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“HALOGÜIN”

PARA LEER EN PANTUFLAS José Ademan Rodríguez
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AdemanPor José Ademan RODRÍGUEZ

 “HALOGÜIN”

Así le llamamos en Argentina, al igual que el “orsai” (offside), es decir, la posición adelantada en el fútbol, así nos entendemos de entrada, sin cortapisas idiomáticas. El Halloween se asocia en el imaginario cristiano a prácticas que la Bíblia condena. Por ejemplo, la invocación a los muertos, los rituales satánicos y la hechicería son esas prácticas que se mencionan en el libro sagrado y que son claramente desaprobadas. Es una fiesta que se celebra el 31 de octubre, ligado al día de Todos los Santos, pero convertido en un festival del terror con fiestas de disfraces, calabazas, etc. Así mismo, los niños salen y prometen “trucos” a los que no le regalen caramelos. 

Su historia en España se remonta a los celtas (región de Galicia) con el Samhain, que significa literalmente “el fin del verano”, para marcar el buen tiempo y el cambio de estación. No es, en dicho país, una celebración tan grande como en el Reino Unido o como los EE.UU.Paradojalmente, este año, en España, no respondió al buen tiempo ni nada que se parezca. Alertas rojas, riesgo permanente de tormentas, granizadas con piedras de más de 2 centímetros, catástrofes por las inundaciones... Algunos la denominaron la peor Dana del siglo.

El tiempo no restaña las heridas ni nos seca las lágrimas, pero a los argentinos parece ser al revés. Nos enorgullecemos de nuestro pasado, con sus valores eternos. Nos escudamos en ellos, es nuestra épica, y consideramos que las amargas nostalgias son fuente de arte... Porque somos alquimistas del tiempo, como en el tango, que en eso nadie nos supera. Además, es bíblico eso de cargar con las culpas... Es de preguntarse: ¿Quién nos enseñó? ¿Cuáles fueron los causantes determinantes de ese victimismo, a través del cual, siempre nos han jodido? Hasta Dios nos jodío (eso piensan algunos). Sobre todo Dios, cuando era argentino y eramos una potencia, ahí pudimos resolver el problema. Ahora es tarde. Hemos pecado demasiado... Son varias causales de nuestras desgracias: El FMI, los políticos, los milicos, la inoperancia de los dirigentes (casi todos chorros). Y aún, hoy, no sabemos hacia dónde nos dirigimos, con el enigma Milei. 

A parte de pertenecer a la ola de izquierda que invade Latinoamérica: Bolívia, Perú, Brasil, Colombia, Nicaragua, los siempre menesterosos de Cuba.

El “Halogüing” es propio de urbes no merecedoras de recomendaciones a favor, a los cuales se agregan los pobres, que también sueñan con el chalet adosado de las clases medias, con piscinas; el capo de la familia saliendo los domingos con el chándal y si, es posible, con un perro Dobberman. Estas familias están muy influidas por la cultura americana y, por supuesto, con semejante ambición, se olvidaron de cuando eran pobres y felices. Como se olvidaron de ponerle los zapatos a los Reyes Magos, son cada vez más mágicos y sueñan con trineos voladores, con Papá Noel o Santa Claus al mando de las riendas. La fiesta de Todos los Santos se desvirtuó, casi totalmente. Hay que volver a la película Coco, con un elenco de voces casi completamente de origen latino. La trama gira en torno a Miguel, un chico de 12 años que es transportado accidentalmente al mundo de los muertos, donde busca ayuda para encontrar a su tatarabuelo músico, ya fallecido, y así volver con su familia de entre los vivos.Sin tener la presencia de lo anglosajón, fueron los mexicanos los que llevaron al cementerio la vida en forma de música y regocijo.

Yo, humildemente, como buen octogenario tengo sumo respeto por el miembro que me dio tantos disfrutes, a lo que los intelectuales le llaman “falo”, yo le llamo “pinchila”, como cuando niño. Y el Día de los Muertos, repito, me pongo una rosa entre las piernas porque hace rato que la tengo muerta.

Hay que volver a nuestros abuelos. Nuestros Carnavales, con su desfile de carrozas, fiestas multitudinarias en los pueblos, que elegían su reina. Ahora se amontonan en los estadios para ver a Coldplay, Bruce Springteen o a Taylor Swift. Argentina, como siempre, marcando récords, maleducando a los jóvenes y adolescentes. Después, como si se lavaran de todos sus pecados, niegan la música anglosajona, sin darse cuenta que han sido captados, como bobos, por ella. Son unas fábrica de zurdos.

Debemos volver a nuestras costumbres provincianas y pueblerinas, donde eramos felices y no nos dábamos cuenta. ¡Ay! Cómo recuerdo los Carnavales aquellos, cuando salíamos a las calles con baldes de agua y bombitas, dirigidas siempre a la piba más linda del barrio. Por lo menos, mojada y exhausta, con la respiración suspendida, haciéndose la artista, nos agradecía con los ojos y no reparábamos que eso era la felicidad.

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