




- El peronismo, históricamente resiliente, hoy se encuentra desdibujado, sin liderazgo ni base social clara.
- La cuenta “Peronistas con Milei” revela un intento provocador (y eficaz) de disputarle al PJ su simbología popular.
- El kirchnerismo está dividido: Kicillof desafía a Cristina y el partido carece de relato y horizonte.
- Mientras Milei marca la agenda en redes y conquista sectores populares, el PJ permanece anclado en discusiones internas.
- La pérdida de estructura territorial y la falta de una propuesta económica clara agravan su crisis.
- El modelo político-económico del peronismo tradicional, según Gerchunoff, "ya no existe".
- Su única ventaja es su instinto de supervivencia, pero para volver a ser opción necesita una reinvención profunda.
Por años, el peronismo fue la estructura política más resiliente de la Argentina. Un partido capaz de renacer de sus cenizas con una habilidad casi biológica para reconvertirse, reagruparse y volver al poder. Hoy, esa maquinaria luce oxidada, sin rumbo, y sobre todo, sin sujeto social claro al cual representar.
En ese vacío, no sorprende el experimento bizarro —aunque inteligente— de “Peronistas con Milei”. A simple vista, parece un chiste de mal gusto: unir al libertarismo de motosierra fiscal con el justicialismo de justicia social. Pero detrás del meme hay una maniobra más profunda: disputarle al peronismo el corazón simbólico del pueblo. Es marketing político puro. Es decir: no importa si es real, importa si pega.
Y pega. Porque el peronismo está desdibujado. Ya no es el partido de los trabajadores, ni el de los excluidos. No es siquiera el de los intendentes. Está atrapado en su laberinto interno, entre un kirchnerismo sin épica y un “antikirchnerismo” peronista sin identidad. Axel Kicillof se rebela, Cristina Kirchner se atrinchera, y en el medio no hay relato, ni liderazgo, ni horizonte.
Los libertarios, en cambio, sí entienden el signo de los tiempos. Agitan banderas, memes, enemigos. Redefinen la agenda en TikTok mientras el PJ todavía discute en la sede de Matheu si Cristina debe ser candidata a senadora o no. Mientras los libertarios viralizan a “Paka Paka libertario” y sus peleas con Lali Espósito, el peronismo no encuentra cómo conmover, emocionar ni convocar a nadie más allá de sus fieles.
Peor aún, el Gobierno de Milei logró lo que parecía imposible: perforar los bolsillos electorales del PJ en los sectores pobres. Allí donde el peronismo solía ser amo y señor, el discurso libertario entró con furia. ¿Crisis de representación o fracaso de una cultura política que dejó de vender futuro, como alguna vez admitió Zannini?
La falta de estructura territorial, el retroceso electoral, la atomización de sus liderazgos, y la incapacidad para ofrecer una alternativa económica creíble, dibujan un diagnóstico sombrío. Como bien dijo Pablo Gerchunoff: “No busquen el desafío a Milei en el pasado. Uno de los modelos ya no existe”.
Aún así, el peronismo tiene una ventaja: el instinto de supervivencia. Y en la Argentina, todo puede cambiar en un año, en un mes, o en un discurso. Pero para volver a ser opción, necesita más que resistir. Debe reinventarse. Dejar de imitar a Milei o de pelearse con sus sombras. Debe animarse a ser otra cosa. ¿Qué? Aún no lo sabe. Y ese es, quizás, su drama más profundo.




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