Argentina reabre el financiamiento en dólares y activa un nuevo escenario para la deuda

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • Argentina volvió a emitir deuda en dólares tras casi ocho años con el lanzamiento del Bonar 2029 por USD 1.000 millones.
  • El bono tuvo un rendimiento final del 9,26%, lo que abrió un debate sobre el costo del financiamiento y el riesgo país.
  • La demanda superó las expectativas, con ofertas por USD 1.420 millones y más de 2.500 inversores.
  • Los fondos se usarán para cubrir vencimientos de enero, reduciendo la presión sobre las reservas.
  • Analistas destacaron que la emisión ordena el corto plazo, aunque algunos criticaron la tasa en comparación con provincias.
  • El regreso al financiamiento voluntario implica un cambio de escenario, pero los desafíos estructurales siguen siendo significativos.

La Argentina dio un paso inesperado pero decisivo: volvió a colocar deuda en dólares en los mercados internacionales después de casi ocho años. El Bonar 2029, emitido por USD 1.000 millones bajo ley local, marcó el regreso a un tipo de financiamiento que había quedado vedado tras años de crisis, reestructuraciones y volatilidad cambiaria. La operación, seguida con lupa por bancos, fondos y consultoras, no sólo aportó divisas frescas, sino que abrió un debate profundo sobre el costo real de endeudarse y sobre la capacidad del Gobierno para recuperar canales de crédito.

El bono fue diseñado con un cupón del 6,5% anual, aunque se colocó por debajo de la par, lo que elevó el rendimiento efectivo hasta el 9,26%. Ese número —celebrado por algunos y criticado por otros— dejó en evidencia el dilema central: para reingresar al mercado, Argentina aún debe pagar tasas altas. Aun así, la lectura predominante en la City fue que la operación funcionó como prueba de que existe una ventana de financiamiento voluntario, aunque estrecha, en un contexto donde las reservas están bajo presión y los próximos vencimientos requieren dólares concretos.

Uno de los datos más observados fue la demanda: las ofertas alcanzaron aproximadamente los USD 1.420 millones, con más de 2.500 inversores participando. El Gobierno, que salió a buscar un monto menor, logró validar un instrumento nuevo a una tasa inferior a la que pagan hoy los Bonares de similares plazos. Para los operadores, esto implica que ciertos segmentos del mercado están dispuestos a convalidar mejores precios cuando la emisión tiene un objetivo claro y una estructura simple.

El uso de los fondos también fue clave. El Tesoro aplicará los USD 1.000 millones a cubrir la mayor parte de los vencimientos de los AL29 y AL30 del próximo 9 de enero, por unos USD 1.270 millones. En un país acostumbrado a que el Banco Central provea dólares ante cada vencimiento, este movimiento fue leído como un intento de mostrar financiamiento genuino y cierta disciplina en la administración de pasivos.

Distintas consultoras destacaron que el rendimiento logrado quedó por debajo de la curva vigente de otros bonos en dólares bajo ley local. Desde Equilibra remarcaron que la operación permitió ordenar el corto plazo y reducir la necesidad de usar reservas en un mes históricamente complejo. En tanto, Romano Group interpretó la emisión como un paso hacia la convergencia con la curva de títulos ley Nueva York, lo que sugiere que algunos inversores perciben mayor consistencia en el programa económico.

No obstante, el entusiasmo no fue unánime. El economista Juan José Vázquez valoró que la tasa final quedó 124 puntos básicos por debajo de la curva de bonos ley argentina, un diferencial que consideró positivo en términos de precio. Pero también advirtió que la comunicación oficial generó ruidos previos a la licitación, lo que pudo haber afectado expectativas. Más crítico fue el analista Christian Buteler, quien comparó la tasa del 9,26% con las colocaciones recientes de Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires, ambas a rendimientos más bajos y plazos más largos. Según su lectura, el soberano aún paga un costo elevado por su historial y por un riesgo país que continúa condicionando cualquier emisión.

El impacto sobre el dólar fue otro punto central del análisis. Para el economista Francisco Mattig, el hecho de que el Tesoro pueda obtener divisas en el mercado implica menos presión inmediata sobre las reservas y, por lo tanto, reduce la probabilidad de un salto brusco del tipo de cambio por necesidad de pagos. Aunque no garantiza estabilidad, contribuye a descomprimir una de las tensiones más sensibles del esquema financiero.

La operación también modificó el mapa de vencimientos. Según el economista Federico García Martínez, los USD 1.000 millones permiten transitar enero con menor estrés, aunque aún quedan compromisos importantes en los próximos años, incluyendo pagos de Globales y cupones que requerirán nuevas estrategias de financiamiento.

El regreso al mercado no resuelve la fragilidad de fondo, pero sí marca un quiebre respecto de años anteriores. Para que se transforme en una tendencia y no en un episodio aislado, el Gobierno deberá sostener un marco macroeconómico consistente, reducir la volatilidad y ofrecer instrumentos a costos más competitivos. El mercado, por ahora, tomó nota del primer paso. El resto dependerá de la capacidad oficial para convertir esta apertura en una política sostenida.

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