El ocaso de una era: Cristina Kirchner, la decadencia como síntoma del fin del viejo poder
OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior



- Declive político: Cristina Kirchner ya no lidera el peronismo; acepta decisiones impuestas por Kicillof y se relega a una candidatura provincial.
- Motivación judicial: Su postulación busca mantener fueros ante una posible condena firme e inhabilitación.
- Pérdida de poder: El apoyo político dentro del peronismo se diluye; antiguos aliados ahora responden a otros liderazgos.
- Mensaje a la Corte: Su candidatura es también una jugada simbólica frente a la Justicia, que podría definir su futuro político y personal.
- Fin de ciclo: Su figura representa el ocaso del kirchnerismo y del viejo sistema político, frente al surgimiento de nuevas fuerzas como el mileísmo.
Por años, Cristina Fernández de Kirchner fue el centro gravitacional de la política argentina. Capaz de imponer agendas, condicionar presidentes y moldear el rumbo del peronismo a voluntad. Hoy, sin embargo, su figura se recorta en una escena distinta: la de quien se resigna, no lidera; la de quien acata, no ordena. Su decisión de postularse como diputada provincial en la tercera sección electoral de Buenos Aires —su bastión— es un gesto tan revelador como melancólico.
Cristina ya no decide. Aceptó el desdoblamiento electoral que Axel Kicillof, su otrora discípulo, impuso contra su voluntad. Su "ya está", lejos de ser una estrategia, suena a capitulación. Y en esa rendición implícita se inscribe una verdad incómoda: por primera vez en mucho tiempo, su voluntad dejó de ser ley en el peronismo.
Se intentó justificar la jugada con razones políticas (“sin triunfo en 2025, no hay 2027”), pero los antecedentes desmienten ese argumento. Ni Macri ni ella misma lograron transformar victorias de medio término en reelecciones. El verdadero móvil, parece, es otro: la necesidad urgente de fueros, la proximidad de una condena firme, el anticipo de una pulseada judicial que la puede dejar fuera del juego, o incluso, en prisión.
Cristina envía un mensaje en clave a la Corte Suprema: si la inhabilitan, ella lo llamará proscripción. Pero los jueces ya tienen los fallos listos, y lo que se perfila es un escenario que ni siquiera ella podrá revertir con su clásico juego de dilaciones legales. La posibilidad de que sea candidata mientras su condena está por quedar firme es un punto de tensión institucional, no solo electoral.
Además, su candidatura provincial no solo habla de su situación judicial, sino también de su soledad política. Kicillof, con el apoyo de intendentes que antes le juraban lealtad, la desafía abiertamente. Ya no la necesita. Tal vez nunca lo hizo. Cristina busca replegarse en la única zona donde su nombre sigue garantizando votos: la tercera sección electoral. Pero eso, más que una fortaleza, es una trinchera.
La decadencia no se mide solo por lo que se pierde, sino por lo que se acepta. Cristina, la arquitecta del poder durante casi dos décadas, ahora compite por una banca provincial. No porque quiera, sino porque no tiene otra opción.
El peronismo, como lo conocimos, también parece estar agotando sus últimos cartuchos. Su alianza con el kirchnerismo terminó sepultando cualquier renovación posible. El experimento Alberto Fernández fue su última gran apuesta, y su fracaso marcó el principio del fin. Milei, con todos sus excesos y disrupciones, es tanto consecuencia como síntoma del derrumbe del sistema tradicional.
Cristina Kirchner ya no define el futuro, apenas intenta evitar el pasado. Su candidatura es menos un acto de poder que un gesto de supervivencia. Y en esa lógica desesperada, lo que está en juego no es una banca legislativa, sino su libertad.
El peronismo la acompañará en la medida en que le convenga. Pero nadie en el espacio puede negar que algo terminó. La era kirchnerista —con sus luces y sombras— se acerca a su epílogo. Y su protagonista principal, lejos del atril presidencial, baja el telón desde una lista seccional.
Hay silencios que pesan más que los discursos. Y candidaturas que revelan más que mil estrategias. La de Cristina es una de ellas.





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