Dólar, bandas y competitividad: la industria advierte que el tipo de cambio no alcanza sin una política productiva

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • La actualización de las bandas cambiarias es vista como una mejora, pero insuficiente para recomponer la competitividad
  • El sector industrial advierte que el tipo de cambio no reemplaza una política productiva integral
  • Las importaciones más baratas y las exportaciones industriales castigadas profundizan el desequilibrio
  • Economistas reclaman diálogo sectorial y políticas activas de competitividad
  • El RIGI es cuestionado por promover cadenas de valor cortas y bajo valor agregado
  • Los datos muestran una industria en retroceso, con fuerte impacto en pymes y empleo

La decisión del Banco Central de actualizar las bandas cambiarias a partir de 2026 fue recibida con una mezcla de alivio y cautela por parte del sector industrial. Si bien el nuevo esquema representa una mejora frente al régimen previo, empresarios y economistas coinciden en que el tipo de cambio, por sí solo, no resolverá los problemas estructurales de competitividad que arrastra la industria argentina.

Desde el 1° de enero, el BCRA ajustará mensualmente las bandas de flotación en función de la inflación informada por el INDEC, con un rezago de dos meses, y pondrá en marcha un programa de acumulación de reservas alineado con la evolución de la demanda de dinero. El escenario base del organismo prevé elevar la base monetaria del 4,2% al 4,8% del PBI hacia fines de 2026, con compras potenciales de divisas de hasta u$s10.000 millones, cifra que podría escalar a u$s17.000 millones si aumenta la demanda de pesos.

Para Federico Poli, economista y director de la consultora Sistémica, el esquema anunciado puede evitar que el peso continúe apreciándose en términos reales, aunque con rezagos. “En el mejor de los casos, permitirá recuperar competitividad en el largo plazo, al ritmo de la inflación internacional”, explicó. Sin embargo, advirtió que el Gobierno dejó pasar la oportunidad de avanzar hacia una flotación más libre que corrija la apreciación acumulada del tipo de cambio. Desde su perspectiva, la determinación administrativa del dólar sigue siendo un punto débil de la política macroeconómica.

Más allá del frente cambiario, Poli remarcó que la industria enfrenta un escenario complejo. La prioridad otorgada a la estabilización macroeconómica postergó las necesidades del sector productivo y, en algunos casos, las profundizó. Entre los factores que afectan la competitividad, mencionó la flexibilización de normas aduaneras, sanitarias y de seguridad para importaciones, la eliminación de precios de referencia y la quita del Impuesto PAIS, que redujo el tipo de cambio real de importación.

Del lado de las exportaciones industriales, el diagnóstico también es crítico. El mantenimiento de retenciones y la falta de devolución de impuestos como el IVA y los reintegros continúan castigando la competitividad externa. “Argentina no puede sostenerse solo con sectores primarios”, advirtió Poli, al subrayar que la industria es clave para el empleo, la innovación y la seguridad de abastecimiento en una economía de tamaño medio y con un entramado productivo diverso.

En esa línea, propuso abrir un diálogo entre el Gobierno y las cadenas de valor para identificar cuellos de botella sectoriales y diseñar políticas activas de competitividad, especialmente en un contexto global marcado por la digitalización, la inteligencia artificial y fuertes inversiones industriales en otros países. También planteó la necesidad de estrategias de reconversión productiva en sectores como el automotriz, el textil, el azucarero y los biocombustibles, mediante alianzas público-privadas.

El exministro de Producción de Santa Fe, Cristian Desideri, coincidió en que la corrección del techo de la banda cambiaria es más razonable que el esquema anterior, pero alertó contra la idea de que el tipo de cambio sea la única herramienta de competitividad. “Es una condición necesaria, pero no suficiente”, señaló, al enumerar problemas estructurales de escala, tecnología y logística en distintas cadenas productivas.

Desideri también cuestionó el enfoque del Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), al considerar que orienta la producción hacia cadenas de valor cortas y con bajo valor agregado. Trazó un paralelismo con la experiencia peruana de los años noventa, donde un esquema similar terminó concentrado en grandes capitales, con escaso impacto en empleo y desarrollo local. A su juicio, el RIGI argentino funciona más como una ventanilla de ingreso de dólares que como una política industrial integral.

Las advertencias se respaldan en los datos. Desde agosto de 2023, la actividad económica creció apenas 1,1%, impulsada por sectores extractivos, mientras que la industria cayó 7,7% y la construcción 23%. En noviembre, la industria manufacturera registró una baja interanual del 6,1%, con fuertes retrocesos en automotriz, químicos y metalurgia. El impacto es más severo en las pymes, que acumulan caídas de empleo, suspensiones y cierres, con niveles de utilización de la capacidad instalada históricamente bajos.

En ese contexto, el consenso industrial es claro: un dólar más alto puede ayudar, pero sin una política productiva integral, la competitividad seguirá siendo una deuda pendiente.

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