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Con la SIDE y contra los periodistas

OPINIÓN Joaquín Morales Solá*
28-MM-sabat

Mientras el Presidente se entretiene vapuleando periodistas (los últimos fueron los “esbirros” de LA NACION, María O’Donnell y Mónica Gutiérrez), sus funcionarios de los servicios de inteligencia hurgaron en días recientes en cuatro causas judiciales iniciadas en su momento contra Mauricio Macri por los servicios de inteligencia de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. La política está copiando las formas y el perfume de lo que sucedió en los años kirchneristas: persecución de periodistas críticos o independientes y, al mismo tiempo, intervención de los sumideros de la política, llamados servicios de inteligencia, en la vida política interna del país. El caso más grave, a pesar de todo, es que la actual SIDE haya decidido remover causas judiciales que las inició el kirchnerismo contra Macri con el propósito de desprestigiar al expresidente. Todas los expedientes fueron denuncias presentadas por lo que entonces se llamaba AFI (Agencia Federal de Investigaciones); los servicios se llamaban de otra manera, pero chapoteaban en las mismas cloacas de siempre. LA NACION ya dio cuenta el domingo de que el abogado Ignacio Damián González se presentó en el despacho del juez Marcelo Martínez de Giorgi, en nombre de la SIDE, para conocer el estado procesal de la llamada causa por presunto espionaje ilegal durante el gobierno de Macri. 

En esa causa estaban imputados varios agentes de los servicios de inteligencia y el exsecretario privado del expresidente, Darío Nieto, a quien la Justicia le decretó la falta de mérito. El juez Sebastián Ramos, que reemplaza a Martínez de Giorgi, quien está de licencia, rechazó el pedido de la SIDE porque no es parte del expediente ni está justificado su interés. Más claro, imposible.

Sin embargo, ahora se sabe que el mismo abogado González, quien mostraba en los juzgados copia de una resolución interna secreta de la SIDE, se presentó en tres causas más a mediados de agosto. Sucedió antes de que Macri acordara con sus diputados que estos debían rechazar el decreto de necesidad y urgencia de Javier Milei por el que le transfirió a la SIDE 100.000 millones de pesos extra sin el compromiso de rendir cuentas ante nadie, algo que, por lo demás, es usual en el espionaje. Así las cosas, el abogado González apareció el 15 de agosto en el juzgado del juez Julián Ercolini para conocer el estado procesal del llamado caso AMBA, que se refiere a supuestas y diversas actividad ilegales de inteligencia en la región metropolitana. Dijo tener “interés legítimo” en la causa y pidió acceso a ella. Ercolini le respondió siete días después que sólo le aceptaría el pedido cuando acredite “fehacientemente” ser quien dice ser; es decir, cuando deje escudarse en que es un funcionario secreto de la SIDE. El mismo abogado se presentó ante el mismo juez, Ercolini, para pedir acceso a la causa sobre presunto espionaje a los familiares de la víctimas de la implosión del submarino ARA San Juan. En esta causa estuvo imputado personalmente Macri, pero la Justicia ya declaró el sobreseimiento de todos los inculpados. La cuarta causa en la que la SIDE intentó olfatear refiere a la venta de 290 armas de fuego en desuso a agentes en actividad del servicio de inteligencia; la venta se realizó cuando a la SIDE la conducía Gustavo Arribas, el jefe del espionaje en tiempos de Macri. Esta causa está en el juzgado del juez Daniel Rafecas, quien sobreseyó a todos los imputados. El abogado González pretendió también que le dieran acceso a esa causa, pero Rafecas se limitó a darle copia de la resolución final sobre los sobreseimientos. En síntesis, González rebotó en todos los despachos de Comodoro Py.

Sectores cercanos a Macri sostienen que se trató de operaciones políticas del asesor presidencial Santiago Caputo, molesto porque sabía de antemano que el expresidente impulsaría el rechazo al decreto de necesidad y urgencia que le transfería importantes recursos estatales a la SIDE, supuestamente controlada por Caputo el joven. De hecho, según fuentes macristas el jefe de la SIDE, Sergio Neiffert, le hizo llegar al expresidente un mensaje según el cual no sabía nada de las andanzas del abogado González por los juzgados donde Macri había sido denunciado, en todos los casos, por los servicios de inteligencia de Alberto Fernández. Macri se habría convencido entonces de que el verdadero impulsor de su persecución en los tribunales es Santiago Caputo. Resulta difícil imaginar que un asesor presidencial, por más poderoso que sea, puede llegar tan lejos en el hostigamiento a una persona que suele frecuentar al actual presidente de la Nación. De todos modos, las contradicciones existen: los trolls mileístas se hicieron un festín de crítica y descalificaciones contra Macri el mismo día en que este comió la última milanesa con el Presidente. El propio Milei lo criticó a Macri el día después de esa tensa milanesa.

Los intrigantes paseos del abogado González por los tribunales de Comodoro Py solo provocaron un mayor resquemor en la relación de Macri con el gobierno de Milei, aunque el expresidente suele preservar la relación con el mandatario actual. Por ahora, Macri apunta sus diatribas, cuentan, solo contra Santiago Caputo. Pero, ¿hasta cuándo? Más allá del cotilleo, es conveniente detenerse en las cosas serias de la vida: los servicios de inteligencia no pueden –ni deben– estar al servicio de un gobierno ni hacer el trabajo sucio contra sus opositores, aliados circunstanciales o periodistas independientes.

Milei está convirtiendo al periodismo en su principal enemigo sin que este tenga la vocación de serlo. No hay matices para el Presidente: o se está con él o contra él. Otra vez la división entre ellos y nosotros que tanto daño le hizo al país durante el período kirchnerista. El domingo arremetió contra los editores de LA NACION y sus “esbirros” (estos somos los periodistas para el jefe del Estado) porque tenemos una posición común contra la postulación del juez Ariel Lijo como miembro de la Corte Suprema de Justicia. En sus últimas y confusas declaraciones, Milei dijo que ningún otro juez, que no sea Lijo, podía hacer la reforma de la Justicia que él se propone. ¿Lijo es el reformista del Presidente? Tal aseveración es, sobre todo, un oxímoron, porque Lijo está considerado uno de los jueces que con más eficacia cajonea las causas que están en su juzgado. Hay expedientes que no se mueven desde hace 10 o 15 años. ¿La reforma de Milei aspira a esa clase de justicia? ¿Cree el Presidente que esa es la Justicia que espera la gente común?

Vale la pena detenerse en el concepto de que los periodistas somos “esbirros”, meros escribidores de conceptos y opiniones de los dueños de los medios. Mal que le pese, los periodistas también tenemos capacidad para reflexionar y opinar, y estamos en los medios con los que más coincidimos en las posiciones fundamentales. No saber esto es ignorar las bases mismas del periodismo y de la política. Ningún periodista trabajaría en un medio con el que disiente ni se conformaría con ser un simple taquígrafo de las ideas de otros. No sería un periodista, en tal caso.

Ayer la criticó a María O’Donnell porque un diputada suya recibió varios llamados de la producción del programa de la periodista para ser entrevistada. Es lo que ocurre desde hace muchas décadas, casi desde que el inolvidable Cacho Fontana inauguró los reportajes radiales por teléfono. ¿Qué pecado cometió María O’Donnell? ¿Intentar hacerle un reportaje a una diputada? Se necesita mucha inexperiencia política para ofenderse por semejante nadería. Antes había aprovechado un duro cruce entre Mónica Gutiérrez y Alfredo Casero, volcado al mileísmo militante, en el programa de Mirtha Legrand. Una cantidad infernal de trolls fanáticos de Milei ventiló la vida de la periodista, que tiene una larga trayectoria profesional, y también la de su esposo. Mónica Gutiérrez no está trabajando ahora en ningún medio en particular, pero suele concurrir a programas de televisión como invitada. No es complaciente con Milei. Y no ser complaciente con Milei tiene un precio. Caro, a veces.

El proyecto mediático del oficialismo parece ser el de construir un 6,7,8, (aquel programa kirchnerista que se dedicaba a escrachar periodistas y políticos opositores), pero no en la televisión, sino en las redes sociales, sobre todo en X, la preferida del Presidente. Milei ni siquiera tiene en cuenta que en un mismo medio pueden trabajar periodistas críticos de él y también otros que simpatizan con sus políticas. Una sola crítica de un solo periodista es suficiente para desatar una tormenta de agravios por parte del Jefe del Estado hacia todo el medio periodístico. El único atenuante que queda es que se trata de un fenómeno mundial que inauguró Donald Trump en los Estados Unidos. En los países donde han triunfado los outsider de la política, es el periodismo la primera víctima de las batallas políticas.

Al periodismo argentino le va peor que al resto del mundo porque viene de sufrir la persecución y la descalificación permanente del kirchnerismo durante casi veinte años insoportables. Con los mismos argumentos y los mismos procedimientos que está usando ahora el mileísmo. La historia no se repite, pero muchas veces rima.

 

 

* Para La Nación

Ilustración: Alfredo Sábat

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