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INFORME ESPECIAL: El terrible efecto de las escuelas cerradas

Es un gran drama, una gran distopía y sobre todo para la primera infancia. Y el desafío es encontrar una forma de que los chicos puedan volver al sistema educativo para que los ayude a procesar todo esto”, dijo Mercedes Mayol Lassalle, presidenta de la Organización Mundial para la Educación Preescolar (Omep)

SALUD - CORONAVIRUS 04/10/2020 Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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Con la Argentina atravesando el pico de la pandemia, con días de 15.000 casos diarios de covid y en medio de la preocupación por la evolución de las camas críticas, parece temerario atreverse a pensar una forma de volver al cole, a pesar de que las aulas están cerradas hace más de 180 días y la educación de los pibes depende en buena medida de la conectividad en un país en el que la mitad de los hogares está por debajo de la línea de pobreza.
¿Es tan temerario pensarlo en una provincia que tiene los comercios abiertos, está considerando abrir los shoppings y que hasta encontró una forma virtual de que vuelvan los casinos? Para entender por qué es importante, quizás primero hay que comprender lo que implica el efecto escuela cerrada en los chicos y sus secuelas en los recursos educativos, sociales y emocionales para transitar el acontecimiento más disruptivo de los últimos 70 años.

Hay que empezar por los más chicos de todos, por el efecto jardines cerrados. “Es un desastre y no sabemos las consecuencias que va a tener sobre la primera infancia. Pienso en los niños pequeños: los chicos de cinco años que se tenían que preparar para primer grado. En lo difícil que es comprender el distanciamiento, la ausencia de los abuelos y la cercanía de la muerte. Uno de mis nietos me decía: no te veo porque no te quiero contagiar, él se siente peligroso para mí”, advirtió Mercedes Mayol Lassalle, presidenta de la Organización Mundial para la Educación Preescolar (Omep).

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Es la primera argentina y la segunda latinoamericana que está al frente de la organización en 72 años. La historia de la Omep es interesante. Surgió en el marco de la Unesco, luego de la Segunda Guerra Mundial. “Es que con el drama de la guerra tan cerca, se pensó en los derechos de la primera infancia”, recordó Mayol Lasalle. Es lo que hay que hacer ahora: después de las dos guerras mundiales no hay otro acontecimiento con un impacto tan fuerte en la vida de los chicos. “Siempre me peleo con los que dicen que esta crisis es una oportunidad. Es un gran drama, una gran distopía y sobre todo para la primera infancia. Y el desafío es encontrar una forma de que los chicos puedan volver al sistema educativo para que los ayude a procesar todo esto”, insistió.

Mayol Lassalle, que por su rol ve en primer plano la foto global, se reunió con los referentes en educación inicial de 26 países europeos-, recordó que los únicos que nunca cerraron los jardines fueron los suecos. “Ellos dijeron que habían estudiado el tema y que el mayor riesgo de contagio estaba en los chicos más grandes, de lo que acá sería la primaria y la secundaria. En la Argentina podríamos haber encontrado algunas alternativas, por ejemplo que los jardines estén abiertos para los hijos de los trabajadores esenciales ”, precisó.

La vuelta a clases es un dilema que atraviesa a todos los gobiernos. De los casi 200 países que tuvieron que cerrar sus escuelas entre marzo y abril, más del 60% siguen con las aulas vacías, pero el 40% encontró la forma de volver, con protocolos, tapabocas y cursos con menos alumnos, entre otras medidas para adaptarse a la pandemia. En América Latina, el país que lo consiguió es Uruguay, que comenzó por las escuelas rurales y continuó -con un monitoreo constante- en forma progresiva hasta poder abrir los colegios en Montevideo.

Estancados y encerrados
Cuál es el impacto psicológico del efecto escuela cerrada. El psiquiatra Pablo Lizarraga no anda con vueltas y lo compara con las instancias de duelo. “Es una pérdida de lazos afectivos, sociales y laborales, que encima tiene una respuesta más individual que colectiva: aislate, resguardate, quedate en casa”, dijo.

Para explicar el espiral de emociones que se desató en las monótonas rutinas del aislamiento -que en la escuela todavía no se flexibilizaron- retoma las cuatro fases de duelo del psicoanalista inglés John Bowlby y las adapta al escenario de la pandemia. La verdad que es fácil reconocerse en ellas.

El primer momento es de shock. “Es como un puñetazo que nos obnubila y nos deja atontados. Y la primera reacción es replegarse y meterse en la cueva”, recordó.

La segunda fase es la del reconocimiento, la de adquirir conocimiento y entender lo que nos está pasando. Saber cómo contagia el virus, cómo podemos protegernos y tratar a los enfermos. “Te va cayendo la ficha de qué es lo que ocurre”, sintetizó.

 
 
 
La tercera etapa y la cuarta etapa son los procesos de búsqueda y recomposición. Suponen de aprender a vivir con el coronavirus, encontrar mecanismos de adaptación y hasta de una nueva normalidad para no caer en los procesos patológicos del duelo. “Con la escuela, en la Argentina estamos estancados en la fase 2 y en algunos casos iniciando los procesos de búsqueda de la etapa que viene, y eso nos hace mucho más vulnerables a los procesos patológicos del duelo”, insistió.

En algunos chicos -y en muchos adultos- hace rato que se ven estos síntomas: alta ansiedad, indicios de depresión -cuyo síntoma cardinal es la tristeza-, irritabilidad, desgano e insatisfacción permanente.

“Es un tremendo malestar y los médicos sabemos que los factores emocionales influyen sobre el sistema inmunológico. Un chico que está aislado se entristece y un abuelo que hace 50 días que no ve a su nieto también. Por momentos parece que la única enfermedad que existe es el covid y que las otras desaparecieron”, advierte el psiquiatra.

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En la pobreza, el efecto escuela cerrada se potencia

Liliana Gaineddú fue maestra y directora de escuelas y terminó su carrera docente como directora ejecutiva de la Secretaría de Educación de la Municipalidad de Santa Fe.

Al comienzo de la cuarentena, se sorprendió cuando el gobierno no definió a la educación como una actividad esencial, más allá de que esa decisión se tomó por un criterio sanitario. “Tampoco entendía porque las escuelas estaban cerradas cuando en Santa Fe no había casos. Ahora, que estamos en el pico no pueden decir que es por los colegios”, aseguró.

Lo que más le preocupa es la situación de los chicos que viven en hogares que están por debajo de la línea de pobreza. No son pocos, son más de la mitad de los niños argentinos en un país en el que cuatro de cada diez argentinos son pobres.

“De verdad están mejor en sus casas, en muchos casos hacinados con sus hermanos, con padres que están haciendo enormes esfuerzos para darles de comer y sin tecnología para seguir conectados con la escuela”, se preguntó.

 
 
 
Gaineddú está convencida que el efecto escuela abierta ayuda mucho a transitar la pandemia. “Los chicos son grandes educadores, cuando la escuela funciona, y hasta pueden ayudar a sus padres. Aquí aprendieron a cuidarse del coronavirus viendo la tele y con muy poca intermediación de los docentes en los segmentos más vulnerables”, advirtió.

La educadora no está pensando en que las escuelas estén abiertas como si no pasara nada. Se pregunta si no pueden planificar clases en los grandes patios y en los salones para actos que hay en casi todos los colegios. Piensa si no es viable volver a las aulas en las ciudades y pueblos que no tienen casos. Se le ocurre que sería interesante definir qué chicos tienen que empezar antes.

“Por ejemplo, los que están al principio o al final de los ciclos. Cursar séptimo grado es fundamental para consolidar las habilidades que se necesitan en el secundario, sobre todo la metodología de estudio”, destacó.

Pero lo que más le preocupa, son los chicos que no tienen acceso a la conectividad. “En vez de estar en la escuela, están en la calle. Estamos seguros que cumplen los protocolos. De verdad, no estarían mejor en el colegio, con protocolos estrictos, con las docentes para ayudarlos”, se preguntó una y otra vez.

Es que ya son más de seis meses del efecto escuela cerrada y el ejercicio de atreverse a pensar una forma de volver -en dónde sea posible, con los protocolos que definan los médicos, con monitoreos para definir si es necesario volver atrás- es un camino para dejar de estar parados en la encrucijada e intentar construir una forma de educar a todos en la pandemia.

Fuente: Aire Digital. Por Gastón Neffen

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