Pudo ser amor... y no fue nada, o quizás mucho más que amor



Por José Ademan RODRÍGUEZ

Pasan los años, Color, y el recuerdo nos lleva a la excelencia de paisajes, sabores y estaciones...
Y me acordé de un tango, aquel que decía... ''Hoy después de tanto tiempo, de no verte... de no hablarte... ya cansado de buscarte, siempre, siempre, no sé porque te perdí, tampoco sé cómo fue... y has conseguido olvidar... soy un pasaje de tu vida, nada más.''
¡Cuántas cosas hemos compartido juntos! Esa es la mayor de las riquezas que tenemos guardadas...
Viajes esporádicos, como el de Berlín... Ahí comprobamos in situ todo el proceso de la destrucción del muro, que desmitificó el comunismo...
hasta vendieron los escombros y cascotes de ese infame paredón, no sé por qué carajo la parte oriental se denominaba república democrática alemana cuando en realidad la parte de Berlín occidental era la verdaderamente democrática y progresista, cosas del comunismo y sus paraísos artificiales...
Se me estremeció el alma ver convertido en un parking el bunker de Hitler, estaba yo pisando el fin de la segunda guerra mundial! y el final de un monstruo.
Como todo turista disfrutamos de esa contradictoria ciudad. Los desayunos típicamente alemanes, únicos en el mundo...
Luego el viaje a Varsovia, siempre acosada por teutones y rusos, vía de paso, sitiado, donde costaba encontrar su propia identidad, hasta verla convertida ahora en una ciudad alegre. Se acabó el sometimiento que provocaba la tristeza en sus habitantes...
También conocimos la bella isla de Cerdeña, la región de Toscana en Italia, la torre inclinada de Pisa donde los boludos sacan la foto poniendo la mano como sosteniéndola... Malta, o el Vaticano, que con su enorme concentración de dinero podría por lo menos tener un once para jugar al fútbol, en vez de mentir tanto con el más allá... seguramente le gustaría al Papa Bergoglio, que era fan de Pontoni y Martino... quizás sería el único cuadro en Italia, jugando buen fútbol y en gracia de Dios!
Y en Sicilia le pregunté a la guía que me hablara de Salvatore Giuliano... aquel romántico bandido que murió acribillado no se sabe bien por que causa, si política o esencialmente mafiosa, o las dos cosas, porque era protegido por la omertá... Como todo bandido, se refugió en la montaña...
Demasiado paralelos con el bandido ''nostre'', el ''Honorable'' Jordi Pujol, que también se refugió en la montaña de Andorra y esta protegido por la omertá catalana... pero él no morirá honrado...
Y tres veces fuimos a la Argentina y otras tres veces hemos compartido cruceros por el Mediterráneo... recuerdo aquella tarde que estábamos en el balcón de nuestro camarote para despedirnos de Nápoles y de Capri, observamos que algo ardía en el Vesubio que nos hizo evocar, frente a la bahía, la catástrofe de Pompeya... y aquella gaviota solitaria que nos seguía saludándonos a medio metro, con el piquito al alcance de la mano...
Y todo eso para que? para terminar en la incomunicación más absurda...
¿O no se te pone la piel de gallina al recordar ese sol de otoño en el barrio de Palermo en Buenos Aires que hacía chispitas con tus pecas? y te dije que ponía magia de purpurina en tu piel...
Fue la vez que el camarero te obsequió con una rosa trayéndola a la mesa del restaurante de la costanera, mientras mirábamos el rio de la plata... que es un estercolero, pero tú le pusiste brillo aquella tarde...
Creo actualmente que solo tengo tu ayuda inestimable para mis limitaciones de viejo, llevarme las cuentas, esperarme mientras me ducho por temor a caerme... Siempre sostuve que la mujer que tiene su independencia económica no necesita la atadura de ningún hombre para reafirmarse como mujer empoderada. Así fue, como te diste el gusto de acompañar a tu hijo a países que provocaron la inspiración para su instructivo libro (Obsidiana, Sangre y Oro). Visitaste a Nicaragua, Guatemala, Costa Rica... también te fuiste a Cuba con tus amigas... Y este año, hace pocos meses, te fuiste a Tanzania, Kenia y Cabo Verde...
Y un día que te quedaste aquí en Barcelona, me salvaste la vida. No en sentido figurado sino en serio!
Hace aproximadamente un año, estaba yo hablando con la Argentina... cuando noté que me quedé sin habla... bajé desesperado, con el pijama puesto, desprolijo como soy yo, de pantuflas, y me acuerdo que una de ellas... quedo en el ascensor... y precisamente no era como en el cuento de la cenicienta... ya que el perro de la vieja de arriba se la llevó...
Menos mal que te encontré en tu piso! De solo verme, tomaste el teléfono y con admirable sangre fría, llamaste a urgencias de hospital, y al poco rato llegó una ambulancia frente al edificio nuestro. Así fui atendido en emergencias con toda presteza...
Y ahí sigo, en vida... gracias a ti
Pero... se acabó ese arroz con verdura, tan sabroso, el mejor que probé en Barcelona!
Y ya no me acompañas más a comer al Marín, menos a caminar juntos por las calles del barrio de San Andrés, donde aun se esconden rincones misteriosos...
Es entonces por ese ''desprecio'', que me acuerdo de mi madre cuando a los 6 años cruzábamos el puente del Rio Cuarto, en dirección hacia el parque... eso lo compensaba todo...
Y solo me resta tomar sol en la plaza de Orfila junto a los otros viejos, pensando en quien sabe que cosas...
Creo que el primer viaje que hicimos juntos fue al pueblo de Cañellas, y recuerdo que imitando a Humphrey Bogart en Casablanca cuando le habló a una emocionada Ingrid Bergman... te dije jugando con la situación, por cualquier cosa que lo nuestro no funcione: ''SIEMPRE NOS QUEDARÁ CAÑELLAS!''
Me fui de tu vida, despacito, a medida que me pasaban los años... ¿o fuiste tu? Lo cierto es que me sentí como esas flores amarillas que crecen al costado de las carreteras y que nadie mira... o el perrito de juguete que va en el asiento de atrás y que solo atina a mover la cabeza diciendo que sí a todo...
Me estoy poniendo nostalgioso, errático tal vez... No se puede encontrar el mañana en el ayer!
Sí, ya sé, que el amor es cosa seria, que se construye de pequeñas cosas. Era tarde para pedirte una noche de luna llena en la Costa Brava...
Me había convertido en un verso suelto en tu vida, en el bailarín que nunca pisó en el suelo, lo leí en tus ojos... en una mano llevabas el premio y en la otra el castigo, como hacen las madres con sus hijos, cual si fuera un viejo con un niño mal educado adentro, como un condenado a velar su propio insomnio, nuestra relación quedó a medio camino. Me sentí un fetiche olvidado. Fui como una niebla de nostalgia. La pareja despareja. Una caricatura. Un gracioso juguete, cada vez con menos gracia... hasta convertirme en un mendicante de la amistad.
Fui el peatón de una historia que se construyó a medias, nunca el protagonista...
Dicen en el barrio, que eres una magnifica actriz de teatro... nunca me invitaste.
Hasta pensé entrar como escondido, sigilosamente, cuando todos esten en la sala en sus asientos, porque según cuentan, tus funciones eran a teatro colmado, y ocuparía la última fila, no vaya a ser que me veas...
Como compensación, intenté yo ser el artista en la mesa de los restaurantes por ejemplo, cantándote la Balada para un loco, la única que sé... pero amenazabas con levantarte airadamente de la mesa...
Vos naciste para tener un hombre en serio, elegiste mal. No naciste para tener un compañero de ficción!
Ni para ser ''amigovio'' como se estila en Argentina...
Y eso escribió tu hijo en su libro (Obsidiana, Sangre y Oro):
''Hay dos tipos de imbéciles en el mundo. Unos lo son por sus actos, por sus ansias o por no ser capaz de abrir los ojos cuando toca. El otro tipo, es el que actúa a menudo con maldad. Muchas veces cuesta verlos venir y es difícil de revertir su situación: son los imbéciles en esencia. Yo tan solo espero ser de los primeros, pues me acaba de invadir un propósito firme por dejar atrás mi imbecilidad.''
Haciendo repaso... ¡como te gustaba a la Argentina! Tanto ir a la Boca con su impronta de genoveses, y esa noche inolvidable en ''Señor Tango''...
Y Córdoba, con el olor a almizcle de los bosques de Punilla... Y el melón más dulce que comimos... el corazón de melón... cuando hicimos un tour por Mina Clavero con Jorge y Fabiana...
¡Cómo disfrutaste a la orilla del Río en Tanti, con las parrillas y los asados!
Contigo pasé las vacaciones más hermosas... aprendí a disfrutar de las sierras de Córdoba... ¡Y cómo te gustaban los lomitos del Parque Sarmiento en Córdoba!
... Y el museo de los dinosaurios de Istchigualasto en San Juan, el Valle de la Luna...
El vino blanco de Talampaya... y Rosario, el pacu de la costanera... la cerveza Quilmes en el bar de Messi...
Y luego está el fantástico viaje a Chile... ¡que lo parió! Magia macabra, espeluznante...
Salimos de Copiapó, Chile. Después de subir durante más de 2 horas y media por carretera, nos dimos cuenta que no cruzamos ningún coche. Fue subir y subir... Nadie ni nada a la vista. Menos mal que mi yerno, el Diego, llevaba un GPS aeronáutico, uno que usaba para volar con su avioneta. Al llegar a los 4500metros de altitud, el vehículo empezó a aflojar, no tenía potencia suficiente, y ya estaba por caer el sol... Seguíamos subiendo mal que bien... el vehículo iba a paso de hombre en el silencio sepulcral del desierto de Atacama...
Dentro del coche, nadie hablaba, íbamos con el acelerador apretado a fondo y en primera... la carretera se iba adelgazando cada vez más y a los costados, el abismo...Éramos como náufragos en esa carretera del infierno...
Para colmo ibas, Color, con un problema lumbar y apretabas los dientes, aguantando como estoicismo.
Éramos seis en este coche alquilado, y con dos críos...
Se terminaba la subida, seguíamos en primera porque el coche tenía un problema y se ''apunaba''. Así que el Diego que es un capo en eso de la mecánica, decidió no sacar el pie del acelerador porque corríamos el riesgo de quedarnos ahí para siempre si el coche se paraba y no arrancaba más...
Se vislumbraba una noche larga, espectral...
Cuando de repente nos volvió el alma al cuerpo, divisamos un puesto fronterizo a unos 300 metros: el Paso de San Francisco. El final de está subida mortífera. Yo tuve un ataque de disnea por el asma. Recordé la anécdota aquella de un médico con síntomas de infarto y que pidió una botella de Coñac que le salvó la vida y en el acto les pedí algo con alcohol... minga de alcohol, estaban tomado mate. Me dieron agua del grifo. Buah.
Ahora se venía la bajada hasta la ciudad de Fiambalá. Bajamos a velocidad moderada. Gracias a los dueños que nos acogieron a esas horas de la madrugada con una reconfortante costeleta con huevos...
Al otro día salimos para Córdoba, sanos y salvos. Al devolver el auto, el mecánico dijo que había problemas en el turbo y que nos habíamos salvados de milagro.
Pero fue un lindo viaje. A la ida, la felicidad, y de regreso el terror.
En Mendoza llegamos a un verdadero paraíso, el hotel del vino al pie de la Cordillera, uno de los 7 lugares más románticos del mundo... departamento Lujan de Cuyo, a unos 70 km de la ciudad. Fue declarado patrimonio provincial por su estilo entre español y californiano, ahí se funde su arquitectura con la majestuosidad de la Cordillera... y nos tocó en suerte, en su inmenso patio, pasar la fiesta de la vendimia. Disfrutamos de la ceremonia en honor de la Virgen de la Carrodilla, regado de los mejores vinos de todas las bodegas de Mendoza, con espectáculos musicales, donde te brindaron unas palabras por tu presencia y se te humedecieron tus ojitos...
Ahí, pensé, que antes de elegir un viaje al exterior, sea a Brasil, Londres o Miami, bien vale la pena visitar su propio país en un enclave tan encantador...
Al otro día salimos hacía el Paso de los Caracoles (frontera con Chile)...
Pues viajar no es buscar lo más renombrado o conocer lo más famoso, cargado de valijas a reventar, en odiosos tours de hotel en hotel y de aeropuerto en aeropuerto, que no te dan tiempo ni para saborear un plato típico, sin intentar meterse en la peculiaridad de las cosas: los baños de restaurantes y bares, que marcan mucho la educación de un país, los mercados, las plazas de los barrios; en fin, lo cotidiano, puesto que la mirada del recepcionista del Gran Hotel de Río Cuarto es la misma de uno de la cadena Hilton y la sonrisa de las azafatas es igual tanto en un ómnibus de la Chevalier que en un vuelo transoceánico, y el metro de arena que ocupas en la playa es casi igual en el Caribe que en las Baleares. Total, no ven, no aprecian nada claro, por esa estúpida manía de moverse muy deprisa que significa no ir a parte alguna. Y disparar, y disparar fotos con el móvil… Puede ocurrir que al retornar un pariente les pregunte: “¿Qué tal Barcelona?”. “¡Ay Montjuïch! Lo más hermoso es la Fuente Mágica de la Cibeles, con luz y música… ¡Si la vieras! ¡Qué regia! ¡Ah, espera! Te compré una copia para vos de una estrella mironiana de Picasso”. Pero el recuerdo más gráfico y envolvente son las toallas con el nombre del hotel que se afanaban en una supuesta generosidad de este (aclaro que este souvenir toallero es debilidad de las mujeres). Los viajes no se hacen para hacer un paréntesis en nuestra vida de todos los días; implican la incorporación total de culturas, paisajes y paisanajes. No es una maratón de traslados interminables donde el más deleitoso recorte de campiña o serranía termina en cabeceo contra la ventanilla o el hombro del compañero de asiento. Hartos de monumentos que te hacen acordar de las clases de historia y geografía (que en una hora interminable te metían en la cárcel de los siglos, amén de que la historia en sí es una repetida crónica de infautos sucesos), van contactando las víctimas del traqueteo, conociéndose más, hasta la familiaridad incluso. Y terminan conociéndose más entre ellos que a lo que fueron a conocer, pues el suplicio de los compañeros de infortunio crea hondas afinidades: se intercambian teléfonos y prometen visitarse en sus respectivos países. Y la verdad: ¡qué ganas de estirar en el hotel las piernas entumecidas! Y el culo, también: horas y horas en la playa con la arena enquistada en la raya. O habrá que moverlo, al culo, en la disco del hotel por la noche. ¡Qué dolor en la nuca de tanto estar escorado mirando hacia arriba como pájaro buscanidos cuando el guía comienza con la historia de los detalles arquitectónicos!, es el momento que se aprovecha para dormir un ratito de pie. A eso se resumen las vacaciones...
Y dormir, dormir, dormir cuatro días seguidos para reponerse de la tortura de tanto monumentear en esa desgracia sobre ruedas! Lástima que ya se ha pagado la excursión del otro día... ¡Y mirar la tele en la habitación, después de la ducha! ¡Ay, si pudieran ver a Boca o a River! ¡O cualquier otro programa, para después opinar con soltura si la programación de tal o cual país es mala o buena! Y, si no, de última, prenderse en el teléfono y exclamar al hablar con un familiar: “¡Ah! ¡Si vieras lo espectacular que lo estamos pasando!”, en tanto se quita los zapatos y suspira aliviado pensando que ya no aguantará más al guía, que siempre deslumbra al inicio de la excursión por su precisa y florida narrativa, pero que al caer la tardecita termina hablando para sí mismo. Algunos, víctimas de la fatiga, buscan una mirada inquietante entre el grupo y piensan en perderse en un vagabundeo de callejas puestas sólo para una pareja, en encontrar la carnadura real de lo azaroso y fortuito que escape a los siglos condensados en los museos. Y lo que parece una tontería, se convierte en recuerdo inolvidable. Y si no tienes un mínimo de interés cultural, a la pirámide de Keops igual la disfrutas con una serie de fotos en el móvil. No se debe viajar a Camboriú porque es más barato que Ushuaia, ni a las islas Seychelles porque es más exótico. Vale más comerse un pejerrey en el dique Los Molinos, que según dicen a ese sitio lo compró Dios para su propio uso, saltándose las “restricciones del corralito” como buen Dios que lo es, un Santo Varón, y como dijo el poeta, no es internacional quien no sabe pintar su aldea o amar el pedacito de tierra de sus juegos infantiles. Tampoco se trata de expresar la perogrullada en que suelen caer famosos cronistas de viajes, como Manuel Leguineche o Miguel de la Cuadra Salcedo, que repiten en sus documentales este cliché: “Hay algo de sorprendente y extraño en este poblado en ruinas”. Lo lógico es pensar que todo sitio debe tener no algo, sino muchísimo de sorprendente y extraño.
Siempre me dieron risas las publicidades de las agencias de viaje y sus frases rimbombantes de las cuales les daré una muestra:
-''No se puede expresar con palabras lo que se siente''
- o esta otra refiriéndose a los viajes al Cairo: ''Todos le tememos al tiempo... pero el tiempo le teme a las pirámides''
El que se deja llevar por esa publicidad, considero que es un reverendo pelotudo.
-''No necesitas un psicólogo, necesitas un buen viaje'', resulta que tanto el psicólogo como el viaje no le solucionara una mierda! y se arrepentirá de haber tirado dinero al pedo...
En fin, Colorcita...
Me gustaría sorprenderte un día con un billete de viaje, empezaríamos... no sé... por el norte y perdernos en medio de la nieve, Canadá o Finlandia, no importa... los dos, sin guía... ni trineo. Vos dejándote llevar sin preguntar... jugaremos a tirarnos bolas de nieve... como cuando niños. Yo caeré al suelo, tocándome el pecho como si me hubieras quemado de un cañonazo... luego, al caer la tarde sentirás frío y yo (como los hombres de los anuncios de la tv) te cubriré con un tapado de visón. Tu pestañeo será glorioso (como en el cine). Después, atravesando el Trópico de Cáncer... nos quedaremos en el Caribe, ligeritos de ropa, como debe ser.... Te regalaré un velo de novia, extraído de la espuma del mar y cuando agotemos los argumentos corporales, remontando el vuelo en alas de nuestro espíritu, sobrevolaremos el
Trópico de Capricornio, para volver hacia el sur... a nuestro sur. Ahí nos quedaremos anclados, tomados de la mano hasta que nos hartemos... de risa o de llorar, ya se que las cosas hermosas de este tipo nunca ocurren en la realidad...
Hay veces que lloro en silencio, porque fuiste un capítulo importante de mi vida, que siempre vuelve... por eso, me emociona ver Casablanca o me convierto en Yuri Zhivago, cuando desde un autobús, la mira alejarse a Lara, que se pierde en el tumulto... el se baja del vehículo y corre, corre, corre, desesperado, en su búsqueda para morir en el intento... bajo la armonía de una balalaika...
