Plazo fijo tradicional o UVA: el dilema del ahorrista en un escenario de dólar estable

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • El dólar estable volvió a posicionar al plazo fijo como alternativa frente a la divisa
  • El plazo fijo tradicional rinde cerca de 1,8% mensual, por debajo de la inflación actual
  • El plazo fijo UVA protege contra la suba de precios, pero exige inmovilizar fondos por 90 días
  • La opción de precancelación del UVA implica una fuerte penalidad en la tasa
  • Las proyecciones indican que el UVA ganaría en diciembre y el tradicional desde enero
  • La previsibilidad cambiaria favorece el ahorro en pesos en el corto plazo

Con un dólar que se mantiene estable y una inflación que volvió a mostrar una leve aceleración, los ahorristas enfrentan nuevamente un interrogante clásico del mercado local: conviene apostar al plazo fijo tradicional o elegir el plazo fijo UVA, que ajusta por inflación. La decisión no es lineal y depende tanto del horizonte de inversión como de las expectativas sobre precios, tasas de interés y tipo de cambio en los próximos meses.

Los últimos datos oficiales aportan elementos clave para el análisis. El INDEC informó que la inflación de noviembre fue del 2,5% mensual, por encima del rendimiento que hoy ofrece el plazo fijo tradicional para personas físicas. En los principales bancos, este instrumento paga una tasa nominal anual cercana al 22% para colocaciones a 30 días, lo que equivale a una ganancia mensual aproximada del 1,8%. En términos reales, ese rendimiento quedó por debajo del aumento de precios.

Frente a ese escenario, el plazo fijo UVA aparece como una alternativa más atractiva para quienes buscan preservar el poder adquisitivo del ahorro. Al ajustar su capital por el índice de precios al consumidor, funciona como una cobertura directa contra la inflación. Sin embargo, tiene una condición que muchos ahorristas consideran un obstáculo: exige un plazo mínimo de permanencia de 90 días, un lapso largo en un contexto económico marcado por la volatilidad.

Para mitigar esa rigidez, los bancos ofrecen la opción de precancelación a partir de los 30 días. Pero esa salida anticipada tiene un costo elevado: la tasa aplicada cae a una TNA del 10%, lo que implica un rendimiento mensual de apenas 0,8%, muy por debajo de la inflación actual. Por eso, el plazo fijo UVA resulta conveniente solo para quienes estén dispuestos a inmovilizar los fondos durante al menos tres meses.

A este panorama se suma un factor central en la toma de decisiones: el comportamiento del dólar. Durante diciembre, el tipo de cambio se mantuvo prácticamente sin cambios e incluso mostró un leve retroceso. Las cotizaciones en el mercado de futuros reflejan expectativas de estabilidad en el corto plazo y un ajuste moderado hacia enero, en línea con el nuevo esquema de bandas cambiarias que comenzará a regir desde el inicio de 2026.

El Banco Central ajustará esas bandas según la inflación de dos meses atrás, lo que llevaría el techo de no intervención a niveles más altos, pero sin anticipar movimientos bruscos. Esa previsibilidad cambiaria refuerza la estrategia oficial de fomentar el ahorro en pesos como ancla para sostener el proceso de desinflación.

En este contexto, varios economistas coinciden en que, en el corto plazo, el plazo fijo vuelve a posicionarse como una opción más rentable que el dólar. La demanda estacional de dinero, el control cambiario implícito y la mejora en las expectativas tras las elecciones contribuyen a un escenario de calma que favorece a las colocaciones en moneda local.

Sin embargo, el análisis cambia cuando se proyecta hacia los primeros meses del año próximo. Las estimaciones privadas sugieren que diciembre será un mes favorable para el plazo fijo UVA, que captaría la inflación reciente. A partir de enero, en cambio, el plazo fijo tradicional podría volver a imponerse, aunque con márgenes acotados, si la inflación desacelera y las tasas logran ubicarse levemente por encima de los precios.

La clave, según coinciden los analistas, pasa por la flexibilidad. El plazo fijo tradicional permite salir rápidamente y reposicionarse ante cambios de escenario, algo que el UVA no ofrece sin castigo. En un contexto donde el dólar permanece contenido y la inflación muestra señales de moderación, esa liquidez se vuelve un atributo relevante.

Así, lejos de una respuesta única, la elección entre plazo fijo tradicional y UVA depende del perfil del ahorrista, su tolerancia al riesgo y su necesidad de disponibilidad. En un escenario de dólar “planchado”, ambos instrumentos aparecen como alternativas válidas para seguirle el ritmo a la inflación, al menos mientras la calma cambiaria se sostenga.

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