Preso por error: Dylan Vergara, el futbolista que vivió cinco días de infierno por un crimen que no cometió

DEPORTES Omar EDEN
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-Tiene una orden de captura en una causa por homicidio. A partir de este momento, queda detenido.

-¿Cómo? Oficial, no sé de qué me habla. Soy jugador de fútbol, vengo a ver a mis compañeros. Yo no hice nada. Es un error.

A Dylan Vergara se le nubló el cielo de repente. El talentoso número 10 de Real Pilar se estaba recuperando de una lesión y no había sido convocado para visitar a Comunicaciones, pero igualmente quiso estar cerca de sus compañeros, que peleaban por el campeonato en el Apertura de la Primera B. El reloj marcaba las 14.30 del domingo 15 de junio.

Un control de rigor del programa Tribuna Segura, dependiente del Ministerio de Seguridad, fue un pasaporte al infierno para Dylan. El futbolista de 25 años tuvo que atravesar el control policial como cualquier hincha. El protocolo exige pasar el DNI por un escáner para cotejar los datos con una base actualizada del RENAPER (Registro Nacional de las Personas). Así funciona en todos los estadios del país.

Sin embargo, frente a ese oficial poco dispuesto a escuchar explicaciones, Dylan sintió que la justicia podía manejarse como si fuera un juego de azar. Descubrió que un inocente podía presentarse en su lugar de trabajo y ser detenido por un crimen que no cometió. Estaba pasando ahí mismo, bajo un sol de mediodía sobre la calle Tinogasta, en el barrio porteño de Agronomía. Y le estaba pasando a él.

 “Les expliqué que era futbolista, pero a los policías no les importaba”
“Estaba con mi novia y mis suegros, que tampoco entendían nada. Al principio trataba de estar tranquilo porque estaba seguro de que era un error, algo que se iba a arreglar en el momento y no más que eso. También intenté no quebrarme ahí y mantenerme fuerte para no angustiar a mi familia”, relata a TN. “Me dijeron que esperara. Llamaron a la fiscalía que había hecho el pedido de detención y, al parecer, dijeron que la causa les interesaba. Entonces, quedé detenido”, sitúa.

Adentro se estaba por jugar un cruce clave para la definición del campeonato. Dylan se enteraría más tarde del triunfo por 1 a 0 de sus compañeros, que arrimaba a Real Pilar a un punto de Midland, líder de la tabla de posiciones, a una fecha del final. A esa altura, sin embargo, el partido era apenas un detalle, como lo era el diagnóstico que confirmaba que la contractura en el muslo ya había quedado atrás, y que Dylan podría entrenar durante la semana a la par de sus compañeros para llegar físicamente óptimo a la definición del campeonato.

Lo único que importaba ahora era que la policía y la justicia entendieran que él no era un asesino. Y que, en realidad, todo era producto de un error del sistema de reconocimiento.

“Me preguntaban si había hecho algo malo, si había estado en alguna pelea. Les dije que se fijaran bien, porque yo nunca tuve ningún problema con la justicia. Les expliqué que era jugador de fútbol, que venía a ver a mis compañeros y que me estaba presentando en un día de trabajo, como cualquier persona normal”, remarca.

El pedido de captura tenía fecha el 28 de enero de este año y respondía a una causa de homicidio simple cometido con arma de fuego en grado de tentativa, a solicitud del Juzgado de Garantías Número 3 de Lomas de Zamora.

“La víctima presentó la foto del acusado y el sistema de reconocimiento del RENAPER decía que tenía un porcentaje de coincidencias conmigo. Y nada que ver. Se veía claramente que era otra persona, pero a los policías no les importaba”, detalla Dylan, y sigue: “Además, en su declaración, la víctima dijo que el acusado tenía un tatuaje en la mejilla, y yo no tengo ningún tatuaje ahí”.

Dylan fue subido a un móvil de la Policía de la Ciudad rumbo a la Comisaría 15 de Chacarita. “La policía que me acompañó me hacía la psicológica. Me preguntaba una y otra vez si yo había hecho algo. Sentí como si tuviera que declararme culpable. Le pregunté: ‘¿Usted es de desconfiar de la gente porque es su trabajo o su personalidad?’. Ni ella sabía por qué me llevaban”, sugiere.

Cinco días de infierno
Ya en la dependencia policial, Dylan supo que tenía un problema más grave del que sospechaba: “Pensé que así como entraba iba a salir. Que era un trámite que iba a demorar minutos. Pero me hicieron sacar el cordón de las zapatillas y me metieron en un calabozo con 12 vagos”, describe. “Era muy turbio todo y tenía miedo. Tenían normas de convivencia. Había tres pabellones y cada uno tenía sus reglas”.

“Fue horrible. Dormía en el piso, pasé frío y hambre. Me deshidraté. No podía ir al baño, no me daban agua, nada”, cuenta, y profundiza: “Los presos me preguntaron por qué estaba ahí. Yo tenía miedo porque me hablaban mal. Me chumbaban y yo nada que ver. Me robaron las cosas también. Me sacaron ropa y zapatillas”.

Fueron tres días en los que Dylan no durmió. Mientras las horas se consumían una tras otra, él seguía sumergido en un drama que nunca debió ser suyo, y en la incertidumbre de no saber hasta cuándo duraría: “Era como vivir un infierno. De repente estaba metido entre delincuentes, sabiendo que yo no había hecho nada”.

A Dylan le permitían hablar dos veces al día con el abogado que había contratado su familia: “Un llamado era a la mañana y el otro a la noche. Ahí él me iba contando cómo iban las cosas”.

El hecho que motivó la acusación ocurrió el 21 de diciembre del año pasado. Dylan pudo probar que él estuvo en Entre Ríos de vacaciones con su novia, Agustina, del 18 al 22 de ese mes. Sin embargo, tenía pendiente la indagatoria ante la fiscalía que investiga el caso.

“Tuve miedo de ser un perejil”
El miércoles 18 de junio, por la tarde, el falso acusado fue trasladado a la comisaría de Lavallol. Tenía que declarar a la mañana siguiente. En su nuevo lugar de detención, las cosas no mejoraron: “Las camas eran de piedra. Había mucha humedad, estaba oscuro y hacía muchísimo frío”.

“Mi abogado ya había presentado las pruebas y después declaré, pero no terminó ahí”, aclara, y sigue: “Me dijeron que había que hacer una rueda de reconocimiento y me volvieron a encerrar. Con todas las pruebas, encima tenía que pasar por eso”.

“Cuando llegó la víctima, no supo quién era yo y ahí recién me liberaron, pero si por alguna razón sentía la necesidad de marcarme, seguramente iba a estar mucho más tiempo detenido”, sugiere, y resume: “Sentí que me querían hacer pagar por algo que no hice. Tuve miedo de ser un perejil en la causa”.

Dylan volvió un jueves a su casa en Temperley y al día siguiente se presentó en el entrenamiento de Real Pilar. Tenía tres kilos menos y los flashes de lo ocurrido resonaban en su cabeza, pero ya había dado muestras de lo que podía hacer dentro de la cancha, como en la fecha 14, cuando convirtió dos golazos para el triunfo por 2 a 1 sobre Villa San Carlos. Por eso, el entrenador Gabriel Torres no dudó en mandarlo a la cancha en los primeros minutos del segundo tiempo frente a Liniers.

“Estaba enojado por lo que me había pasado y lo jugué más desde lo mental y desde el corazón. La pasé muy mal durante mi detención, y quería demostrarme a mí mismo y a mi familia que estaba fuerte”, cuenta.

Dylan comenzó sesiones de terapia con un psicólogo e intenta sobreponerse a los cinco días de infierno: “Los primeros días tenía miedo. No quería salir de mi casa. No podía dormir de corrido, sudaba de noche y tenía pesadillas. Todavía se me vienen a la mente flashes de lo que viví”.

Fuente: TN

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