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"Yo fui alcohólico, pero pude salir adelante"

PARA LEER EN PANTUFLAS José Ademan RODRÍGUEZ
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jose ademan Por José Ademan RODRÍGUEZ

La resiliencia, la capacidad de asumir situaciones límite o de sobreponerse a experiencias de dolor emocional, es una característica de todas las personas en mayor o menor grado. Hay quienes, a pesar de vivir circunstancias muy adversas, no solo no sufren traumas psicológicos, sino que además salen reforzados.

La resiliencia es un proceso por el cual las personas tienen la habilidad de adaptarse a situaciones traumáticas, a tragedias; en definitiva, a sobreponerse a la adversidad y a ser capaces de seguir adelante, incluso, transformados. 

La resiliencia no es una característica especial para una minoría, ni tampoco está reservada para personas extraordinarias.

Se puede salir adelante, se puede cambiar el rumbo y torcer la peor de las realidades. Así en la vida de una persona como en la de un país, se puede salir adelante, es cuestión de querer, de estar convencido que es posible y hacer el intento.

Luego de esta introducción, les dejo mi nota del día de hoy, y al final una joyita de nuestra música, que como siempre les digo, los invito a escuchar con un rico whisky y un mejor habano y nunca dejen de tener en cuenta que como dice doña Mirtha, como te ven te tratan..... , y por supuesto "Viva el papo, pero que no gobierne" 

Es una creación irracional, patriotera, bastarda, mitómana y fanática, basada en la supuesta superioridad de una parte de los ciudadanos de una región o país, que promueve una forma de orgullo nacional acrítico y supremacista, como ocurre con el movimiento separatista catalán que ha sembrado el odio hacia todo lo nacional. Hasta que hoy en día, los mismos ciudadanos dicen ''este país'' en vez de España, como si tuvieran una especie de complejo. Pero para denigrar los separatistas utilizan el consabido ''ESPAÑA NOS ROBA''. Una suerte de borrachera separatista como la del último ''prucés'' (proceso político de intento de separación o más bien de robo, de parte del territorio).

Pese a todo, sin embargo, yo me hice chauvinista! Le dije Chau al vino!

No me gusta esto de escribir sobre uno mismo, es difícil, menos sobre la cabeza, que es imposible. Pero he decidido revelarles algo que unos pocos saben, que fui un alcohólico crónico o dosificado... pero alcohólico al fin... y de vino sobre todo.

Creo que esa afición respondió a un patrón genético de raíz paternal (factor predisponente que se agudizó con la muerte de mi madre).

Fue muy difícil, pues la rehabilitación de un alcohólico es como andar descalzo por un camino sembrado de botellas rotas (de ahí que hiciera hincapié en que debía dejarlo, sí o sí).

Sin ser una reedición de Jesús en las Bodas de Caná, cuando convirtió el agua de las tinajas en vino, fui bastante generoso a la hora de repartir el vino, siempre así: un vaso para José, otro para Ademan, otro para Rodríguez, el cuarto para De Haes, y el quinto para el Negrito. Al día siguiente, las resacas se me hacían insoportables. Sentía como una cuadrilla de monos danzando entre mis neuronas, y un diablo se me ponía en la punta de la lengua para arrojar sandeces y guarangadas. A los monos se les iban agregando brigadas de gremlins que se columpiaban, creando en mis áreas cerebrales un revoltijo de bazar, un pandemónium, que sólo acababa con la náusea y el vómito.

Pero no todos fueron tan inteligentes estando bebidos. En estado de embriaguez mi lucidez era espantosa: los mejores comentarios en radio los he hecho muy al límite de la curda. También enamoré mucho bebiendo: destilaba las más creíbles mentiras, que enmascaraban la única mentira, que era yo. Cualquier tipo normal se transformaría en un muñeco de trapo en la catrera; yo era capaz de alcanzar una plenitud descomunal que me induce a pensar que soy hijo natural de algún indio muy fuerte.

Yo podría haber sido ese personaje de César Bruto que él pintó más o menos así: Cuando sintió que abrían la puerta de la calle, la mujer se incorporó en el lecho y miró el reloj. Eran las cinco de la mañana. Apenas su esposo (pues era él) hubo llegado al dormitorio, le dijo indignada: -"Al fin has vuelto... Después de todo, la casa es el mejor lugar, ¿eh?". -"No", replicó él, "Es el único lugar abierto a estas horas". No es correcto buscar en casa lo que uno tiene afuera (vino y mujeres), que la señora es la patrona y a esa hay que respetarla.

Que conste que llegar a la casa de madrugada tiene ventajas, como ver un buen programa de televisión donde es difícil encontrar violencia. Por el contrario, más paz, humanismo, verdaderas joyas del cine que en las horas de protección al menor, como Juan Nadie (obra maestra de Frank Cappa, Gary Cooper y Barbara Stanwick) o el Secreto de sus Ojos de Juan José Campanella con Darín y Soledad Villamil (que también canta tango). Mucha gente me ha dicho: ¡Qué película más buena! ¡Lástima que la den tan tarde!”. ¡Cuántas mañanas luego de las trasnochadas, al enfrentarme al espejo para afeitarme, pensé en auto

eliminarme mientras me ajustaba la corbata! Pero no, consideré más cómodo matarme de risa todo lo que pudiera. ¡¡Y lo más alarmante!!: en una de esas madrugadas que llegaba bien mamado, vi a un tipo tan, pero tan asombrosamente parecido a mí, que no hubiera dudado, si no era porque, efectivamente, se trataba de mí mismo que me reflejaba en el espejo del ascensor del edificio donde vivo.

Podía haber sido Leonardo Favio con quien somos inter-parecidos pues decían de él que era parecido a mí. Pero no, pues estaba muerto...

Es que soy muy poco fisonomista... Por supuesto, no quedé encantado de haberme reconocido. Me arrimé al cristal hasta casi quedar pegado. Noté como una verruga en la comisura de los labios. No tuve ninguna duda, incluso sin la ayuda de un microscopio... Era un conglomerado de estreptococos por la forma de racimo que adoptaban. ¿Qué otra estructura iban a adoptar teniendo en cuenta mis afinidades báquicas? Aunque sí, a veces gozaba enormemente plagiándome en clonación cristalográfica al mirarme en los espejos sin estar en curda. Hasta me quería engañar guiñándome un ojo, el derecho por ejemplo, que en el espejo es el izquierdo. Y desorientarme desapareciendo, dándome la espalda.

Tenía que cambiar, pues desgraciadamente me parecía cada vez más a mí mismo, y en gran medida estoy pagando los intereses de todas las cosas que me han hecho gozar. Pasé abruptamente del Ph ácido al Ph alcalino. ¡Cómo cambia la calidad de vida! Sentirse despejado todas las mañanas (¡hacía tantos años que no lo disfrutaba!). Mi carácter ahora es llano, sin contrastes ni relieves abruptos. Y para peor, insoportablemente aburrido; les pasa a todos los conversos. Hasta se te vuelve la piel más tersa, pura; sí, pero piel de abstemio, que es gente incapaz de emocionar a su mujer ni en la noche de bodas. Se tornan abúlicos y pitopáusicos, como si en vez de sangre les corriera linfa u horchata por las venas; y esa cara verdi-boluda del vegetariano teñida de infinita bondad, como uno que conocí, quien una vez comió, comió y comió vorazmente, en un ataque de gula vegetariana, una fuente repleta de ensalada verde y… ¡cagó un paisaje!

Y se sufre entre tres o cuatro meses, hasta el punto de que es quizás peor la abstinencia que la dependencia.

Pero si uno no se decide, termina en algo peor: la incontinencia de lengua, pinchila y ocote, junto a los bicharracos del delirium tremens. Aunque es cierto aquello de que ”mientras haya lengua y dedo, no habrá hombres al pedo” (sobre todo en nuestra “era digital”), tesis extraída del digitalismo lingüístico compilada en el Arte de amar y el Tratado del Amor, abordados por Erich Fromm y José Ingenieros respectivamente, y cuyos barruntos iniciales fueron atisbados en sus andropausias prematuras.

Noto que voy perdiendo los antiguos gustos, sin por ello lograr del todo asimilar los nuevos. Sé que para deleitarse con un buen vino hace falta sensualidad y clase; yo era un desaforado, tenía que cambiar mi bioritmo, pues experimentaba picos de sensualismo vital por la euforia etílica, que eran momentos de relumbrón y apogeo entre las siete de la tarde y las siete de la mañana siguiente. Se apoderaba de mí un exceso de vida, para luego caer en difusas y caóticas resacas con rebotes psicóticos. Sofrené mi agresividad siempre al acecho, aprendiendo así que hay amistades que es mejor "apagarlas" que romperlas, pues se juntan bilis-rabina y colesterol. Que lo peor es el borrachero rabioso y pendenciero.

Aprendí a callarme y escuchar con respeto y atención al prójimo. Siempre pequé de incontinencia verbal diciendo lo que me daba en ganas, pero molestando a los demás. Tendría que haber practicado mucho sexo oral o hacerme silbador como manera de aprender a callarme la boca. En el aspecto de callar y escuchar, sé precavida cuando tengas que beber frente a un abstemio que, aparte de no tener sabor ni olor (como caca de paloma), son tipos que en el fondo menosprecian y tienen un odio larvado a los curdas, y ponen pose de "receptivos", pues casi no hablan: dejan que tú hagas el striptease de tu problemática (que siempre se hace sintomática en todo curda). En tanto, ellos siguen anodinos, en actitud detectivesca, y ausentes de lo tuyo, con cara de "perdonavidas". Sólo entienden que el mejor vino tinto termina en un chorro de orina.

Con la segunda botella ya nos quedamos en calzoncillos. Y a la tercera, el tipo ya conoce tus antecedentes genéticos, tu DNI y el ADN y todos las podridas que se arman en tu familia. Tú te vas hecho mierda, pero

contento: crees que has encontrado un amigo para la confidencia. La próxima vez que le veas se hará el distraído o el que no te conoce; o directamente no te dará más pelota, más si está con sus amigos, con los que quizá pueda tolerar y llevar buena relación con algún bebedor; si éste tiene dinero suficiente, ése será un tipo alegre; tú seguirás siendo un borracho. Luís Buñuel escribió a Paco Rabal una carta donde le expresaba: “El que no fuma ni bebe es un cabrón”. Bastante razón tenía el excéntrico cineasta...

Ya luego de la tercera botella "ponemos el automático" como los pilotos de aviones, y nos chupamos "hasta el agua del canario" según dicen en Córdoba. Como se ha determinado hace poco, una o dos copitas de vino tinto hasta son necesarias como preventivo de infartos. Es claro también que en su naturaleza medicamentosa está "curar", pero amenazando el organismo por ser una droga, sencillamente. Es la cantidad y la frecuencia del contacto lo difícil de controlar; en la dosis y la calidad se diferencia el vino como remedio o veneno. Y cuando te pasas... es sentirse bien aparentemente, pero amenazando la salud. Como es droga, ¡siempre se va a más, nunca a menos!. Alguien dijo, que la droga en manos de sabios es medicina, y la medicina en manos de necios es droga. Hace unos días el cantante afirmó: “Para saber de drogas, hay que probarlas”; sería igual pensar que para saber qué es la corriente eléctrica hay que poner el dedo en el enchufe, o que un juez que entiende en una causa de homicidio no puede hacer una justa valoración del crimen si no ha matado. Otro de estos rockeros, Charly García dijo: “Lo importante es que uno maneje las drogas”. Olvidó este boludón que es al revés: ¡¡son las drogas las que manejan al hombre!!

Cierta vez pensé que si un día anduviera por carreteras o autopistas europeas, como aquí son tan estrictos con eso del dosaje del alcohol en sangre, me lo harían, pero de sangre en alcohol.

Y hay dos clases de curdas: los plañideros o nostálgicos, que se ponen lánguidos y presos de una infinita pena o se ahogan en patético llanto; hay otros agresivos, que les da por pelear y armar trifulcas barriobajeras donde pueden cometer cualquier catástrofe, desde matar a toda la familia o provocar conmociones colectivas como las hordas de los hooligans, y las barras bravas del fútbol, o la degradación más explosiva donde se mezclan alcohol, drogas, rock duro, el cóctel habitual de la juventud occidental.

También existen los farsantes del alcohol, que sólo con un sorbito o bebiendo una ínfima cantidad hacen alarde que beben, para no quedar empequeñecidos ante los que "chupan" realmente; y así llaman la atención en una fiesta, y tal vez se justifican por las torpezas, descortesías o macanas que dicen. Sería como una desinhibición ventajera y zafia, y hasta pueden llegar a "embriagarse" con su propia mentira, pues creen que realmente están "borrachitos" (algo así pasa con los embarazos psicológicos). Son para mí una categoría de sujetos verdaderamente detestables. He notado que se da más en mujeres. Tú no finges, igual que yo, al contrario: el que bebe verdaderamente trata de que los demás no se den cuenta de que lo hace, "esconde la pelota", como los destacables jugadores de fútbol.

A principios de los años '70, jugaba River en cancha de Instituto, las cabinas de transmisión estaban en lo alto de la platea y un cafetero nos servía café y gaseosas a los periodistas en vasos de plástico. Nos conocía a Tito Paz y a mí. De entrada, nos guiño un ojo, poniéndonos un vaso más grande. Imagínense, tres cuartos de ginebra y el resto café. Entró como cuatro veces. A todo esto, Torri, que relataba el partido, no se apercibió de las entradas del cafetero, y al terminar el primer tiempo salió a estirar las patas, coger un poco de aire y mear. Al volver a la cabina, un denso olor a ginebra Llave lo ladeó contra la puerta, con ardillitas y todo...

Fue la famosa tarde en que solté aquellas frases rotundas: ''Merlo, cabellos largos, ideas sucias.'' (...) ''Millonarios con harapos'' (...) ''Morete tiene un balde en la cabeza!''. Y todas las cabezas de la platea se giraron para mirar a nuestra cabina. Tuvimos nuestra mayor audiencia. El presidente de River, que era Aragón Cabrera, hizo una carta a LV3, amenazando con una querella, el resto se lo pueden imaginar... otra vez a la calle. Fue mi final como comentarista de fútbol.

Acá en España, se celebra el día sin alcohol (otro de los tantos días) como respuesta, paradojicamente en ciudades como Barcelona, Madrid, Valencia, muchos jóvenes se reunieron una vez más para hacer lo que se

ha dado en llamar: el botellón, que implica beber desaforadamente en un parque o una plaza, lo alarmante es que cada vez se hace más precoz la edad de iniciación 13 o 14 años.

En torno a este problema se hacen estériles los debates, los simposios que han demostrado su absoluta inutilidad, por más que se rasguen las vestiduras en interminables choques dialécticos médicos, sociólogos, asistentes sociales, educadores, todos acaban coincidiendo en lo mismo: prevención y educación, y si uno se deja llevar por esa repetida argumentación y piensa que acabando con la marginalidad, los menesterosos y los inadaptados, ya esta ganada la batalla, no es tan simple. Primera equivocación: ¡Que va a ser un problema de educación! Si casi todos los adolescentes y jóvenes que se congregan a beber en la vía pública son estudiantes universitarios tanto en Berlín, Amsterdam, París y en la esquina de Vélez Sarsfield y Boulevard San Juan de Córdoba, sin ir más lejos...

Hubieron muchos intelectuales que se pavoneaban exhibiendo de forma morbosa y lastimera sus pactos ficticios con el dios Baco, así nos encontramos con Hemingway y sus aficiones a los toros, a los Daiquiris y el Whisky como su tuvieran un gen especial para referirles ese vicio.

Otro farsante es Charles Bukowski que escribió: ''Si pasa algo mal se bebe para olvidar, o si pasa algo bueno se bebe para celebrar y si no pasa nada se bebe para que algo pase''.

Baudelaire en sus Flores del Mal se refirió al alma del vino; Fernando Arrabal como un curda grosero se cayó en 1989, en el plató de televisión y quedo nocaút de forma vergonzante, porque lo hacen a propósito, porque subestiman a la gente, no conocen al respeto.

Pero hay uno, que yo sí respetaba, y así como hay intelectuales que han cruzado la universidad, este que les digo cursó la universidad de la calle vendiendo lotería y chupando cerveza, el siempre inolvidable, el Zurdito Rivadero quien me dijo un día:

''LEVANTATE Y BEBE, PARA DORMIR HAY SIGLOS. BEBE, LUEGO INSISTE.''

Los cagó a todos los intelectuales. Y antes de morirse me dijo: ''EL PASADO ES DEL POLVO, EL FUTURO ES DEL VIENTO, BEBAMOS

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