
La clase media ya no es una sola: un universo fragmentado que redefine el consumo y la movilidad social
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- La clase media argentina dejó de ser homogénea y hoy presenta fuertes diferencias internas.
- Un análisis privado la divide en media baja, media media y media alta, con canastas muy dispares.
- La brecha de ingresos dentro del mismo universo social llega a ser de casi cinco veces.
- Solo la clase media alta tiene capacidad estable de ahorro e inversión.
- La fragmentación limita la movilidad social y debilita el rol histórico del sector medio.
- Reforzar la clase media es clave para sostener el crecimiento y la estabilidad económica.
Durante décadas, hablar de clase media en la Argentina fue referirse a un actor social relativamente homogéneo, asociado al trabajo formal, al ascenso social y a un nivel de consumo que funcionaba como motor de la economía. Sin embargo, esa imagen comenzó a resquebrajarse en los últimos años. Bajo una misma etiqueta conviven hoy realidades económicas, hábitos de consumo y expectativas de futuro cada vez más distantes entre sí, al punto de volver impreciso el uso del concepto en singular.
Un reciente análisis privado pone números a esa fragmentación y propone una clasificación operativa que divide a la clase media en tres segmentos: media baja, media media y media alta. El ejercicio no es meramente teórico. A partir de canastas de consumo diferenciadas —que incluyen alimentos, vivienda, educación, salud, transporte, servicios, tecnología, recreación y otros rubros clave— se busca reflejar cómo se vive efectivamente en cada uno de esos escalones.
El resultado es contundente. Dentro del universo que suele agruparse como “clase media” hay hogares que necesitan alrededor de 2,4 millones de pesos mensuales para sostener su nivel de vida y otros que requieren más de 11 millones. La distancia entre ambos extremos roza las cinco veces, una brecha que expone la pérdida de homogeneidad de un sector históricamente central en la estructura social argentina.
En la clase media baja, la vida cotidiana está marcada por la restricción. La mayor parte del ingreso se destina a cubrir necesidades básicas: alimentos y gastos del hogar concentran cerca de la mitad del presupuesto mensual. Se trata de consumos ajustados, con viviendas modestas, equipamiento tecnológico mínimo y una fuerte dependencia de los servicios públicos, especialmente en salud. No hay margen para el ahorro y la recreación es esporádica, limitada a alguna escapada puntual en el año. Incluso el transporte combina, por necesidad, el uso de automóvil con colectivos, trenes o subtes para reducir costos.
La clase media media muestra un escenario distinto, aunque todavía frágil. Aquí la canasta se diversifica y aparecen con mayor peso la educación y la salud privadas de costo intermedio. Los hijos acceden a colegios semiprivados, la familia cuenta con obra social o una prepaga básica y se incorporan gastos asociados al confort, la conectividad y cierta vida cultural. Hay vacaciones planificadas dentro del país y actividades extracurriculares para los chicos. Este segmento logra un pequeño margen de ahorro, pero sigue siendo muy sensible a los vaivenes económicos.
El salto más marcado se observa en la clase media alta. En este grupo, el acceso a educación privada plena, planes de salud más completos, viviendas mejor ubicadas y tecnología de gama superior configura un estilo de vida claramente diferenciado. La movilidad cotidiana suele requerir dos vehículos, la recreación incluye actividades regulares y viajes al exterior, y aparece una capacidad estable de ahorro o inversión que oscila entre el 15% y el 20% del ingreso. Es el único segmento con posibilidades reales de acumulación patrimonial.
El mapa que surge de este análisis revela una clase media partida en compartimentos que casi no se tocan. Más que un dato estadístico, se trata de un desafío estructural. La experiencia internacional muestra que una clase media amplia y sólida es clave para sostener el consumo, reducir la conflictividad social y garantizar estabilidad política. Cuando ese sector se achica o se precariza, también se resiente la confianza colectiva y la movilidad social.
En ese contexto, la estabilización macroeconómica, por sí sola, resulta insuficiente. Ordenar precios o controlar variables fiscales no alcanza si el crecimiento no se traduce en mejores oportunidades para los sectores medios. El desafío pasa por ensanchar la clase media hacia arriba y no por empujarla hacia la base.
Eso supone, entre otras cuestiones, generar más empleo formal mediante reglas laborales modernas, mejorar la competitividad de la economía, facilitar el acceso al crédito productivo y a la vivienda, y remover barreras que hoy limitan el ascenso social. Fortalecer a la clase media no es una consigna sectorial: es una condición necesaria para un desarrollo sostenido y equilibrado.





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