventual candidatura de Schiaretti con quien Milei nunca se metió hasta ahora, liberaría al gobernador Llaryora de tener que subir demasiado el tono de la crítica hacia la gestión libertaria en plena campaña. Más allá de que ahora las provincias están en pie de guerra con la Nación, hasta ayer el cordobesismo llaryorista, en nombre de la gobernabilidad, fue funcional a varios de los intereses de la Rosada en el Congreso. La única vez que el gobernador cordobés se subió al ring contra el presidente, perdió por goleada frente a la opinión pública y su imagen cayó.
Naturalmente quien no tiene responsabilidad de gestión está libre de manos para elevar las críticas y marcar mayores diferencias; de hecho, el propio Schiaretti lo vivió con De la Sota y su indisimulable rechazo a Mauricio Macri cuando era presidente.
En una campaña que, se presume, se jugará con nuevas reglas, donde la agitación permanente al enfrentamiento y la agresión ganarán terreno, y las redes serán campo propicio para “el vale todo”, el cordobesismo apuesta y espera llevar sensatez con su exponente más taquillero.
CON INFORMACION DE DIARIOALFIL.




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