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Cuando no se acepta el paso del tiempo

PARA LEER EN PANTUFLAS José Ademan RODRÍGUEZ
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JOSE ADEMAN Por José Ademan RODRÍGUEZ

Quieren que les diga una cosa?, los viejos me dan como asquito! Y yo soy uno de ellos, y cada vez que me miro en el espejo me dan ganas de matarme en defensa propia...

Yo no quiero terminar con la imagen del abuelito bueno, prefiero ser un hijo de puta en el recuerdo de todos, pues estos son los que lo han pasado bien en la vida, sobre todo si han sido políticos.

Y se preguntaran porqué me dan asquito? Porque yo mismo soy el más claro ejemplo de la decrepitud y por eso mismo me atrevo con esta descripción. No estoy faltando el respeto. Además he visto a tantos viejecitos absolutamente solos en los geriátricos los domingos plenos de sol, cada vez más solos... Sin hijos... Sin nietos... Mirando hacia la ventana con los ojitos húmedos. Y bueno, es el destino final, me conformo. El caso es que no nos enseñaron a morir o aceptar la muerte como un hecho natural.

Menos mal que al viejo Cronos no se le puede cortar la barba... El tiempo desbroza la maleza y muchos ya están acabados. ¡Y son asquerosos los manojos de pelo asomados impunemente de las fosas nasales o del pabellón de la oreja! Qué gozo me da pensar que pronto tendrán más de setenta años, edad en que a los hombres comienza a crecerles un pelo (uno sólo), largo, duro, obsceno, delator de su ocaso, que se destaca entre el resto del vello pubiano cada vez más raleado. Y, casi simultáneamente con lo indiscreto y ridículo de ese pelo, un huevo (uno sólo) se hace también largo, tan exageradamente largo que casi traspasa el nivel medio del muslo, por lo cual le denominé “huevo rotuliano”. Es como un desgarro de juventud perdida, una letanía de gata en celo como la voz de Lluís Llach. ¡Patético! Así como los jóvenes se cuelgan un pendiente en la nariz o el ombligo, los vejetes ya lo tienen colgado: es su mismo huevo, que pende de los pendejos. Se debe tener mucho cuidado al sentarse en la arena, ya que puede quedar aplastado como una milanesa... Este es un hecho natural. Y que decir de las viejitas, que ya comienzan precozmente con trece o catorce años a creerse chicas modernas insertándose aritos en pezones, lengua y, el colmo, en los labios mayores, creyéndose creadoras de la estética del interiorismo, con el riesgo de que venga un desaforado practicante del conilingus que le haga mierda labios, "bigote" y zonas pantanosas adyacentes.

Siguiendo con los viejitos, por su flaccidez y lánguida caída, el huevo adopta la morfología de una lágrima abyecta, grande y mísera a la vez, que al mirarla tanto te puede provocar una gran tristeza o cagarte de risa. Que ya lo dijo Aristófanes: “Los mejores atletas son los de vientre plano y testículos míseros, como los de las estatuas” (por ejemplo, el "David" de Miguel Angel). Lo más acertado es el comentario de un gallego amigo: "los mejores huevos son como los de los cerdos: chiquititos y pegados al culo".

Yo he observado mucho ese fenómeno piloso con ptosis ovoidal en el campo nudista de Pals, en la Costa Brava española, signo “bolitivo” que patentiza una mengua de los atributos volitivos. No lo encontraran en ningún tratado de geriatría ni endocrinología: es observación mía exclusiva, pues los infelices como yo poseemos excelsas virtudes para testigos, precisamente por nuestras escasas aptitudes para ser partícipes de un hecho; el pobre infeliz tiene buena vista para escudriñar lo que el resto no ve por sumarse a la comparsa. Me basta con entrecerrar los ojos para reducir la intensidad del sol y escrutar los detalles más finos, aparentando estar dormido, y mirar como a través de rejas filamentosas. Estoy convencidísimo

que es la más espectacular caída de las bolsas, con todos sus índices , sin efecto tequila ni retracción de inversores.

Se aprende también a ver lo feas que son las mujeres desnudas, algunas de alto riesgo visual, y a hacer valoraciones estéticas a partir de anatomía comparada. Y comprobar que la "pinchila" es, a la hora de la acción, versallesca, oronda, se yergue primorosa y enhiesta, como para escupir desde lo alto a un lacayaje encerrado en grietas peludas y anfractuosas llenas de mucus, flujo, leucocitos y restos de la última menstruación (aunque ahora se las afeiten). A decir verdad, lindas y cosmopolitas hembras se ven en la Costa Brava. Con decirte que un 70% están buenas; un 20%, buenísimas; y un 10% para matarse a pajas por ellas. El día que decida suicidarme, no me arrojaré de ningún balcón, ni me tiraré a la vía del tren, ni me pegaré un tiro; es más cómodo y satisfactorio matarse a pajas. Y si no tuviera ya más fuerzas para exterminarme, tengo a mi otro yo (bastante parecido a mí) que me echaría una mano. Lo contraproducente, sobre todo en Córdoba, es matarse estudiando, porque terminan de taxista o de zorro gris.

Y los viejitos de Río Cuarto... ¡¡La reputa que los parió!! ¡Qué felicidad ser testigo de sus corolarios, triste epílogo para los que creían iba a ser una gran película...! Pusieron toda su confianza en el escenario magnífico del rubio imperio del Sur, y ante las luces y cámaras sólo les preocupó exhibir su mejor postura, sin plantearse jamás cuál era su posición real. ¿Y si la película hubiese tenido final color de rosa, con lo petulantes y altaneros que eran? Menos mal que entre el destino, que va entretejiendo imprevistos y ellos, con su formidable capacidad de no servir para nada, abortaron el proyecto y no se les dio del todo la cosa... Si no, ¡qué insoportables serían! Están disgregados los oligoespérmicos por algún bar del centro, cual calambres que deambulan o irreconocibles pergaminos que andan a duras penas, devaluados, cachuzos y con sarro en el escroto, son como muertos sin sepultura. Cuando van al médico, no les hacen recuento de glóbulos sino de gusanos. Son lecciones de vida sobre cómo orientar el mal de Parkinson hacia una buena masturbación. Y dispuestos calladamente a acudir al llamado del Señor por la intermediación funeraria del señor Grassi o Tombolini.

Yo me iré sin dramas, con la calavera bien alta, y sin saludar a nadie, como un mal artista abucheado por el público, reducido en una cajita de madera parecida a la de los anillos y chucherías oxidadas. Cajitas que ya no cantan. Ya no guardo rencor, no es de persona de bien. Nada de juegos maniqueos a esta altura, clasificar burdamente a la gente en malos y buenos. Y conste que todas las sociedades albergan en su seno a malísimos e hijos de puta. Algunos moderados, sí, que la van de buenos por aquello de la simulación, porque los buenos y buenísimos sólo se ganan la soledad y la decrepitud. Que es cuando te comes los restos que dejan otros hombres... la oferta de una fruta madura que es la antesala de lo podrido.

Ese maestro de la vida que fue el Doctor Hugo Kobilansky, me dijo un día: ''Te imaginas negro si el hombre fuera eterno? Con lo hijo de puta que es?!''

Es que somos malos de verdad!

Y espero no se tomen estas reflexiones como un texto irónico o sarcástico, me refiero a viejos totalmente dependientes de cuidadores y de máquinas hospitalarias con enfermos con parálisis, alzheimer, trastornos psiquiátrico graves, etc...etc...etc...

 

Una vez acompañé a un amigo a visitar a un viejo de residencia en la más espantosa soledad. De entrada para animarlo ''Qué bien que te veo, Duende! Pero si estás hecho un pendejito!''

-''Sí'' -contestó el viejo, con sonrisa resignada, ''Me meo, me cago, y no puedo sostenerme si me paro...''.

Pobres viejos, como se los infantiliza, como carne de humor, al amparo de los prejuicios y estereotipos degradantes. A veces, somos ''personas mayores'' o pertenecemos a la ''tercera edad''... viejos chotos, eso es lo que somos, que padecemos el síndrome de Diógenes o el de Noé, como una vieja vecina que amontonó en su casa como ''quinicientos'' gatos en condición de insalubridad.

Hago la salvedad de algunos clanes gitanos, los indios, los pobres, los japoneses, aún respetan a los viejos.

Les recuerdo la emotiva fábula o balada sobre la muerte y el lugar donde los viejos son llevados a morir sobre la cima del monte Narayama. Se refleja el japon de hace unos o dos siglos. A los viejos, les hacen abandonar los pueblos para ir a vivir o a morir, mejor dicho, a la cima de la montaña. Es una controversia. En este caso es una sentencia de muerte despiadada, que suma en tristeza y desesperación a las familias. No todo es entrañable y amable. Sería conveniente ver esa película del año 1983 por la calidad de la misma.

Es común que al hacernos viejos, hablamos de ir a vivir al campo o algún pueblo, o cosas por el estilo que jamás se cumplen. A mí me interesa un huevo, la extinción de las ballenas, los cormoranes, los chorlitos y los camarones, cuando lo que realmente se ha extinguido es el hombre digno de ser un animal como dios manda.

Pero los malos de verdad somos nosotros, pues venimos malos de genética, egoístas y corruptos de fabricación; somos engendros de un reino sin moral, el del hombre, donde no hay fronteras de edades (el niño es el hombre, y el hombre es el niño). ¡¡El Reino del Hombre!! Paraíso del hambre para tres cuartas partes del planeta... Se ve que al crearnos Dios tuvo demasiado trabajo y se durmió en los laureles. ¡Qué triste es mendigar pan en esta época de conquistadores de estrellas! El hombre sigue mirando más allá de su propia galaxia. La astronomía permite saber mucho sobre la "basura espacial", restos de satélites artificiales que también se ven como estrellas. La basura y los restos de la Tierra son sólo detritos y despojos del hombre: eso no brilla, sólo se pudre. Por ello tampoco interesan a la lente del científico.

Eso me enseñó la vida, pues se aprende a vivir viviendo, más que leyendo (les aclaro que a esa frase la leí). Incluso profundizando un poco más, me parece que somos un poco lo que la gente cree que somos y también lo que pudimos ser (quedar debiendo ser algo no es igual a quedar debiendo a alguien). Y en el fondo, entrañablemente cada uno es lo que caga.

Yo no me he estudiado lo suficiente; me conozco algo y lo que puedo sacar en conclusión es que soy introvertido, negligente, contradictorio, espontáneo, frívolo, ingenuo, vulnerable, hipersensible, inseguro, colérico, inconsciente, solitario (con ansias de estar rodeado de gente), inspirado, instintivo, intuitivo, machista-edípico (a similitud de Adán, no tuve traumas infantiles, pero digo edípico para darme corte de entendido en esto de la psiquis), leal e infiel, fascinante-repulsivo, demente y defrese, unigénito, unilingüe, con doble personalidad, un poquito previsor (cumplí 81, lo cual ya estaba previsto), y celoso, tan celoso, jodidamente celoso, que una vez yendo en pedo veía doble y tenía celos de mi otro yo.

Y, no sé, aún sigo esperando ser de otra manera, y puedo ser todo lo contrario, hasta que la “parca” me llegue como a todos cuando más sueñe con un mundo mejor para nuestros hijos, en tantos ellos recién comienzan a tratarnos con más cariño, y si tienen dinero nos mandaran a un buen geriátrico (verdaderos cementerios institucionalizados de la senectud).

Casi simultáneamente con este escrito, apareció una publicación del oncólogo brasileño Drauzio Varella: "En el mundo actual se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y operaciones de silicona, que no en la cura del alzheimer. DE AQUÍ A ALGUNOS AÑOS TENDREMOS VIEJAS CON TETAS GRANDES Y VIEJOS CON PENE DURO, PERO NINGUNO RECORDARÁ PARA QUE SIRVE".

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