El dólar cambia de rol: entre la desinflación y el desafío de recomponer reservas

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • El nuevo esquema cambiario redefine el rol del dólar más allá del ancla antiinflacionaria
  • Las bandas ajustadas por inflación buscan reducir el atraso cambiario acumulado
  • La reacción inicial fue positiva en bonos, pero el mercado exige ejecución
  • La acumulación de reservas aparece como el principal test del programa
  • La brecha y los dólares financieros marcan la credibilidad del esquema
  • El dólar sintetiza hoy todas las tensiones macroeconómicas del modelo

El dólar volvió a ocupar el centro de la escena financiera argentina, aunque esta vez no por un salto abrupto en su cotización, sino por un cambio de reglas que obliga al mercado a recalibrar expectativas. En los últimos días, la discusión dejó de girar exclusivamente en torno a la inflación para ampliarse hacia una pregunta más compleja: cuán sostenible puede ser el equilibrio cambiario en un programa que busca, al mismo tiempo, profundizar la desinflación y reconstruir reservas.

El nuevo marco cambiario introduce una lógica distinta para el funcionamiento de las bandas. Ya no se trata únicamente de “contener” al tipo de cambio como ancla antiinflacionaria, sino de ordenar un esquema donde la acumulación de divisas tenga un rol explícito. Ese giro redefine incentivos y afecta variables clave: desde las expectativas de brecha hasta el atractivo de los instrumentos en pesos y el costo de defender determinados niveles del dólar cuando el mercado se aproxima a zonas sensibles.

La reacción inicial fue rápida y se reflejó en los activos financieros, con una mejora marcada en los bonos y una lectura algo más optimista en la City. La idea de un dólar moviéndose dentro de un marco más previsible comenzó a ganar espacio, aunque sin disipar del todo las dudas. El mercado, como suele ocurrir, no se conforma con anuncios: exige resultados. En ese punto, el debate se vuelve menos binario. Ya no es simplemente “dólar planchado” versus “devaluación”, sino la capacidad real del sistema para generar oferta genuina de divisas por debajo de los techos operativos.

Con un verano cargado de vencimientos, metas y expectativas cruzadas, el dólar aparece como el precio que sintetiza todos los dilemas macroeconómicos. Y, como advierten los analistas, no alcanza con mirar una cotización puntual: hay que observar el comportamiento de las bandas, la brecha, las reservas, las tasas de interés y la consistencia del esquema en su conjunto.

Desde 1816 señalaron que el mercado venía reclamando una política más decidida de acumulación de reservas y que el anuncio de una “nueva fase” fue suficiente para empujar a la baja los rendimientos de los bonos, hasta niveles mínimos de la era Milei. En esa lectura, el programa reconoce un trade-off entre desinflación y recomposición de divisas, con impacto directo en el precio del dólar y en sus expectativas.

Para Delphos, el cambio más sensible es técnico pero decisivo: las bandas pasarán a ajustarse por inflación observada con rezago, lo que reduce el sesgo a la apreciación real del peso que se había acumulado cuando la inflación corría por encima del ritmo del crawl. Esa modificación mejora la consistencia del régimen al limitar el riesgo de atraso cambiario en un contexto de alta nominalidad.

Sin embargo, los especialistas coinciden en que el verdadero test será la acumulación de reservas. La mejora en bonos puede convivir con un dólar financiero exigente si no aparece una oferta sostenida de divisas. Allí radica la principal incógnita: si el Banco Central logra ubicarse como comprador neto en el mercado oficial, el esquema ganará estabilidad; si no, dependerá más de intervenciones y credibilidad.

La brecha cambiaria y el comportamiento de los dólares financieros siguen siendo una señal clave. El techo de la banda se convirtió en una frontera psicológica: si el mercado insiste en superarlo, se alimenta la percepción de atraso; si se consolida por debajo, el régimen gana aire. En ese juego fino, el dólar vuelve a ser el termómetro cotidiano de la confianza.

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