Agarrate Catalina: Hoy les cuento las historias más increíbles de Río Cuarto, la ciudad que me vio nacer
PARA LEER EN PANTUFLAS José Ademan RODRÍGUEZ Por José Ademan RODRÍGUEZ
“Los hechos y/o personajes y/o lugares aquí narrados, no necesariamente son reales y forman parte de un relato que pretende abrir conciencias a partir de la exacerbación del relato mismo , cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.”
Así como de "soslayo" les di a entender que Río Cuarto es una ciudad poblaba en su mayoría por "enfermos del status". Eso es suave. Es más grave aún: conforman una verdadera "raza" machista y prepotente, sólo superada por los jugadores de rugby de Córdoba cuando bajaban a jugar a Río Cuarto. Los del Imperio del Sur, en general, pertenecen a la burguesía, muy pocos se hicieron a sí mismos… Son descendientes de inmigrantes que responden al dicho ese que dice: "Abuelo emigrante, hijo estudiante, nieto atorrante". Esta bazofia segregacionista lleva al discriminado a negarse a sí mismo, por su precariedad económica, por sus rasgos físicos, por vivir en el barrio en que vive, Fénix o Alberdi.
La aparición de estos "engendros" de parasitismo viene en parte por culpa de los abuelos emigrantes que les dieron demasiado, todo lo que ellos no pudieron tener en su pasado de hambre y sacrificio. Y viene entonces la reflexión de que la culpa no la tienen los hombres, sino el "hambre de los hombres". Les cubrieron las necesidades, inventaron el prototipo argentino del "doctor". Y se les fue la mano y metieron la pata, pues la vida permanentemente es un "boomerang": da efecto rebote. Se les vuelve en contra el invento; se pasa abruptamente de la anorexia a la gula, de la isquemia a la hiperemia, de la austeridad al despilfarro, y del altruismo al “sinvergüencismo”.
Fueron nenes del Gran Hotel (el Ritz riocuartense), Xanadú (el boliche americano de los sesenta). En los setenta poblaron Calatrava o Marrakesh, San Marco, Café Latino, Esparta, Acu-Acu, Valentino. Pero no se distribuyen a su antojo, pues forman parte del rebaño; jamás tuvieron personalidad suficiente para decidir según su criterio. Siempre abarrotan un solo boliche, café o restaurante que esté de moda, porque... "adonde va Vicente, va la gente".
En una época, la moda era ir a La Barraca. ¿Por qué razón será que la estupidez es centrípeta, tiende a la aglutinación despersonalizada, a la promiscuidad, al “efecto mosca”: todos juntos a la misma hora, en el mismo sitio? ¿Y por qué la lucidez es centrífuga, tiende a la dispersión, para terminar en la incomunicación total a medida que pasan los años?
Así, como si surgieran de una cornucopia, eran arrojados a la "crema de la sociedad" riocuartense estos monigotes en imperfecto estado animal, que con un vaso de whisky disimulaban su rusticidad aldeana. Casi todos ellos conformaban un cuadro degenerativo humanoide, que se hizo típico en el Sur agropecuario de la provincia de Córdoba. Un “vulgosarcoma” social en olímpico estado de pelotudez avanzada, volando en el espacio sideral del Gran Hotel, el Golf, Acu-Acu o el Urú-Curé, al que se le sumaban los "tuercas" de Laboulaye, que se miraban en el espejo de Rolo Alzaga, Gaston Perkins y Charles Menditeguy. Usaban mocasines, chombita Lacoste y pulóver anudado y echado a la espalda... y la soberbia de no servir para nada. Creo que cometieron un gran error: haber nacido. Todos ellos hijos pródigos, juventud dorada de una Argentina que fue "granero del mundo" y por una suerte de Darwinismo económico (el hombre desciende de los Martínez de Hoz), pasó de tener una vasta extensión de campos cultivados, a campos de golf, campos de concentración, y el más explotado: el campo de la psicología (la facultad de esa especialidad en Buenos Aires supera la cifra de 10.000 alumnos). Así se pasó de ser uno de los países con más alta renta per cápita, a estar económicamente decapitado.
Los antepasados de esa juventud dorada, nobles gringos, a pesar de su escasa preparación, eran sabios segregando sudor y alegría con cultura de trabajo (la más importante), que ser culto no es diferenciar a Rostropovich de Pau Casals, ni relacionar a Unamuno con Ortega y Gasset o Julián Marías. La verdadera cultura es la que te enseña a tener criterio para saber diferenciar lo válido de lo superfluo y a razonar con sentido común; aunque la persona crea que Kabul está en Bulnes, o que confunda Yakarta con Cartago, o que asocien Tosca de Puccini con “pucho” de Toscanini, esa persona no es inculta. Sabiduría es saber interpretar bien las pocas cosas que nos hacen sentir seguros de lo que hacemos o decimos. En definitiva, para mí que la cultura no existe se demuestra con un ejemplo práctico: cualquier aficionado a los libros sabe que a Manuel Mujica Láinez le llamaban Manucho, pero no sabe que hubo “otro Mamucho” mucho más conocido que este literato aristócrata; fue Rinaldo Martino, célebre jugador de San Lorenzo de Almagro, quien ante la comparación con Ángel Labruna respondió: “No, él juega «mamucho» que yo”. Y que la célebre “Ay, Jalisco no te rajes” es de Cortázar (que conste que la interpretación de Jorge Negrete se pasea aún por todo el planeta). A Roberto Arlt, su mamá le recitaba versos de Dante; en cambio a mi vieja le gustaba Carlos Dante, el cantor de De Angelis.
Aquellos gringos nuestros olfateaban el aire, por si llovía (como si aspiraran la vida misma), siempre a la espera de que madurara el grano. Sus hijos no supieron ni el más elemental principio que sus padres tal vez intentaron inculcarles: ¡Que del grano de trigo nace la espiga, y de ésta viene el pan! Ganarse el pan con el sudor... ¡Qué va! Esos mequetrefes eran una presencia panífera: ya venían con un pan bajo el brazo... Y con jamón, y miel, y manteca... Y hecho tostadas a las siete antes de ir al colegio. Así que... esperar a que madure el grano.
¡Otra que grano! Sus hijos fueron un forúnculo en el culo y en el alma. Estos excrementos genéticos de los inmigrantes nunca supieron separar el grano de la paja, ni las personas de las cosas (de aquellos polvos los actuales lodos). Ellos rompieron el natural vínculo que sus abuelos tenían con la tierra; y de tanto estar al pedo bien podrían haber estudiado PEDOLOGÍA, que trata de la agricultura: del griego pedon (suelo) y logos (tratado), que es sinónimo de Edafología. Ésa es una de las causas por las cuales el campo argentino cada vez se desertiza más. Y siguen todavía algunos transformados ya en trasnochados nostálgicos, haciendo alarde de sus posesiones en hectáreas, como un vulgar cafiolo hace ostentación del mujeraje mercantilizado (éstos al menos son más reservados).
Los mequetrefes estos, siempre estaban en pose, los codos sobre la barra, el cuerpo arqueado hacia atrás. Todos los días igual, como siguiendo un programa inalterable. Cabeza engominada hasta lo indespeinable, el nudo de la corbata perfecto hasta marcarles la yugular, la raya del pantalón tan afilada como sus lenguas, y esa cara de conseguirlo todo... Aprendí en sus miradas de disfrutar infinitas hectáreas que los únicos seres sin mala leche son las vacas. ¡Y con qué deleite degradaban cuando tenían auditorio a la amante ocasional! Eran como cachorros de terratenientes que ya comenzaban a ensanchar sus "posesiones carnales" con la mirada siempre en lontananza, como los centrojás[2] de antes, abarcando toda la cancha, en tanto estiraban el cuello, muy ceñido por la corbata, y los puños de la camisa, recomponiendo el perfil donjuanesco de galancetes que vivían lejos del mundo, pero que se permitían estar cerca de todos los lados por un determinismo histórico. Se plantaban con el aplomo del que porta un campo en cada bolsillo… ¡Para mi que nacieron con la mano en el bolsillo! o la desfachatez del delincuente que se ufana de ser buscado por la cana desde San Juan hasta Higueras.
Creo que las generaciones que siguieron tuvieron la misma escuela, con diferentes estilos y un poco menos de dinero (salvo una muy reducida élite, la mayoría son “burguesitos” medio pelo; el gran dinero no lo huelen muchos. Son alcahuetes que viven de los mendrugos de las grandes tajadas). Similares apetencias sin la más mínima capacidad de sacrificio. Y si no hay un cambio radical en sus mentes (confiad en la ingeniería genética), sus tataranietos serán un calco de su banalidad. Ninguno pondrá los callos en el campo para sembrar la tierra. No desesperarse: tal vez en el próximo milenio haya un cambio, pero en el 2999. A estos segadores de ficción, que reciben beneficios de los cultivos sin arrojar a la tierra ni siquiera un condón, les han enseñado que la agricultura no sirve para “equilibrar la balanza de pagos”. Así se fueron enhebrando ciclos que abarcaron desde la agricultura, el pastoreo, hasta llegar a la “cultura del choreo”, para culminar en la irrupción moderna arborea-cambista-callejera (arbolitos), sucedanea del neoliberalismo.
Les recuerdo que Dinamarca, país de avanzada tecnología y relevante equilibrio socio-económico, tiene en el agro su principal fuente económica; Noruega la tiene en la pesca y Australia en la agricultura y la ganadería, como Bolivia y Colombia en la coca. El tradicional dueto café-cacao, hoy solo es caca. Un aforismo inca reza: “La venganza del indio duerme en la hoja de coca y despierta en el cuerpo del conquistador”. Es a partir de la tierra donde el hombre se eleva al mundo y no a la inversa. Hasta pareciera que nosotros les inculcamos a los chicos que la cuchara está antes que la sopa, el fuego antes que la chispa, la cosecha antes que la siembra, y que el carro debe ponerse delante de los bueyes. Así las cosas, si mañana se incorporan a la política o al funcionariado, o son ejecutivos de banca (como terminan casi todos, por enchufe o amiguismo, la gauchada clásica del argentino), se robarán los bolígrafos, el papel higiénico y hasta los libros de ética, tal como marchan las cosas. ¡Con los ejemplos que les dan los de arriba, donde los partidos son cotos de amigos! Porque... está bien... Es la costumbre que todos meen en la piscina, pero que no lo hagan desde el trampolín, cínica, impune y alegremente. Y encima, envidiosos. La envidia se pega igual que la gripe y las ladillas, y tiene síntomas parecidos: furor, rubor, picor. Los que realmente han tenido fortunas verdaderas (los Jorba, que son descendientes de catalanes, por ejemplo) han sido gente de mucha más clase, moderación y sencillez en cuanto a pautas de comportamiento social. ¡Cuánta razón tenía el Gordo Teté cuando afirmaba que hay que volver a nuestros abuelos, esa raza que no necesitaba de psicólogos para funcionar en la vida!
Les dije que a esa "raza de burguesitos” de Río Cuarto sólo la superaba otra, la de los jugadores de rugby de la Docta (no todos, claro, pero desgraciadamente para deducir hay que partir de lo general y no de las cosas aisladas. Igual pasa con los políticos, no todos están podridos). Venían de Córdoba en plan de hooligans ingleses, pero en vez de destrozar vidrieras de negocios y armar jaleo con actos de vandalismo, eran más "finos", arteros, grotescos y maleducados con ropajes de dandy. Eran, pongámosle, como una amenaza química, o una desgracia ecológica y sexológica de niñatos doble apellido, presumidos y relamidos, energúmenos de gomina, con toda la atrofia mental del basurero humano del Cerro de las Rosas; peligrosos francotiradores de esperma estos cordobeses, que en vez de cinto se ceñían una cartuchera con balas “reniformes” con un diamante en la punta, a juzgar por los “enfrentamientos armados” que ellos decían mantener con las chicas riocuartenses.
Para ellos, Río Cuarto era como una reserva natural del erotismo, un coto privado para prodigar la cacería del "zorro" de féminas exóticamente bellas y putas (expresión muy común en boca de todo impotente que cae por allí, como si esa infamia tuviese una localización geográfica determinada o un endémico “putismo”). Cuando volvían a Córdoba se pavoneaban en los bares de "épicas conquistas" y "hazañas eróticas" (generalmente hechas a mano). "En Río Cuarto pastan las mejores potrancas de sedosas clinas, finos tobillos, sólidas ancas, elegante andar con el pecho erguido y esmaltados dientes" (pues el flúor llega hasta ahí; ya en Holmberg se oscurecen), decían con inflada veleidad entre risotadas, para rubricar: "Y a sus gringos les faltaba cagar al trote para ser caballos". A mí me molestaba bastante esa visión peyorativa que se tenía de "las mujeres del Imperio", pues mi madre nació, vivió y murió en Río Cuarto. ¿Cómo no voy a ser un resentido social? ¡Con todo orgullo lo soy!
Aunque es mejor a las estupideces tomarlas como de quien vienen y reírse. Por esa razón, yo a veces decía: "Mirá en Río Cuarto todas las minas son putas, menos mi vieja y mi hermana". Y así, todos contentos... Eran igual de vulgares: los de Córdoba, casi todos chistosos; los de Río Cuarto, chismosos... La gran mayoría de estos “objetores de progesterona” una vez casados, siguieron fieles a su meta: saber llevar bien los pantalones (pero a la tintorería).
“¡Oh, Dios mío! -decía una actriz catalana, Dolors Colom- Ya no hay caballeros como los de antes. Hoy, si un hombre te abre la puerta, o es la de su dormitorio o es el portero”.
En una de esas, pensé que la "fama" de las mujeres podría servir como gancho turístico para hombres solos. Y me imaginaba las paredes del centro todas empapeladas de afiches, con anuncios de ofertas para el disfrute sexual:
- Visite Río Cuarto, el paraíso de la epilepsia dulce.
- ¿Nunca experimentó un "crescendo pelviano"? En Río Cuarto lo hallará. No produce efectos secundarios ni tiene contraindicaciones.
- ¿Estuvo alguna vez en un quilombo sin techo? Allí gozará con un masaje ranquel a cuatro manos y acabado a dos lenguas, con azafatas que no perdonan ni una gota... ¡Se tragan todo! luego de un completo tour con adaggio alrededor de la región del glande, donde se sentirá “transportado” a Tailandia sin moverse de Río Cuarto. Profesorado en succión-lamida-mordisquito-mascada.
- Prostáticos sin complejos, no se inhiban: lluvia dorada.
- Sado especial para torturadores y draculianos. ¡Véjame, hazme sangre, cariño!
- Exdomadoras de potros graduadas en Jesús María y doctoradas en Crazy Horse.
- Tenemos la solución al enigma del "punto G". Río Cuarto: patria del orgasmo. Si es usted madurita haga de una vez realidad la explosión orgásmica en su expresión más sublime: mort subite en la intimidad de tolderías ranquelinas. Servicio carnal a cargo de descendientes de los caciques Painé y Mariano Rosas.
- Estudiantes exoneradas de la universidad por provocadoras con bríos de potranca y fragilidad de hembra (no profesionales, master privado en los mejores hoteles). Desvirgue reciente y culito respingón. Especialistas en “felatio”, hacemos terapia a cualquier cosa que decline. Monte a pelo sin intermediarios. Garantía anti-SIDA de 99 años. Trato preferencial: bajitos, gordos, jubilados, impotentes, calvos, esquizoides, violadores, tartamudos, octogenarios, tímidos, estreñidos y gotosos con ideas pesimistas. Se acepta pago en australes y bonos[4]. Casposos, pedófilos, pederastas y tipos con prepucio mal higienizado, abstenerse. En prevención de enfermedades venéreas y bichejos, incineramos calzoncillos.
- Viciosa, sin ánimo de lucro, sólo para infieles.
- Lagartas mamadoras, para llenarles el bocio de leche. Soy agenésica dental, tengo un guante de terciopelo en la gingiva, oprimo pero no muerdo.
- Violadoras de camioneros, piernas abiertas las 24 horas.
- No soy inteligente, ni alta ni guapa, ni tengo ojos azules ni labios gordos ni me enternecen las canciones. En cambio te ofrezco el prodigio de mi fruta peluda y jugosa.
- Viva la excitante aventura de una fiesta pagana en Villa Dálcar, con auténticos faunos de personalidad sexopática, bien cornudos y peludos, y cabrones, persiguiendo a las ninfas con descarada obscenidad.
Creo que sería al menos una campaña promocional turística diferente, como la llevada a cabo en una carretera de San Francisco por una picaresca mano anónima, que cambió el “Ceda el paSo” por un “Ceda el papo”, un acicate para incrementar la natalidad a través de la Dirección de Tráfico. Yo elevaría una propuesta económico-sexual (pasada por el Parlamento, claro) para salvar financieramente a la provincia de Córdoba; sería un precedente señero con lo cual se alejarían las mafias, el proxenetismo y se preservaría la salud de la población. Lo que también hay que cuidar son los altos valores y el alma. Para ello, es necesario vender el cuerpo, rodarlo, exprimirlo, ultrajarlo, traficar con él y cuantificarlo: el alma quedará prístina, limpia, sin la sucia carga de lo somático. La carne cansada es el remanso del alma y así, aligerándola, es difícil que se venda el alma al diablo.