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Los Willington, las personas providenciales y la noche más triste en la historia de Talleres

PARA LEER EN PANTUFLAS 10/07/2022 José Ademan RODRÍGUEZ
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jose ademan Por José Ademan RODRÍGUEZ

LOS WILLINGTON, LAS PERSONAS PROVIDENCIALES Y LA NOCHE MÁS TRISTE PARA TALLERES

Hoy tocaré el tema de las personas providenciales, y aunque les parezca raro, no comenzaré con Daniel, a quien ya le han hecho demasiadas notas, merecidísimas en el elogio, algunas de gran vuelo literario (imposible superarlas) como las realizadas por Diego Lucero, Roberto Fontanarossa y Osvaldo Ardizzone, a quienes admiré.

Y otras notas repetitivas hasta la vulgaridad, como el mismo lo dijo una vez ''de tanto repetir el gol a Tocalli, me parece que al final lo voy a errar''.

Y se debe haber exprimido la sesera el que le apodó como ''el Daniel de los estadios''... y de que va a ser, de Daniel de las parroquias, de los bares o bodegones?!!

Se equivocaron, no era Daniel el núcleo duro de esta nota... por razones genéticas, lleva implícito mi sentido homenaje para un hombre providencial en mi vida periodística, Don Atilio Willington, quien fue para mi el ángel de la guarda por su hombría, su temple, sus agallas, su arrojo bien macho. Don Atilio fue más importante para mí que todos los jugadores profesionales juntos, a los cuales en general, les di muy poca bola, hasta llegar a darme asco, alardeando de minas, yates y aviones privados... qué ejemplos para los pibes. Son muy pocos los jugadores amigos que tengo.

hoy

... Y voy a comenzar como acostumbran los curdas de boliche...

Resulta que una tarde, creo que por el ‘70 y pico... ahí descubrí lo que era un hombre de verdad!

Talleres jugaba el mejor fútbol del torneo nacional y todo marchaba viento en popa y su presidente Amadeo Nuccetelli, cuando el equipo jugaba de local, instauró en los entretiempos, una especie de party, lunch o tentempié y todos de pie, (valga la redundancia), regado hasta con whisky para los periodistas destacados en esos partidos. Les recuerdo que Nuccetelli venía de ser socio de Alberto J. Armando, ahí debe haber aprendido los artificios y ardides con las rifas de coches que, dicen algunos nunca se entregaban...

Lo que sí, era un seductor carismático. Con esa aureola que tenían los tradicionales viajantes de comercio que iban a los pueblos, casi todos habitués de los cabarets, gente que lamentablemente desapareció por culpa de las grandes superficies. Muchos eran putañeros, buena gente... y no estafaban con las rifas.

Eso del lunch en el entretiempo, a mí me sonaba como una ceremonia hipócrita para comprar voluntades a través del amiguismo y el partidismo proselitista más vergonzante, que reducía al periodista a un ente colaboracionista cual grupo de chupópteros adocenados, un pan y circo, pero con whisky. Pero que aburrimiento... pasado por la miel de la estulticia.

Si por lo menos hubiese habido alguna minita bien debute para engrupirla o un Zurdo Rivadero para hablar macanas o el Chino Torri o el Avelino Giraldez, que también había sido presidente, con esos tres me hubiera cagado de risa, fueron mis amigos, esos de verdad, de ofrecer la mesa y una cama, luego de las últimas copas. Siempre me recuerdo, de estas palabras del Zurdo ''Cuando me muera, me iré al paraíso, si no me dejan entrar, me pondré a bailar... y bailando y cantando, en donde me encuentre será el paraíso''.

Por supuesto, yo jamás participé. Después del medio tiempo correspondiente, me iba solito al bar a comerme un sandwiche de milanesa, sin lavarme las manos porque no había donde. Lo que sí, te curaba la rinitis más espantosa gracias al amoniaco que percibíamos...

Y una tarde, a raíz de unas críticas que lance por LV3, al finalizar el partido me dirigí al bar a tomarme un vino para luego irme a buscar algún colega que me lleve al centro. Cuando llegué a la puerta de salida, un grupúsculo como de unos 20 energúmenos, comenzaron a putearme y algunos hasta con piedras escondidas en sus manos, por supuesto me cagué y volví a refugiarme en el bar, puesto que la policía ya se había retirado. Suerte que en el mismo, se encontraba Don Atilio Willington, papa del jugador, quien percatándose de mi situación, me paró y me dijo: ''Quedáte acá pibe!'' y dirigiéndose a la salida les dijo bien fuerte: ''Que les pasa a ustedes?! ¡Están locos?!! Retírense a sus casas...''Fue mi salvador.

Ahí comprendí lo que era el respeto y la solidaridad. Me salvó de una paliza y vaya a saber qué más... ante una turba fanatizada.

Y así, como unos años antes, cuando Talleres y Belgrano, me declararon persona no grata, amenazando con hacerme una querella, el único que dio la cara fue Carlos Hairabedian (antes Carlos Garó), esta vez se la debía a Don Atilio (conocido como ''el toro'' Willington).

LA NOCHE MÁS TRISTE DE TALLERES

Cosas raras se fraguaban en aquella final del 25 de enero del '78 entre Talleres e Independiente. Disputas acaloradas por los premios entre Nucetelli y los jugadores. Al periodista mejor informado le dieron vacaciones en el diario donde trabajaba. Había que silenciarlo. La censura de los cobardes de la prensa deportiva, utilizan esas maniobras para ponerle un velo a lo que estaba ocurriendo... y que yo las había sufrido en carne propia, unos diez años antes, por lo de la querella.

Ramón Gómez hacía verdaderas radiografías de los secretos más recónditos de los jugadores, y más allá del fútbol, transformaba sus entrevistas con la entrega propia de un confesionario por parte de los futbolistas. Y así, uno se va enterando de cosas.

El 24 de enero, el árbitro Roberto Barreiro viajaba desde Córdoba a Buenos Aires en un vuelo de Aerolíneas Argentinas, y al otro día debía dirigir, Talleres con Independiente.

Mientras miraba la ventanilla, una persona se le acercó y le entregó un maletín con alfajores para que los disfrutara en el vuelo. Esto fue contado en La Hoja de los Lunes, por el periodista cordobés Alfredo Leuco, quien acusó directamente a Héctor Acosta, periodista que relataba en ese entonces Formula Uno por ATC. El árbitro, se sorprendió cuando en el fondo del maletín había 600mil... que regaló Talleres al parecer. Eso contó Leuco. Después, en pleno partido, convalido un gol de Bocanelli con el puño, que el mismo lo admitió en el Diario Córdoba... Tres jugadores de los Rojos fueron expulsados.

Otra versión asegura (se dice el pescado, pero no el pescador) que el técnico de Independiente, Omar Pastoriza, se enteró que Talleres le ''caminó'' al árbitro y comentó a un periodista cordobés: ''Ellos me compraron el árbitro, y yo le hablé al arquero...'' Y lanzó una amplia sonrisa.

Todo estaba preparado y comprado. De ese trasfondo sucio, nadie se ocupó y el único que en aquella época podía desmontarles toda esa patraña delictiva estaba "chupado" por los milicos. Carlos Hairabedian, de el estoy hablando, estaba detenido, preso y torturado injustamente por los milicos asesinos.

Aunque esto de los sobornos es más viejo que la injusticia y viene desde el principio de nuestra historia. El primer acto de soborno "made in Argentina" fue protagonizado por el presidente Julio Argentino Roca (un soborno patriótico), quien para preserva la confraternidad argentino-brasileño, le pidió a Jorge Brown, capitán argentino, que mandará a su equipo a un amistoso empate y Argentina que ganaba 3-0 se dejó empatar 3-3.

Volviendo a aquella noche triste e inolvidable, tengo la más absoluta seguridad que el ''cachorro'' Luciano Benjamín Menéndez, se relamía pensando en que, a partir de esa noche, podía convertirse en el Perón de esa Córdoba asustada.

Se imaginan entonces, que Menéndez tenía el camino allanado, sembrado de tortura y sangre. Este militar genocida, seguro que a través del fútbol y a partir de esa noche, y con la piedra fundamental del triunfo de Talleres, sacaría un rédito inesperado, no calculado, pero lo iba a aprovechar, nunca lo dejaría pasar,

Comprendo que era difícil sustraerse al terror de esos años, el precio podía ser el de tu cabeza, y a muchos no les quedó otra cosa que callar, otros aprovecharon para acomodarse. Tristes épocas las de esos tiempos grises bañados de sangre

LOS QUE SIEMPRE CALLAN 

Los caraduras, los acomodaticios, los hombres corchos, los trepadores que siempre abundan, muy seguramente nada iban a decir de la sangre que se derramaba en ''La Perla''. Menos se les iba a nublar la vista para dejar de disfrutar de esa fiesta del fútbol.

Imagínense, qué objetividad podían tener para opinar con libertad... Ya sabemos que en el Mundial 78, el centro de prensa funcionó en el Jockey Club y una de sus máximas autoridades era un conocido periodista que por supuesto recibía un suculento sueldo por ejercer esa función de jefe de prensa, diariamente reportaba ante su superior jerárquico que era un coronel o teniente coronel, y era una especie de pulpo adicto al pluri empleo, era médico, colaborador del Gráfico, etc etc...

Este personaje, recuperada la democracia, resultó electo en un importante cargo legislativo y era frecuentemente invitado a pontificar en los medios de comunicación. Una noche, a comienzos del '84, lo entrevisto Miguel Angel Gutierrez por LV3 y se despachó con una perorata en tono solemne que daba para pensar que se creía Cicerón, disertando en el senado romano con toga y todo. Lo más desopilante era que lo había visto inclinarse reverencialmente ante aquel coronel, fue cuando dijo con la más reverenda hipocresía que por fin había terminado la larga noche de la dictadura... Aquella dictadura de la que el había sido un lujoso asalariado... nilo pienso nombrar. Olvidarse de esas malas cosas, pero muy sano es tener buena memoria.

Nadie se animaba... Yo tampoco me hubiera animado... y no era cuestión de huevos, yo no tenía la capacidad dialéctica y cultural de Dante Panzeri o Carlos Hairabedian (yo hubiera sido un negro más en la lista de desaparecidos), y que conste que el 90% del pueblo argentino pedía a gritos el golpe militar del '76, habida cuenta que el ciclo de Isabel Perón, Lope Rega ''el brujo'' y las 3A, tenía que terminarse.

He de reconocer también que no toda la culpa era de los militares... Aparte, sobrevinieron campañas del terror rojo por parte de organizaciones marxistas, sobre todo del ERP, producto del resentimiento de cuando Perón los echó de la Plaza de Mayo, y actuaban con el cuento de que eran románticos idealistas y cometieron tropelías y siniestros asesinatos a sangre fría con una frenética maldad, hasta asesinar a niños y civiles, miembros satánicos de la Cuba castrista, adoradores de la barba de Marx y del asesino Che Guevara.

De ambas partes eran comunes y casi cotidianos los muertos acribillados como gruyeres. Ese era el clima que se vivía. El país caótico de esa época de terror se constituía de conspiraciones, víctimas y verdugos... La realidad era que la población ansiaba el golpe militar del ‘76, al menos una ''dictablanda'' como la de Lanusse y no la de los asesinos despiadados que vinieron después del golpe militar. Caldo de cultivo de fobias, miedos, con el consabido conformismo de que era un ''mal necesario''. La verdad es que siempre fuimos un país violento... con la sonrisa de Gardel.

Si Daniel hubiese jugado aquella noche en lugar de Valencia... ahí lo dejo.

Yo creo en los jugadores providenciales, el último y el más sonado, Benzema, que en el último clásico con el Barcelona, de haber estado Karim, seguro que los blancos no perdían. Y si Kempes no hubiera estado en el 78 o Maradona en el 86, seguro que hubiéramos ganado la copa menstrual tan en boga en el fútbol femenino. Como que si no hubiésemos vendido a Maschio, Angelillo y Sívori al fútbol italiano, otro cantar hubiésemos tenido en aquel nefasto mundial de Suecia de 1958.

Y si el Barça no hubiese contado con el trío los Panchos (Iniesta, Messi y Xavi), tal vez Guardiola no sería tan chulo, compadrito ni fanfarrón. Sin ellos, no pudo nunca más apuntarse una Champions.

Y Zinedine Zidane, a quien en España decían que se arrastraba en el campo, en el Mundial del 2006. Zidane ya había anunciado que se retiraba después de este Mundial. Ya había dejado el seleccionado francés, pero se reincorporó con la idea de jugar el torneo mundial. El escribió el guion de su despedida futbolística.

De este mundial, los periodistas suelen recordar el cabezazo de Zidane a Materazzi en la final Francia vs Italia... sin embargo, lo más impactante del torneo fue el partido de cuartos de finales entre Francia y un Brasil lleno de estrellas (Ronaldo, Ronaldinho, Juninho, Kaka, Cafu, Roberto Carlos, Lucio, Adriano...). El hizo bailar a los del ''Jogo bonito'' y la batucada al compás de la flauta dulce de su fútbol.

Fue un baile mágico, amagues, pases, paredes, sombreros, ruletas, regates... Hizo todo como caminando... y con elegancia

Las estadísticas, tan de moda hoy en día, tan ''necesarias'' para los periodistas deportivos, no muestran lo que fue Zidane este día. No dicen nada de lo bueno que fue contra semejante conjunto de figuras, pero el brasileiro era él, Zizou. Fue providencial.

Así como Francia creyó en Zidane, Talleres de Córdoba no creyó en Daniel Willington.

Fue un 25 de enero del 1978, aquel enero de atmosfera densa y oscuros presagios... Se cumplió el patético oxímoron, la noche del amargo dulzor, del triunfalismo más patológico, con la más dolorosa derrota...

Drama en Córdoba, porque un tal Ricardo Bochini, se encontró con la pelota, y me vino a la memoria aquel Jacinto Chiclana de Borges... pero no fue en Balvanera...

Algo se dijo de una pelota suelta y de un hombre casi calvo, más bien bajito, fantasmagórico, un desvarío ilocalizable... capaz de no alzar la voz y de jugarse la vida en la parada de barrio Jardín, como aquel Jacinto Chiclana que era alto y cabal...

Y seguirá pasando el tiempo... a pesar de los muchos años, los hinchas de Talleres querrán saber ''Cómo habrá sido ese hombre, capaz de no alzar la voz y de jugarse la vida en medio de una Córdoba dispuesta al jubileo, a festejar toda pintada de azul y blanco, con un triunfalismo patológico, como el Brasil de los años 50. Córdoba lloraba... Si hasta cuentan ''por ai'' que a Don Gerónimo Luis de Cabrera en su refugio detrás de la Catedral, se le mojaron los ojos y esa noche no llovió en Córdoba... y que la vieron a la pelada de la Cañada con una peluca blanquiazul, y los labios bien rojos que en vez de asustar gente se había convertido en musa y que la vieron dirigirse a ese rinconcito escondido de la Cañada donde se guarda la memoria de Carlos Gardel.

A mí me importa un carajo sobre lo que hacía San Pablo en el camino de Damasco... pero sí sabía lo que podía hacer Daniel, caminando esa noche la cancha de su barrio.

Y si hubiese entrado Daniel Willington, teniendo en cuenta que ya Independiente se había adueñado del partido, que Valencia era una veleta entregada al capricho de todos los vientos, con su coreografía de fuegos artificiales, lejos del área, alrededor de su propio ombligo, hacía rato le habían pillado con el carrito de los helados… hasta el mismo lo expresó una vez: ''Yo no juego al fútbol, sino a la pelota''. ''Con Valencia no ganamos nada, menos esta final con Independiente'' palabras emitidas por Galván al periodista Ramon Gómez. Y Ludueña desaparecido, Reinaldi cobraba fugaz brillo gracias a su blonda cabellera y por supuesto destacando, no por su juego, sino como un punto luminoso, fácilmente localizado por las pantallas de televisión en blanco y negro.

Talleres estaba hecho un fracaso. Los rojos se iban llevando la victoria, como los novios que en sus coches arrastran tarros y copas... los de barrio Jardín corriendo detrás del mismo, como un invitado más.

Ahí, tendría que haber entrado Daniel, cuando la hinchada comprendió que Dios no juega al fútbol, ni canta tangos, pero ahí le había dejado un regalo, de uno que juega como los dioses, y encima canta tangos... Soy del '40 (antes de Cristo) y viejo conocedor de las triquiñuelas del Diablo, y con respecto al Altísimo, nunca me respondió qué estaba haciendo cuando lo del Big Bang...

Era el momento para Daniel. El único capaz de escamotearles el balón entrando al campo como si su cuerpo esbelto se levantara de una hamaca paraguaya en hipnótico péndulo, sin necesidad de las vulgares flexiones que hacen la mayoría de los jugadores, y ponerle fría la piel al diablo, paralizarlos, imponer respeto con dos cachetazos a la pelota, con su sola presencia, como diciendo: ''Quien manda aquí, carajo!'' o como en la timba ''Hagan juego señores!'' como un hombre que sabe diferenciar los gestos de las palabras y las cosas.

Solo el poseía el radar con sistema cartográfico y un balde repleto de estrellas para desparramarlas con el pitido final... como una ofrenda a su barrio Jardin y así volvería a ser el ''Exorcista'' de Fontanarrosa o el ''Adúltero'' de Junín, que se puso de novio con su vieja amiga, la pelota...

Y Daniel no era para el hincha vulgar como tal, que es un enfermo mental, es para un gourmet de paladar fino. ¡Cómo va uno a compararle con Valencia! sería como elegir un J.B en vez de un Chivas Regal, o una furgoneta para dar unas vueltitas con un Rolls Royce... No es igual comprar en Lafayette o Harrod's que en Casa Tía...

Daniel es para gente entendida en eso del fútbol, como los espectadores de la Fenice de Venecia o la Escala de Milán o para esa gente que aplaude en el cine al acabar la película... un verso suelto, un diamante en bruto, un marqués o un duque, un gentleman o un dandy...

Porque era el Daniel del barrio, con alma de tallarín, el mismo chico como millones de cordobeses, amasado con la misma masa que la vieja nos dio en tortas fritas. No venía de Jujuy ni de Belgrano...

Era el momento de poner un pelotazo al torpe Bocanelli, que se había errado tres goles.

Como cuando con el pecho erguido y el mentón levantado... cerrando los ojos y abriendo el faro de la nuca, le creaba el espacio servido para el Pichino Carone.

La oportunidad no llegó y el se quedó esperando... Y estoy seguro que si en vez de la hinchada de Talleres, hubiese estado la de Vélez, hubiera brotado como por arte de magia, pidiéndolo al clamor del... ''cordobés, cordobés!!'' Ese cordobés que florecía y maduraba en Liniers y Villa Luro, convertidos en caja de resonancia, llegaba por el tren Sarmiento hasta Plaza Once y hasta muchos agitaban su nombre alrededor del Obelisco aquella tarde del '68, el año de su gloria al salir campeón.

Por eso, creo que por los tangos y su paso por Buenos Aires, usted estaba más cerca del Riachuelo que del Río Primero... Si usted mismo lo dijo, que Talleres jamás le reconoció los méritos como se los brindo Vélez Sarsfield. Y no es lo mismo cantar un tango a la orilla del Ríachuelo, que al lado de una cabra...

Daniel estaba esperando esa gran noche y Saporiti lo dejó plantado como árbol a la orilla del partido.

Sufrió el humillante desprecio de dos de los tantos farsantes de la raya. El primero, en el año 1964, con motivo de la Copa de la Naciones, Juan Carlos Lorenzo (asentado como Carlo Giaccomo Lorenzo) que entrenaba en la Lazio haciendo correr gallinas a sus jugadores, le dijo nada más empezar la concentración y apuntándole a la cara: ''¿Y qué hace usted acá, si yo no lo pedí?!"

Daniel solo replicó: ''Si quiere me voy...''. Y antes de que se arme el quilombo por la bronca que tenía Daniel, el resto de jugadores moderaron la situación.

Y con esto de la gente providencial, si lo sabré yo, te ayudan a que te mantengas vivo en el recuerdo, sino uno se convierte en esos secos hierbajos olvidados alrededor de las tumbas...

Fueron pocos, no se hacen notar... pero son suficientes para emerger del pozo del anonimato... siempre pienso en ellos...

Yo para la radio y la tv era Chirolita tirada en el desván, hasta que apareció Míster Chapman, el ventrílocuo, Carlos Zimerman y me volvió a la vida.

Yo nunca supe escribir a máquina, ni con una Olivetti, menos entenderme con una computadora, y gracias al Oli, que me orienta en la sintaxis y la gramática, pude mandar notas para el diario Córdoba.

En los años '80, cuando nadie se acordaba de mí, José Luis Marchini me devolvió a la radio para hacer en Grenoble y Reims, las peleas de Laciar, la segunda de ellas, con Ruben Torri; y me permitió hacer colaboraciones por radio Universidad, de donde también me echaron a raíz de la nota ''La Cagada''.

Gonio Ferrari cuando recató mis elecciones por LV3, cuando estaban prohibidas por el poder militar...

Y el último regalo del destino, al que conocen por su apodo reptiliano, y sin embargo, valiéndose de unas alitas de fantasía, sobrevuela todas las mañanas de Córdoba cuando usted prende la TV, deletreando la sabiduría con la música, el humor y la originalidad, con el Show del Lagarto, y sin conocernos fue un soplo de optimismo que venía desde Córdoba. Con sus elogios perfumó mi otoño, poniendo flores y frutas en este mi camino de vuelta... un seductor, terapeuta de almas que necesitamos los viejos.

Ay, Daniel, las cosas que habrán pasado por tu cabeza, te imagino en ese vestuario de tu último partido...

cuando todos se han ido... y quedaste tu solo, mordiendo los recuerdos...

y echando una última mirada en tanto se va extinguiendo el vapor de las duchas... como un manto de nostálgica neblina... Y solo él podía comprender como era eso del último adiós. El retumbar de tapones y el olor a linimento que presagia ese mundo de ovaciones cuando se van al túnel...

Tal vez Daniel respiró hondo... y una lagrima rebelde se desprendió de sus ojos... Es que sabe que no hay vuelta atrás, el propio cuerpo le había enseñado las cartas.

Pidió la pelota para llevarla con él, y esa noche dormiría con ella... como cuando niño, la depositó con mimo en la banqueta, abajo de los percheros...

Sí, ya sé, es difícil despedirse de una vieja amiga... y como en un desfile acelerado repasaba su infancia acunándola en el pecho, dormirla en el empeine, cuando ella sumisa y dócil, obedecía a sus caprichos geniales, porque la acariciaba con nadie...

La tenía a la espalda... y de repente... sintió un TOC... Toc... toc... y se fue picando suave hasta sus pies, tal vez la rozó sin querer, y dicen los duendes misteriosos de barrio Jardín, que cobrando animación, le dijo: ''DANIEL, NO ME DEJES SOLA! LLEVAME CONTIGO... SIEMPRE SERÉ TU VIEJA AMIGA''

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