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TENIS: FÁBRICA DE ENFERMOS MENTALES

¿Qué tendrá ese juego de raqueta que llaman tenis para alterar tanto a sus practicantes? ¿Será porque se juega uno contra uno? ¿Será por su sistema de puntos tan raro y anti matemático, que a sus practicantes les hace un quilombo en la testa?

PARA LEER EN PANTUFLAS 14/03/2021 José Ademan RODRÍGUEZ
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JOSE ADEMAN José Ademan RODRÍGUEZ

¿Qué tendrá ese juego de raqueta que llaman tenis para alterar tanto a sus practicantes? ¿Será porque se
juega uno contra uno? ¿Será por su sistema de puntos tan raro y anti matemático, que a sus practicantes les
hace un quilombo en la testa? ¿Será debido al uso de ese objeto parecido a una sartén, compuesto de
cuerdas tensadas y cruzadas y de mango, que es como la prolongación del brazo, como la macana de los
cavernícolas? Y, si es por eso, ¿porque no les afecta a los que juegan al ping-pong, al bádminton o al pádel?
Porque, razones no faltan para dudar seriamente de los beneficios de este deporte para el ser humano. Es
más, aquí les dejo varias pruebas de que, al contrario, puede ser muy nefasto y darle a uno, un billete sin
retorno hacía el loquero.
DE LONDRES A MONTECARLO PASANDO POR NUEVA-YORK, MELBOURNE Y… ¡CÓRDOBA!
Lo que fue llamado una vez el “deporte Blanco” tienes más manchas que un cuadro de Pablo Ruiz.
Ya hace más de un siglo, Thomas Saint-Leger Gould, que fue finalista de Wimbledon, era un asesino. Mató a
una riquísima señora danesa. Al parecer estaba enganchado al casino y le faltaba plata. La policía encontró
dos maletas con los pedazos de la pobre mujer en Montecarlo.
En los años 80, en un partido del US Open junior, el sueco Stefan Edberg tira una bola que llega en la cabeza
de un juez de línea. El golpe le hace perder el equilibrio y se cae en el suelo. Morirá unos días después.
Edberg quedó medio trastornado. Recientemente vimos como Djokovic fue descalificado por dar un pelotazo
a una jueza de línea, otra vez en Queens, pero sin final dramático esta vez. De bronca nomas. Porque parece
que el tenis desquicia hasta a los mejores. Hay en este deporte, un sinfín de anécdotas de broncas, de
pelotazos, de patadas, de gritos de rabia o de insultos.
El Argentino Juan Ignacio Chela le escupió a Hewitt, hace poco el loco de Fognini casi llega a las manos con
un compatriota suyo; esta semana la joven promesa norteamericana Gaufi y una jugadora checa se hicieron
de todo en el torneo de Dubai: malos gestos, falta de respeto, pelotazos… A los organizadores árabes, no les
hizo mucha gracia. Dicen que hace poco, Gaufi estuvo en depresión. ¡No tiene ni 17 años!!
En otro hecho desagradable, el tenista canadiense, Denis Shapovalov casi le saca el ojo al juez de línea
después de tirar un pelotazo impulsado por la furia y la frustración del momento. ¡Tranquilo, nene…! Ya
parece que la paranoia y la agresividad se mueven a su aire en las pistas de tenis… Bueno, ya sabemos que
fue involuntario… pero hay un “algo” suelto que te dice que así no se puede seguir. Ya las señales se han
convertido en síntomas de enfermedad… algo se mueve entre las raquetas que terminan en raquetazos.
Los argentinos decimos que hay que tener carácter. Pero esto es otra cosa: es tener MAL CARÁCTER, que es
bien diferente. Es una tremenda falta de humildad. Algo falló en la formación de esos chicos.
Los entrenadores y los padres son co-responsables: por haberles tratado como niños diferentes, como los
reyes de la casa o del club y por haberles quitado la infancia. Les inculcan obsesivamente desde pequeños
que tienen que ser el número 1, ¡el NUMBER ONE!
Así que calculen:
- Seis horas en la pista
- Dos o tres horas de preparación física
- Una hora para charla técnica
- Otra hora de charla psicológica…. 
Y así todos los días. Ya me dirán cuándo viven. Poco a poco los van convirtiendo en algo así como un frontón
de ojos y crispaciones de nervios y sudor. Luego, ya adolescentes, con la familia sólo están en los grandes
torneos o al acabar las competiciones que son inacabables; sacando las Navidades y los regalitos, la
convivencia familiar para ellos es una expresión de deseos.
El paraíso prometido es una red; están atrapados por las redes del exitismo y de la ambición de los padres.
Sus alegrías y miserias son ahora pasto de consumo para la prensa rosa. Todavía recuerdo que si Agassi
cambió el look, que si el bronceado de la Gabi, que si los líos de faldas y algo más de Navratilova, que si la
daga que nos dejó muchos veranos sin Mónica Seles… Las mismas bobadas de la prensa deportiva cuando
escriben sobre los mates que toma Suarez o la fiesta de cumpleaños de Neymar o Cristiano Ronaldo…
Están casi todos locos en el mundo del deporte profesional. Por mejorar su rendimiento físico quieren ser
superhombres.
¡No aguanto más ver por televisión todo ese circo de idiotas del toc-toc-toc-toc seco y odioso, donde se
acaba la paz, la tertulia! Todo es reemplazado por la pelotita y los desagradables sonidos guturales y gritos
ahogados de los esclavos de blanco -bueno, ya casi no se juega de blanco, excepto en Wimbledon. Para
colmo, los jóvenes de casi todo el mundo los toman como modelo de pautas de comportamiento, cuando no
son más que robots de ropa, calzado y complementos de marca.
Boris Becker dijo que el tenis es un mundo pequeño, obsesivo, confuso y repleto de valores equivocados. Y
que algún tornillo lo tienen flojo lo da el hecho de que el mismo Becker se presentó una vez en el Café París
de Montecarlo, bajo una peluca negra de rocker que no conseguía cubrir sus cejas rojas y una campera de
aviador, disfrazado para que no lo conozcan. Otra vez dijo: “Mi público y yo hacemos el amor muy a
menudo”. Cuando venció a Lendl en Australia, se emocionó hasta el punto de abandonar la pista e ir a llorar
sobre una toalla entre los árboles de Flinders Park (si hubiera ido a cagar, habría sido más razonable). Ion
Tiriac comentaba de él: “Depende del día que quiera jugar; ya no estoy para hacer de niñera como con
Guillermo”.
Después uno se ríe de algunos boxeadores que están “tocados”, como mi amigo el Cabezón Romano, al que
una vez le dieron un micrófono de esos de antes y le pasó la lengua creyendo que era un helado (a lo mejor
lo hizo con picardía de cordobés). Pero los tenistas son peores… Un día de éstos, alguno dirá algo así: “A la
vuelta de mi casa vive Phil Collins. ¡Cómo me gustaría ser él para vivir a la vuelta de mi casa!”.
Y sí, los mismos periodistas ya han insinuado bastante acerca del deterioro mental de estos deportistas. En
los años ’80, un tal Luis Hernández redactor de El Gráfico, y en un mismo artículo, es repetitivo con esto de la
mente; aquí está la prueba en algunos párrafos:
- “Gabi: Su mente estuvo bajo presión”.
- “Roland Garros: Era para mujeres un torneo mental más que técnico”.
- “Graff: Se derrumbó porque su mente estaba lejos”.
- “Garrochategui: Le falta mentalidad para estar entre las grandes”.
O al periodista le faltaba agudeza narrativa, o advertía sobre una disfunción mental por exagerada presión.
La rechoncha estatuilla del tenis español Sánchez Vicario comentó un día:
“Lo más importante es la mente. Si estás mal de la cabeza, puedes perder”. Si todo indica que están mal de
la mente, por autosugestión, por eso pierden, en el tenis y en el otro juego, el más importante, cuando se
retiran: el juego de la vida. Sus lazos familiares se rompieron totalmente...
Otros ejemplos fueron Clerc, el cual se quiso suicidar y Börg que terminó alcohólico con los sesos picoteados
y castrado moralmente. La española Conchita Martínez tuvo una crisis mental por líos amorosos. A McEnroe 
a menudo se le hinchaba una vena cervical, mientras proyecta un salivazo mezclado con “bilis-rabina”,
convirtiéndose no ya en un irascible personaje, sino en un tarado genética y socialmente dispuesto a la
violencia. Menos mal que el árbitro está alto, si no le rompe los riñones de un raquetazo, y lo veríamos
arrastrándose en orina. Y el insulto… (¡Hasta me da vergüenza ponérselo en español! Hagan ustedes la
traducción si quieren) “¡Hey, you! ¡F@cking asshole! ¡Fagot! ¡Fat pig! ¡Son of a bitch ¡Idiot! ¡Bastard!”. ¡Qué
psico-no-sé-cuánto…! ¡Es un loco de mierda!, habelando en criollo.
Todos se chiflan por una guitarra eléctrica y el rock. Además, piensan que cantan bien. Vilas hasta se creyó
poeta; Noah grabó varios discos; Wilander tenía inclinaciones artísticas, que yo llamaría “inflamaciones
artísticas”; a Agassi también le daba por escupir, y fue multado por decir obscenidades a un juez. Es que
parece que a estos nenes hay que darles música: así producen más. En las fábricas inglesas ponían un Hilo
Musical para mayor concentración laboral y parece ser que las vacas dan más leche y las gallinas ponen más
huevos, pero escuchando a Tchaikovsky o Vivaldi (son más inteligentes que los cultores de la música rompetímpanos). La prensa hasta le quería dar la imagen de sex-symbol a Agassi, que caminando recordaba a un
osito destartalado; Becker parecía tener dos piojos blancos titilando en las órbitas en lugar de ojos (sin
embargo, una de sus novias vendió a Play-Boy la historia de una noche con él, que tenía fama de viril).
Arancha parecía una pepona o una criatura no-nata; Seles tenía cara de tonta disfrazada de ingenua (así le
fue); Sabattini, hombruna, grotesca, con una narizota sólo apta para resoplar u oler halagos de adulones,
pero no para oler perfumes (para eso hace falta un botoncito tierno de nariz como el de Carolina de
Mónaco). ¿Navratilova?, ni hablemos, menos bailar un bolero con ella. Además, eran pésimos colegas:
hablaban mal de ellos y entre ellos. Hoy, el impresentable Kyrgios contra Djokovic o Nadal, ayer, Vilas contra
Clerc, Bruguera contra Sánchez Vicario. Y también hasta sus entrenadores: William “Pato” Álvarez y el padre
de Bruguera una vez se negaron a darse la mano. Los imagino por las noches en la suite de un hotel solos,
vencidos, con su música, sin saber que afuera canta la vida con otros tonos y melodías; ellos todavía no se
dieron cuenta de que el cielo se cubre con hermosos copos blancos de nubes… Para ellos el firmamento
sigue siendo el avión que esperan en las salas de embarque de los aeropuertos.
No supieron nunca que la infancia es la edad más hermosa, es ese ciclo en que las vacaciones son
inacabables y jugamos libremente, en estado mental de anticálculo. Ya de chicos se subieron a un coche de
marca antes que a un caballito de cartón. Aprendieron a pintarse la cara de adultos para las marquesinas.
Nunca dibujaron un sueño propio de chiquilín, porque el derrotero se lo marcaron prematuramente los
padres hacia la fama y el éxito. Ernest Gulbis, hijo de millonario, solía ir a entrenar en Jet privado y, como
tantos nenes de papá, destrozaba sus raquetas cuando no le salían las cosas, incapaz de hacer frente a la
dificultad y demostrando su falta de educación.
Y ¿qué decir del australiano Tomic? El malcriado se negó a entrenar con otro jugador durante un torneo. A
los 24 añitos dijo que el tenis ya no le motivaba y que no quería trabajar más. Sus representantes dijeron que
tenía una crisis existencial. Conocida es la historia de su padre, quien, en el torneo de Madrid, le rompió la
nariz a un entrenador. A Tomic, como otro nene bien, le gustaban los coches ‘’deportivos’’. A bordo de su
BMW hizo una vez una ‘’carrera’’ de persecución con la policía.
Toni Nadal, ex entrenador y tío de Rafa, comento años atrás que el lujo excesivo podía hacerle mal:
"A mí no me gustaría nada ver a Rafael con un Ferrari, aunque se lo pueda comprar".
Otra vez, contó que una noche estaban por ir a un buen restaurante y que su sobrino salió con bermudas y
zapatillas -porque le decían que, como se trataba de Rafa, le dejarían entrar así- le hizo volver a su
habitación para cambiarse. No quería que un joven tenista que estaba triunfando, se sintiera especial o
privilegiado.
"Vives en un mundo irreal donde te dan la razón sin tenerla, te aplauden comportamientos que no son
correctos y eso no te beneficia ni como persona ni como jugador’’ 
Qué casualidad que otro amante de los autos sea el desequilibrado de Nalbandian, quien recién tuvo un
tremendo accidente en un Rally. Es un perturbado personajillo, capaz de alterar la paz pública de un pueblo
de gente quieta y buena, con el beneplácito del oficialismo gubernamental de Córdoba, que parece gozar de
derecho de impunidad y tiene el sinvergüensismo barriobajero.
Nalbandian, que debe ser la deshonra del gran colectivo armenio en Córdoba, tiene chulescas y prepotentes
pulsiones de irracional mequetrefe con dinero, incorporado a la lacra de la violencia por sus numerosos
brotes psicóticos.
Parece que en su oligofrenia solo le funcionan dos neuronas: una para jugar a tenis y otra para innumerables
cagadas cometidas en su vida.
Este rubio de gesto hosco, posee la mugrienta bajeza supremacista del niño bien para quien la agresión física
y verbal son parte de su conducta. Sus actos, como la famosa patada al juez de línea, debieron ser
condenados por lo penal. Se tendría que ver dolo del causante. O por lo menos dolo indirecto o eventual. Es
todo tan complejo eso de meterse con el cerebro de las personas que impide ser concreto en las
apreciaciones. En el tema del dolo hay delgadas líneas, sensibles y frágiles fronteras que hacen imposible
desentrañar la verdad que se puede partir en mil trozos diferentes. Su locura, intencionada o no, provoca
lesión. ¿No hay jurisprudencia? Creo que son pocos los casos de actuaciones de deportistas como las de
Nalbandian que acabaron en un tribunal.
No se puede aceptar como excusas a comportamientos violentos, el ‘’estrés’’ deportivo o el ''calor del
partido''. No pasaría lo mismo en casos de la vida ''normal'', fuera del campo de juego. Y los insultos a los
jueces también deberían ser condenados penalmente.
En fin, como dicen: ‘’El dinero no cambia a las personas, sino que las muestra tal como son’’.
Dicen que olvidarse de lo malo, es tener buena memoria, así que saquemos las manzanas podridas y
rescatemos lo bueno. Es reconfortante ver, cuando se enfrentan dos grandes glorias, -quizás los dos más
grandes de la historia- como son Rafael Nadal y Roger Federer, dos ejemplos de conceptos perdidos como la
ética y el saber estar, un espectáculo de nobleza y deportividad. Por cierto, ¿alguien le vio alguna vez a Nadal
romper una raqueta?
Otro recuerdo reconfortante que nos dio un Roland Garros de los ‘80, nos dio un efímero romance entre el
tenista Guillermo Vilas y Carolina de Mónaco, que precisamente por ser efímero pasó a ser un gran amor, si
hubiera terminado en matrimonio... ¡ya saben!

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