




El desenlace de las tensiones internas que hace tiempo acusaba el Cordobesismo fue, finalmente, su ruptura. Natalia de la Sota, heredera de quien ya más de un cuarto de siglo atrás fundara Unión por Córdoba para llevar al peronismo al poder, después de un invierno otros 25 años, inscribió la alianza “Defendamos Córdoba”, y certificó su participación en las Legislativas de octubre.
Hacemos Unidos, pertrechado bajo el nombre “Provincias Unidas” -para algunos, proyecto federal; para otros, coartada a la orfandad de una referencia nacional real-, deberá competir en las urnas no sólo en contra de un Gobierno Nacional que llega en ritmo a la cita electoral y que no tendrá miramientos a la hora de hacer campaña, sino también contra una fracción de la propia marca, que aun marchando sin estructura llevará en la boleta uno de los dos apellidos más taquilleros de la historia reciente de Córdoba. Más que nunca, Llaryora necesita que en su boleta esté el otro.
Juan Schiaretti volverá a los cuartos oscuros, ahora, ante la dificultad agravada de contender contra Milei mientras por el otro flanco, Natalia intenta empujarlo hacia un nuevo trazado de la grieta, donde ella representa el anti-mileismo.
Es, debe decirse, poco probable. Schiaretti tiene una masa crítica de otras dimensiones. E irá a la elección con el respaldo cerrado del territorio: 291 intendentes juraron, hasta ahora, fidelidad al armado que encabezará el ex gobernador. Y a eso debe sumarse también la conducción de las 14 seccionales de la capital, que mantiene Alejandra Vigo. Natalia deberá conformarse con recoger los heridos de la “no re-re”, que fueron pasados por las armas de la renovación en 2023, y no mucho más.
Hay, además, un agravante adicional. Se espera que la diputada vaya por el voto del PJ tradicional. Ese que no compra “Partido Cordobés”, que rechaza el aterrizaje de advenedizos en las filas del oficialismo y resiente su participación en el esquema de gobierno que diseñó Llaryora. Pero el PJ tradicional es, esencialmente, el que descansa a orillas de la estructura. Y la estructura estará del otro lado.
En cualquier caso, habrá también aquellos que premien la valentía. Hace mucho tiempo que el peronismo no resuelve sus diferencias puertas afuera. Hasta ahora, nadie pasó nunca de la amenaza; del tironeo previo al armado de la lista. Ahora ser verá cuánto de verdad hay en la recurrente versión de que las bases del partido están enojadas. La certeza que alumbren las urnas puede ser reveladora en cualquier sentido.
Por otro lado, la candidatura de Schiaretti, en condiciones adversas, también puede arrojar una definición que reconfigure el tablero. Si el ex gobernador bate a los libertarios incluso con el partido dividido, su potencialidad será incuestionable. Pero suena complicado.
Si, por el contrario, hace una elección discreta, y pierde con claridad ante La Libertad Avanza, Llaryora pasará a ser, más que antes, el único polo de poder del oficialismo provincial. Y atrás habrá quedado cualquier insinuación de un peronismo bifronte.
Para terminar, una digresión: quien leyó el comunicado con el cual Natalia presentó la declaración de principios de su alianza, habrá reparado en el tono profundamente crítico al Gobierno Nacional. Pero también habrá notado las reminiscencias que unen su discurso con el que desde el Palacio 6 de Julio propone Passerini. Es indudable que el intendente se mantendrá orgánico. Pero puede no resultarle cómodo.
CON INFORMACION DE DIARIOALFIL.






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