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DOS MUJERES IMPRECINDIBLES PARA MI VEJEZ

PARA LEER EN PANTUFLAS 10/09/2023 José Ademan RODRÍGUEZ
hoy

Ademan Por José Ademan RODRÍGUEZ

Hay una sola cosa que tengo clara: los servicios sociales y la seguridad social de España son las mejores del mundo, son el sostén para la vida de muchas personas mayores y en diferente situación de dependencia. Son muchas las ayudas que le pueden ofrecer y se centran en mejorar la calidad de vida de las personas, también en facilitar los cuidados a la familias sobre todo en los ancianos. Las enfermeras españolas llegan a la excelencia, las más competentes tanto para un roto como para un descosido...

Estaba yo podrido de mi soledad y de mi dependencia por incapacidad, estas chicas llegan en el momento justo cuando contemplas resignado como “se pianta la vida”... Como rezongan los años... Pero aunque dicen que el dolor para los débiles suele ser una puerta que se cierra y para los fuertes una puerta que se abre Ellas me ayudaron a abrir esa puerta, son las providenciales chicas de la seguridad social. Ellas me ayudaron a salir del microcosmos, que la vida sigue, que aún se puede con ella... Y así pude transformar mi dormitorio de “cuchitril” en una cama bien tendida... Aprender a ser más limpió y por fin se acabó el complejo de que los viejos tienen “olor a viejo”. Aprendí que me iban a amar por lo que era y que también me iban a odiar por la misma causa...

Aprendí a dejarles la pica de la cocina limpia, a fregar los platos y las ollas como si practicará una escultura; aprendí a lavarme los calzoncillos mientras me duchó... Así que imagínense con la ansiedad ante la llegada de la mujer que me enviaban de la seguridad social, me anunciaron que era de Honduras ¡Ay cuando se presentó! ¡Qué monumento de mujer! Alta, elegantona y de gran complexión física ¡no piensen mal si van por ese lado! porque hace rato estoy resignado a perder la lívido para siempre como el indio Patoruzú, incluso mi amigo el “Zurdo” me dijo que yo era como el coche fantástico, que hago de todo menos follar... Y claro, valga la comparación que sería equivalente a intentar acariciar una teta con la mano ortopédica...

Pero eso no quita que al verla quedé impactado con esa morena con un fundido en negro azabache, que seré viejo pero no un pelotudo... Seguro que al verme me iba a respetar, aunque el respeto en general se lo ganan los poderosos, los que tienen guitá, ya que a los viejos venerables (chotos) como yo, más que el respeto, simplemente quiero que me quieran con el afecto que merecen los abuelos.

Son esas mujeres a las que despiden sin pagar por ejemplo en Argentina, vejando a mujeres de condición humilde luego de pasar el “periodo de prueba” sin contrato y siempre con temor a que las denuncien con el siguiente ultimátum: ¡VETE A TU PUTO PAÍS!

Fue verla sonreír a Mabel, y lo que importa Una maquina de trabajo doméstico y venia de un país cuya bandera ¡Ohh feliz coincidencia! Tenía los mismos colores que los de Argentina: Alta en el cielo un águila guerrera.... Azul un ala del color del cielo, azul un ala del color del mar... Y me acordé de Aurora, esa canción que cantábamos de niños en las escuelas en homenaje a nuestra enseña patria...

Aurora

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Ella era mi familia, la sentía como parte mía, siempre trayéndome un regalo: un trozo de sandía, al siguiente día un croissant y así ella convertía en una pajarera mi comedor de diario, echa de silencios y de soledad, que me obligaba a la crueldad de comer siempre solo, acompañado de los ruidos de la calle... Les dije pajarera parafraseando al poeta Tejada Gómez.

Dije “ruidos de la calle” y me acordé de un genio argentino, Gustavo Santaolalla (ganador de dos oscares), que interpretaba los sonidos distópicos como en las películas amores perros babel y Brokeback mountain. Las notas imperfectas, las que suenan mal, las que sobran y así es capaz de conjugar ruidos de la calle que hacen armonía con el crujir de un mueble viejo o las descargas de los inodoros del vecino o cuando estás afinando los instrumentos haciendo un popurrí, mezclando caprichosamente lo que quiere, lo que siente, lo subliminal de la música que se escucha en el silencio, tanto puede utilizar la quena como el bandoneón o la guitarra para copiar expresiones melancólicas, convirtiéndolas en la magia de los silencios...

Además, las caminatas del tiempo demorado... Ella haciéndome de soporte con su brazo, yo aferrado a ella y el diálogo inevitable con las chicas comerciantes que venden empanadas... Adiós reina... Adiós rey... Ella, mi cenicienta, y yo el vaquero y la estación en algún bar me hacían el camino más feliz, nada que ver con mi amigo Oli que se hacía el despistado cambiándose de acera, o se separaba de mi a una distancia prudencial para no hacer el ridículo, lo mismo que mi vecina la colorada...Ella era tan delicada conmigo que me hacia sentir como si fuera un pajarito ante un cristal y evitar que este choque para no hacerse daño...

¡Ay cuando te fuiste! Porque renunciabas a la empresa y pensé en tu carcajada que era como una libre canzoneta de amistad, se me iba con esa su alegría contagiosa que ponía mi soledad en un jardín interior. Y esos tus hoyuelos que bordean tus labios y le ponen a tu sonrisa un desfiladero de nieve. Te recordaré siempre en aquella mañana, en que te arrodillaste para fregar el suelo con las manos (vieja costumbre feudal de las burguesas ricachona, que sucede en la clase media y no solamente en Cataluña sino en Chile, Uruguay y Argentina) al verte con tu físico escultural postrada en el piso, que sentí la necesidad de decirte: ¡Para nena! Para, Para... Ven, levántate que vos no naciste para que te humillen, soy yo el que me arrodilló de pie ante tí, como se arrodillan los hombres que se precien de tal.

ZAMBÍ

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Así como Mabel, es alta y fornida, ella era pequeñita y regordeta y siempre creí que las pequeñitas te inundan de cariño, del más puro,porque no te sobrepasan ya que te llegan a la altura del corazón poniéndote un sol... Eso es lo que se siente.

Zambí era la prolijidad ¡Ay como la recuerdo! Cuidando mi patrimonio afectivo; era una gozada verla con mimo acomodando los recuerdos: infaltable retrato de mamá, ahí estaba las morisquetas de Kiko, de mis nietos en un verdadero alarde de lo que significa mantenimiento y reparación. Hace el papel de enfermera pues me enseñó a tomarme la presión: recuerde Don José que tiene que tomar dos litros de agua, me abre las ventanas para que entre el aire fresco y la brisa suave, nunca olvidaré este verano del 2023, de noches tórridas y tropicales en fase de emergencia cuando muchos viejos morían por golpes de calor y las gallinas cagaban los huevos fritos... Resulta que ahora dicen que se

acabo la era del calentamiento para iniciarse la era de la ebullición y les cuento una anécdota ahora: vez pasada fui a una verdulería y había una señora entrada en años, mirándome fijamente y me dijo: -yo a usted lo conozco, fue mi dentista... (me dio una satisfacción enorme que después de diez años de estar jubilado, se acordará de mí). -Usted me hizo la prótesis y me quedó perfecta, lo único que se me ponen los dientes un poco amarillos, me dijo ella. -Y le conteste: ¡Ahh! será el cambio climático...

¡OH! Y sus manos me recuerdan a las manos adoradas del vals: ligeras como aves volando siempre van, libres por la casa, la mesa acariciando, buscando en el descanso la aguja y el dedal... ¡Oh manos adoradas!¡Oh manos llenas de alma! En ellas hoy quisiera mi frente refugiar...

Eran graciosas, las manos de la Zambí, más pequeñas que las mías... Eran como las cuerdas de un titiritero que daban vida a los duendes de mi soledad...

Las dos me sacaron del ensimismamiento, dejé de mover cosas con la mente, mientras tanto esperé a que se alinearán los planetas en tanto mejoraba mi caligrafía para no imitar a las odiosas letras de médico, que te puede hacer confundir la magnesia con la gimnasia y que presumen de eso al hacer sus recetas. Total en el ordenador me trabajan personas providenciales: el Oli, la Zambí y la nueva adquisición.

Gracias a ellas, no tendré que irme como jugando a las escondidas porque los vecinos, salvó dos o tres, me hicieron a un costado con el peor desprecio: LA INDIFERENCIA, como un condenado a muerte sin haber hecho nada.

MANOS ADORADAS

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