
La paradoja de 2024: pobreza en baja, pero sin mejora estructural
OPINIÓN Agencia de Noticias del Interior



- Pobreza en baja: En el segundo semestre de 2024, la pobreza cayó al 38,1% (desde un pico de 54,8%) y la indigencia bajó al 7,8% (desde 13,9%).
- Mejora sin fortaleza estructural: La baja de la pobreza no se debe a un crecimiento económico sólido, sino a mejoras puntuales en ingresos de sectores vulnerables.
- Claves del descenso:
- Aumento del salario informal (+15%) tras una fuerte caída en 2023.
- Incremento del 91% en la Asignación Universal por Hijo (AUH).
- Empleo formal en retroceso: Cayeron los empleos privados y públicos formales; el empleo creció solo en sectores informales.
- Paradoja económica: Se reduce la pobreza mientras cae el empleo formal y los salarios promedio no mejoran.
- Advertencia a futuro: Sin formalización ni mejora del salario real, la baja en la pobreza podría ser solo un alivio transitorio.
En un año atravesado por desequilibrios, recesión y ajustes severos, la caída de la pobreza en 2024 puede parecer, a primera vista, una contradicción o, al menos, una rareza estadística. Pero si se mira con lupa el comportamiento del ingreso familiar, los tipos de empleo y los beneficios sociales, se empieza a revelar una verdad incómoda: la pobreza bajó no porque la economía se haya fortalecido, sino porque la población más vulnerable encontró un respiro en los márgenes del sistema.
El dato oficial es contundente: la pobreza descendió al 38,1% en el segundo semestre de 2024, luego de haber alcanzado un alarmante 54,8% apenas iniciada la gestión de Javier Milei. La indigencia, aún más dramática, se desplomó del 13,9% al 7,8%. Pero detrás de esos porcentajes alentadores hay una economía donde el empleo formal privado y público cayó, los salarios promedio apenas se sostuvieron y el desempleo aumentó.
¿Cómo se explica, entonces, esta mejora? La respuesta está en los márgenes: el trabajo informal y los ingresos sociales. En 2024, el salario informal —el más ligado a la pobreza estructural— creció 15%, tras haber sufrido un durísimo retroceso en 2023. A eso se sumó una suba del 91% en la Asignación Universal por Hijo, clave en los ingresos de los hogares más vulnerables. Es decir, los sectores que tradicionalmente cargan con los peores indicadores fueron, esta vez, los que más vieron aumentar su ingreso real.
No es un milagro económico. Es un alivio momentáneo provocado por la recuperación de lo que se había perdido en 2023, un rebote tras el golpe inflacionario de los primeros meses de la nueva administración. La caída de la pobreza no se debe a un modelo de crecimiento inclusivo ni a una reactivación sostenida. Se debe, en gran medida, a un leve aumento del poder adquisitivo en los deciles más bajos y a una mayor informalidad que permitió absorber la desocupación formal.
Esto plantea una paradoja peligrosa: el Estado logra reducir la pobreza mientras el empleo formal cae y los salarios promedio no mejoran. En otras palabras, se redujo la pobreza sin mejorar la calidad del trabajo ni fortalecer la seguridad económica de largo plazo. La pregunta es cuánto tiempo puede sostenerse esta ecuación.
En este sentido, 2024 dejó una lección clara: cuando las políticas públicas (como la AUH) mejoran y el sector informal tiene margen para expandirse, la pobreza puede ceder, incluso en contextos macroeconómicos adversos. Pero sin empleo de calidad, sin crecimiento del salario real sostenido y sin formalización laboral, ese alivio es tan frágil como breve. Las cifras celebran hoy, pero el sistema sigue caminando sobre una delgada cuerda floja.




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