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"El Lobizón" de Barrio San Vicente, ¿mito o realidad?

MIRADAS 24/03/2023 Mariano Di Bártolo
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Mariano Di Barolo Por Mariano Di Bártolo

La Crisis del Lobizón

Una capsula de la realidad cordobesa que anestesió a la población en plena caída de Fernando de la Rúa 

Con frecuencia se escuchan por estos días las comparaciones entre las muchas crisis económicas y financieras que vivimos los argentinos. La de 1989 con la “Hiperinflación, el “Efecto Tequila” y así sucesivamente. Para adelante y para atrás. Ni que hablar la del “Rodrigazo” y así, nunca para la rueda.

Algunos se detienen a buscar similitudes entre la del 2001 con la caída del gobierno de Fernando de la Rúa y las cosas que están sucediendo hoy. Gracias a Dios no hay muertos, saqueos, aunque si la anomía político institucional de siempre. Pero; ¿quien se acuerda de la “Crisis del Lobizón”?

En el fragor de tantas cosas que ocurrían tenía un tono menor el mal momento que atravesaba la populosa zona de los fondos de barrio San Vicente, Colonia Lola, Renacimiento y Sangre y Sol. La aparición del supuesto “Lobizón” que aullaba por las noches y que caminaba sobre las aguas del Río Suquía con un paso cansino y buscando vaya a saber qué. Sólo peleándose con los perros de la zona y generando el miedo de los habitantes.

Cambiaron tanto las cosas que esos barrios  hoy son noticia por el establecimiento ya configurado de bandas “narcos” que se encargan de envenenar a los vulnerables y a un sacerdote católico llamado Mariano Oberlin  que como un “Quijote sin Sancho” y mucho menos haciéndolo por “Dulcinea” los enfrenta con el cuerpo. Que es como decir con “los molinos de viento”.

Pero en ese año (2001) toda la sociedad cordobesa se encontraba azorada por los testimonios de los vecinos que decían haberlo visto al “Lobizón” y manifestaba por la seguridad de la comunidad de esos barrios y en especial de los niños que concurría al colegio “Florencio Escardó” en el Campo de la Rivera. Hoy convertido en un centro de la memoria dado que allí funcionó uno de los más crueles centros de detención de la dictadura militar.

En el imaginario popular el “Lobizón” es una figura que de hombre se transformaba en animal o viceversa convirtiéndose en un terror. Con garras, colmillos y ojos rojos. Los griegos y distintas culturas, hablan de estas figuras científicamente  no comprobadas pero que calaron profundamente en las personas.

Los precios aumentaban, deduzco que el dólar trepaba igual o peor que hoy, los planes sociales “ardían”, pero los cordobeses tenía una propia crisis: la del “Lobizón”. Una de la máximas autoridades que tenía la Policía de Córdoba era el comisario Ivan Altamirano (quien tiempo después se convertiría en cabeza de la fuerza) lideraba los operativos. Efectivos a  pie, de a caballo, en vehículos y  con el propio helicóptero “barrían” la zona casi todo el día sin éxito.

Los familiares de los chicos de la zona y de los alumnos del establecimiento educativo, hasta habían formado una suerte de comisión  para recibir a los medios que se hacía presente para  siguiendo la noticia. Mientras en barrio Colonia Lola de  Córdoba buscaban a la temible “criatura” casi hasta difícil de imaginar a pesar de las descripciones, el país había encontrado otro “monstruo”, salvo que este tenía forma y  fondo. El hambre.  En el mientras tanto, el Presidente cordobés hacía las valijas.

La información empezó a tomar ribetes nacionales y las pantallas de los canales porteños hasta le dedicaron una “Placa Roja”.

Los investigadores estaban desorientados, la opinión pública seguía con atención el tema y a pesar que la crisis era nacional y él se había sumado al blindaje que los gobernadores le brindaron a De la Rúa, el desaparecido gobernador José Manuel de la Sota, en silencio le hacía un guiño al tema para disimular sus propios desordenes.

Lo cierto es que tras largos días y eternas noches, un uniformado logró ver una sombra en la madrugada. Dio aviso a un compañero y casi en punta de pies y olfateando fueron en plena oscuridad rogando que ese espectro se les cruzara. Y así fue nomas. Armas en mano dieron la voz del alto a quien intentaba convertir los pasos en trancos. En pocos minutos lo redujeron como al peor de los delincuentes, sin saber si lo que estaba tocando era una encarnación del diablo y si les transmitiría una enfermedad contagiosa.

Un par de “sopapos” ayudaron la acción que se complementó con una certera retención de aire para no respira el hedor del supuesto maligno. Lo esposaron y se lo llevaron a lo que por aquellos años de denominaban “precintos” hoy de nuevo comisarias. Le sacaron una lona vieja de encina y se dieron con la verdad revelada.

Contó el parte policial de aquel día de Noviembre de 2001, que había sido detenido un hombre de unos 47 años aproximadamente que respondía a la altura referenciada por los testigos y que tras sus primeras palabras, se habría advertido que era una persona con sus facultades mentales alteradas, de nacionalidad uruguaya y que no podía medir lo que hacía porque “no mantenía contacto con nadie”. Es decir que no estaba enterado que de lo que habían ocasionado sus caminatas de madrugada por las orillas y por el curso del Río.

Una fuente de aquel momento dijo que el menesteroso solo dijo que caminaba a esa hora porque no le gustaba el trato con la gente y la “lona” la utilizaba para cubrirse del rocío.

Obviamente el humor cordobés no dudó ni un instante en convertir la historia en cuento, con la narrativa propia. Saltarina y desopilante. El hombre recupero la libertad y desapareció de los lugares que solía visitar.

Sin darnos cuenta el  ser supuestamente “especial”  logró desenfocar a la población de un contexto volátil cuyo final ya conocemos. Cinco presidentes en pocos días y otra laceración social más que costó vidas. Si bien los griegos eran sabios para muchas cosas terrenales al igual que los pueblos originarios con sus culturas, hay que tener cuidado de no distraerse porque en cualquier momento quienes mandan hacen aparecer otro “Lobizón For Export” y nos quedamos como esperando como los vecinos y la policía.

Y hay más historia sobre el Lobizón.

El colega Miguel Durán fue responsable junto a otros periodistas de la Sección Policiales del diario La Voz del Interior durante décadas. Gentilmente y con su tradicional generosidad nos describió una situación parecida en la misma zona de la ciudad de Córdoba pero en la década del 80 y que le tocó cubrir palmo a palmo para ese medio.

“La cobertura del Lobizón que tuvo en vilo a San Vicente y barrios aledaños se remonta a la década del 80, primer gobierno de Eduardo César Angeloz. Jefe de Policía era Eduardo Bazán Durán, que estaba enloquecido por capturar a la "bestia" que sembraba el terror y se alojaba por las noches en el cementerio San Vicente. Bazán Durán se constituyó en más de una oportunidad  en el lugar. Los vecinos aterrados describían al monstruo como un ser peludo con los ojos que parecían brasas. En su afán de llevar tranquilidad a los barrios afectados el jefe policial llegó a decir que eran "pendejos" que de noche fumaban dentro del cementerio. La historia nació en La Voz del Interior. Pasaron dos o tres días y todos los medios tuvieron que hablar del extraño personaje porque la opinión pública no tenía nada más interesante. Como ocurrió por entonces los canillas pedían que sigan dándole manija al Lobizón porque cada día vendían más diarios. El diario Córdoba no sabía por dónde encarar el tema porque empezó a correr de atrás. El cronista policial del vespertino era un tucumano entrado en años. Le decían "lobito" (,vaya casualidad) de río por el supuesto parecido de su rostro con el bicho acuático. Debo reconocer que el veterano cronista se mandó un historietón cuando le hizo una nota al jefe del Comando Radioeléctrico, el lobo Moreno. En esa época la flota del Comando Radioleléctrico (CRE) era de 12 Ford Falcon. Moreno (ya le decían Lobo) antes del Lobizón de San Vicente. Este policía estaba asignado a la captura de la bestia. Estaba tan abocado a la cacería que llegó a creer que el ser peludo que aullaba por las noches era real. Llegó a tal extremo su creencia, que asustado y con el rostro desencantado aseguró que lo había visto y que sus ojos parecían dos brasas encendidas. Así como apareció, el Lobizón incursionó casi un mes y medio por la zona de San Vicente y después desapareció. El que se llenó los bolsillos con la historia fue la Mona Jiménez al grabar el disco del Lobizón. El 2001 se reflotó el tema, pero esa ya es otra historia. Al parecer el auténtico Lobizón emigró de Córdoba y no volvió a aparecer. En la actualidad, es el personaje más representativo del tradicional de barrio San Vicente y hay visitas nocturnas guiadas para revivir lo que fue realmente una leyenda urbana.”

 

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