
Inflación en alza y tasas récord: el delicado equilibrio del Gobierno para frenar el dólar y contener expectativas
ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior

- La inflación de julio fue 1,9% y la núcleo 1,5%, con escaso impacto del alza del dólar, pero marcó el segundo mes consecutivo de aceleración.
- El piso de inflación de mayo (1,5%) quedó atrás; agosto podría llegar al 2% y mantener la tendencia al alza.
- Consultoras prevén que la inflación no baje de 2% en septiembre u octubre, lo que podría afectar expectativas y provocar más remarcaciones.
- El Gobierno contuvo el dólar con suba de tasas y absorción de pesos, llevándolo de $1.380 a $1.325.
- El Tesoro paga tasas cercanas al 70% anual para evitar dolarización, en un contexto de inflación proyectada de 20%-25% anual.
- Caputo atribuye esta estrategia al “riesgo kuka” y busca que la rentabilidad en pesos supere al temor político.
- Tasas tan altas enfrían la economía, encarecen el crédito, aumentan morosidad y costos empresariales, lo que puede presionar precios.
- Mantener rendimientos reales muy superiores a la inflación acelera el crecimiento de la deuda en pesos y pone en riesgo la sostenibilidad fiscal.
Pese al aumento de julio, que llevó la inflación mensual al 1,9%, el dato resultó menos preocupante de lo que podría sugerir a primera vista. El incremento se dio en un contexto de impacto prácticamente nulo de la suba del tipo de cambio —que trepó 14% a lo largo del mes— sobre los precios, y con una inflación núcleo de 1,5% al descontar los aumentos regulados y estacionales. Sin embargo, detrás de esta lectura optimista se esconde una señal de alerta: se trata del segundo mes consecutivo de aceleración inflacionaria.
Tras tocar un piso de 1,5% en mayo, la inflación subió 0,1 puntos porcentuales en junio y 0,3 en julio, marcando una tendencia que preocupa al equipo económico. El desafío ahora es evitar que se rompa el proceso de desinflación iniciado a mediados de 2024 y consolidado en los primeros meses de este año.
Las proyecciones para agosto no son alentadoras. De cumplirse las estimaciones, sería el tercer mes consecutivo de alza en el índice de precios, impulsado por los aumentos en combustibles debido a la suba del dólar y por nuevas remarcaciones en productos de consumo masivo. Aunque el mes aún tiene recorrido, las principales consultoras calculan un piso de 2% para la inflación de agosto, con escasas chances de que el registro final se aleje demasiado de ese valor.
El cambio de tendencia podría volverse más evidente en los próximos meses. Algunas consultoras advierten que la inflación difícilmente vuelva a ubicarse por debajo del 2% en septiembre o incluso en octubre, lo que podría afectar las expectativas de empresas e inversores. Si estos anticipan que la inflación futura superará la actual, podrían adelantarse con nuevas subas de precios, generando una dinámica difícil de revertir.
Hasta ahora, la depreciación del peso a $1.380 a fines de julio tuvo escaso traslado a precios, pero el Gobierno reaccionó con rapidez para limitar cualquier efecto. Implementó una agresiva política de absorción de pesos y suba de tasas, lo que permitió que el tipo de cambio oficial encadenara nueve jornadas consecutivas de baja hasta cerrar ayer en $1.325.
La estrategia oficial, que difícilmente cambie antes de las elecciones legislativas, se apoya en mantener rendimientos financieros muy elevados para desalentar la dolarización. Ayer, el Tesoro pagó casi un 70% anual para refinanciar vencimientos de Lecap de corto plazo y anunció una nueva licitación para absorber la liquidez excedente.
Estos retornos son excepcionales si se considera que las proyecciones de inflación para los próximos doce meses se ubican entre 20% y 25%. ¿Por qué entonces el Tesoro convalida tasas tan altas? Según el ministro de Economía, Luis Caputo, se trata de una respuesta al “riesgo kuka”, es decir, al temor de los inversores a un eventual regreso del kirchnerismo al poder. En esta lógica, el objetivo es que la “codicia venza al miedo” —la célebre frase de Mario Blejer cuando presidió el Banco Central en 2002—, incentivando a los ahorristas a permanecer en pesos por la vía de rentabilidades atractivas.
Pero esta medicina trae efectos secundarios. Tasas de interés tan elevadas enfrían la actividad económica, encarecen el crédito, elevan la morosidad y aumentan los costos financieros de las empresas. Esto último, a su vez, puede trasladarse a precios, alimentando el mismo problema que se busca controlar.
Además, para el propio Gobierno es una dinámica difícil de sostener. Con rendimientos reales que superan la inflación en más de 40 puntos porcentuales, como en la última licitación, la deuda en pesos crece a un ritmo acelerado, comprometiendo el equilibrio fiscal.
En un escenario donde la inflación amenaza con dejar atrás su tendencia descendente, el dólar se mantiene bajo control a fuerza de tasas récord y la economía real siente el impacto, el Gobierno camina por una delgada línea. La pregunta es cuánto tiempo podrá sostener este delicado equilibrio sin que los costos terminen superando a los beneficios.




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