"El Chopo": Un amigo verdadero. Un "fenómeno" al que tanto extraño
PARA LEER EN PANTUFLAS José Ademan RODRÍGUEZPor José Ademan RODRÍGUEZ
Romance sentido a Chopo
No quiero llorarte, Chopo,
ni llore por ti España,
ni siquiera tu Argentina,
ni tu Córdoba soñada.
No has muerto, viejo rockero,
Sigue viva tu mirada.
Entre nosotros perdura
Tu presencia y tus palabras.
Sigues siendo de este equipo,
Tanto el faro como el alma.
Fuiste chofer y mecenas,
Utillero, nuestra raza.
Sigues siendo ese amigo
Que comparte nueva casa.
Si es verdad que Dios existe,
Dentro de un pasto de malvas,
Estarás tomando un mate,
O jugando en una cancha
Con otros que van llegando.
Y después, si se morfaba,
Poniendo motes y apodos
Entre risas encontradas
Con tu fina ironía
Certera como una espada.
Sigues siendo de este equipo
Una resina encolada
Que nos une y que nos fija
Ayer, hoy, y hasta mañana.
Autor: David Soriano
Aún me resuena su voz: “¿Cómo estás flaquita?”, “¡Escucháme chango!”, “¡Por supuesto, querido!”.
Pobla de Lillet, en ese barrio compartimos algo de años que fueron maravillosos. Luego del arribo del Chopo, en el Eugenio C, el 22 de noviembre de 1975, lo recibió un cantor del norte argentino, Amable Flores. Compartió el viaje en barco con Juan Olivieri y Carlos Nazareno, ambos odontólogos también. Y recuerda, Juan Olivieri, las cartas que le enviaba a la Elisa (la noviecita del pueblo): “No te preocupes, Elisita, por las cosas del hogar, en este país hay de todo. Lavavajillas, lavaropas...”. Con lo cual, le estaba preparando un mundo doméstico por demás confortable.
Según recuerda Hugo Aravena, los primeros muebles del Chopo no los compró. Se los hizo él mismo. Junto a sillas, taburetes... Mostrando su afición por el bricolaje.
Fue amante de los buenos vinos y quesos. A lo que nunca se pudo abstraer era su infaltable sifón de soda.
Creció en Laboulage y hablaba maravillas de sus padres. Fue hijo de un almacenero español y madre italiana. Además de estudiar para dentista, cada vez que podía, ayudaba a su padre en el negocio.
De acuerdo con Aravena, un día le preguntó al Chopo si le gustaría hacer camping, pues se había enterado de que existía uno muy bonito. Fueron a comprarse cada uno una tienda de campaña hasta que partieron un fin de semana hacia Pals. ¿Quién se iba a imaginar lo que iba a ser Pals? La experiencia fue buenísima. La playa estaba a 200 metros del camping, que tenía su campo nudista. A parte, los asados eran una institución. Al poco tiempo, se sumaron muchos amigos con sus respectivas familias: Rodolfo, Arturo, el Gringo Muso... Ocupando cada uno una parte del bosque. Por otro lado, los partidos internacionales con los alemanes, italianos, franceses... ¡Nadie podía con nosotros! De la profesión, ¡ni hablar! Pese a que era el Chopo un grandísimo dentista. Luego se fueron agregando los recién llegados, como el pelado Zúñiga. Y yo que llegué en el año 78 a ese núcleo duro del equipo, comenzaron a jugarse partidos en el campo del Collbató, pero duró muy poco y se fueron a jugar a Viladecans. Allí se fueron uniendo otros dentistas. Un día, vieron jugar al Mechón en un equipo de chilenos y, sin duda, era de lejos el mejor.
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Permítanme este pequeño homenaje al Mechón...
Un mensaje para el cielo...
Cuando sobre la punta de un botín,
Algún gnomo convoca al festín...
¡Seguro que está jugando el Mechón!
Y un sinfín de duendes se regocijan traviesos
Tirándoles las barbas al viejo Cronos,
El odiado anciano aquel que dijo:
“EL ALMANAQUE ES INSOPORTABLE”.
Pero no importa... se trepan y se cuelgan y retozan,
Queriendo romper las manecillas del reloj.
ES EL CORTEJO DE LOS DUENDES DEL MECHÓN....
Una cabriola, un amague, y otro... y otro más,
Uno que pasa por allá, otro se desbarrancó,
¡uy qué risa, Pablito! ¡Hale! Otro por acás, tuya “Pelao”...
En tanto la pisada ya dibuja el antojo más bacán,
La pretensión más suntuosa: el túnel que hará pasar
Los soldaditos de plomo que inventó el Mechón...
Y las guirnaldas, los moños, globos y chiches asomarán
En su empeine de festín.
Los hombres serios del pelotazo,
Señores feudales del orden
Incapaces de ver el colibrí y su romance de flor,
No le dejan ser niño.
Hacen como el villano de las películas de Chaplin,
Hay que ponerle fin, darle un número como a los presos,
Lavarle el pescuezo, ponerle brillo de charol a la alpargata, cancelarle la risa...
Pero uno se quedaría mirándole,
Hasta que el pucho queme los dedos y se frene la respiración;
Él realizará con los ojos abiertos
El fútbol que soñamos unos pocos con los ojos cerrados...
Quisiera, Dios, siempre un sol
¡Y un par de alpargatas para que juegue el Mechón!
Siempre niño, y que el gol lo marque en un arco de latas
Si al fin, el gol es solo estadística.
CUANDO SOBRE LA PUNTA DE UN BOTÍN,
ALGÚN GNOMO CONVOCA EL FESTÍN...
¡¡SEGURO QUE ESTÁ JUGANDO EL MECHÓN!!
Otros jugadores con su historial futbolístico se fueron agregando: Santamaría, que formó la línea media de San Lorenzo en el 68, junto a Telch y Albretch, hasta uno que lo atendí yo, de la Boca, el uruguayo Julio César Jiménez. Menoti, cuando fue técnico del Barça, lo tenía colgado.
La pasión del Chopo siempre fue Boca Juniors, luego, el Real Madrid. Su pasión solamente era comparable con su antibarcelonismo. Su amor por el primer equipo siempre se manifestaba de alguna manera. Cuando se hacía alguna referencia a su alopecia, con sorna respondía: “¡Ah sí! Lombardo, Mourinho y Pescia. Seré pelado, pero no pelotudo”. Y en la defensa, el Comisario Colman.
Año 1956, con el “Comisario” Año 1969, Colman en Río Cuarto y Año 1969, Cancha de Boca, junto a Orlando Medina, que fue el mejor Boca de todos lo tiempos. El técnico fue Alfredo di Stefano.
Cuenta Aravena que, un día, había un partidazo en el Camp Nou, entre el Barça y el Bilbao. Yo tenía dos tribunas, pensé en el Chopo y lo llamé: “Chopo, ¡vamos a ver al Barça!”. ¿Y cuál fue su respuesta? “¡Ni hablar! Me puede dar alergia, plurito o urticaria. JAJA, ¡qué mala ocurrencia!”
En un partido durísimo en Viladecans, faltando pocos minutos para el final, Chopo le hace una entrada durísima a un rival y se montó una grande. Empujones, insultos, etc., etc. El árbitro decide terminar el partido y nos siguen hasta los vestuarios. Chopo, tranquilo, no responde. Nos tuvimos que encerrar, mientras de afuera, continuaban los insultos: “¡Calvo, sal a pelear!”. Y Chopo contesta: “No me gusta pelear. Me gustan los libros, la literatura”. Sin duda, esa respuesta, encendió más la ira de los rivales. Por suerte, apareció la policia y pudimos salir del encierro. Como siempre, el Chopo era único en sus salidas.
Así mismo, he de destacar el ojo clínico del Chopo para elegir jugadores, en lo posible, de cierto nivel: El valor estratégico de Hugo Aravena; la capacidad goleadora de su cuñado; el pelado Esteban Zúñiga; la habilidad asombrosa de un catalán, más hábil que todos los argentinos juntos y algún efímero futbolista, como Coquito, de una habilidad insuperable.
Aquí está Chopo con su hijo, Germán, que iba para crack. Una lesión nos privó de su talento.
¿Sabían ustedes que el Chopo fue el primer corresponsal para LV3? Ambos salíamos, entradita la tarde, a comentar los partido de la liga española en primícia, cuando estos acababan. Yo, era un simple actor secundario (porque hasta en eso fue figura el Chopo). Tenía una impronta de personalidad en la voz, que me superaba en tono y en ritmo para dar la noticia. Por supuesto, al cumplirse dos meses, dejamos de hacerlo, pues no veíamos un mango.
Siempre estaba en su mente regresar a su tierra. Tenía la certeza de la inminencia del retorno. Harto de convertirse en el “rico que vuelve” a resolver las preguntas estúpidas de siempre de sus compatriotas: “¿Cuánto ganas, Chopo?”. El Chopo le contestó: “Mirá, macho, mucho más de lo que te imaginas y menos de lo que supones”. Con lo cual, dejaba a todo el mundo en bolas con su repuesta, dando a entender que la vida es eso que te permite estar lejos del mundo, pero cerca de todos lados. Con ello, desenterraba la idea de los argentinos en el extranjero: Volver forrados de dinero a gozar de la mejor tierra del mundo. Para esto, contaba con algo fundamental, con su mujer Elisa. Ella estará siempre esperándolo como un escudo protector de sus cosas, de sus hijos. No obstante, en el fondo, gozaba del gustillo de cierta vanidad, ya que volvía “triunfador”. Ya no era el “peladito” anónimo que iba a la facultad, cruzando un campo de fútbol, con su valijita de hacer prácticos y surgía de algún punto: “¡Che, pelado, alcanzáme el fútbol!”. Ahora era “El Chopo”, una institución y volvía “ganador”. Pero chocaba con la realidad económica de la Argentina en cíclica cantinela. Lo de siempre. Los teléfonos no andan y la burocracia te asfixia. Pese a todo, le buscaba el lado agradable a la Argentina. Pero le duró poco la alegría del retorno... Cuando vinieron los primeros fríos, pensó en esa luna brillante que se yergue en la Costa Brava, por el lado de Sa Riera. Y un cóctel de vivencias comenzaron a fluir, los imborrables recuerdos de Pals, asados por la noche y todo el encanto del camping.
Hasta para elegir amigos, el Chopo fue un genio. Hugo Aravena, lejos de ser un don nadie, como todos los dentistas, fue posiblemente el único que se destacó por lejos por encima del resto. Fue notable su carrera ascendente, dentro de la docencia, donde eligió, en la ortodoncia, un lugar destacado. Fue alumno del Dr. Carrier. Perteneció a la Fundación Roth Williams USA y, al igual que en California, se incorporó al Centro del Dolor Orofacial.
El otro valedor del Chopo, Arturo Pugach, fue, quizá, el orientador de los afanes odontológicos del Chopo, y quién le acompañó en sus instantes finales, demostrando su fidelidad como amigo.
Chopo con sus amigos en casa de Mechón
El mismo Chopo, cuando le pegué un puñetazo a un tipo con la mano derecha, él, sin cobrarme un centavo, me ayudó con mis pacientes. Aquí, le ayudaba mi hija que, circunstancialmente, estaba de vacaciones.
Además, les quiero significar el impacto nostálgico-plañidero de muchos argentinos, inspirados en la película Made in Lanús, de los años 80, que tuvo como protagonista a Luis Brandoni. En dicha película, ambientada en Nueva York, este actor les quiere sacar la idea enfermiza y obsesiva que tienen los argentinos (en general) con respecto al dinero... Ubica una escena en Manhattan, donde no puede tomar un café con un amigo: ¿Cómo carajo vas a pensar en juntarte con un amigo en el centro de Manhattan para charlar dobre cosas argentinas? ¡Es ridículo!
Aquí es donde valoro al Chopo. Como desde su perspectiva de inmigrante, no lo podíamos imaginar en Las Ramblas de Barcelona si su afán, que era trabajar y no era cuestión de perder el tiempo, pensando en el “cafelito” de la nostalgia... Hasta pensó en disfrutar los fines de semana en la Costa Brava, con todo el encanta que esta posee. Además, tenía lugar de privilegio el clásico asado argentino, haciendo la salvedad que la carne de Girona es mejor que la de Argentina. En Córdoba, por ejemplo, no saben comer asado porque lo secan, transformándola en una alpargata, quitándole a la carne el sabor auténtico que tiene. Por no hablar de la cantidad de restaurantes asombrosos que hay distribuidos en todos los barrios de Barcelona.
Como rúbrica, me gustaría destacar a mi nieto Luquitas, que en el vídeo está tocando la guitarra. En el conjunto del colegio San José, les enseñan a interpretar a Astor Piazzola.