
Mujeres que marcaron mi vida (Tercera parte)
POLÍTICA - LA COLUMNA DE JOSÉ ADEMAN RODRÍGUEZ José Ademan RODRÍGUEZ



Por José Ademan RODRÍGUEZ
MUJERES QUE MARCARON MI VIDA (TERCERA PARTE):
MARÍA ELENA: ¡SIEMPRE VUELVE!...
-''¡Que suerte que has tenido!''
-''¿Por?''
-''Sí, al irte''.
Todavía me suele ocurrir cuando voy a pasear a Córdoba. Vos sí que tuviste suerte. Y pasando todo por el tamiz de lo económico. ¡Suerte!
Y uno queda perplejo ante esa palabreja reduccionista, cual talismán del azar o trofeo del destino.
En realidad, suerte es romperse el culo buscando trabajo, es regularizar la situación, es la incertidumbre al borde del infarto, no ceder a tentaciones fáciles en una ciudad cosmopolita y multicultural donde es casi imposible mangonear a nadie, es ir formándose una coraza para incorporar sentimientos indoloros o elegir lo que te conviene renegando de lo que te gusta.
Y la invasión más grosera en tu fuero íntimo, ''¿cuánto ganas?'', ''Y, depende... '' -solía yo contestar. ''Más de lo que imaginas y menos de lo que supones''. Con lo cual el tipo queda en bolas...
… Sin que les interese lo más mínimo si estas bien de salud o como es tu vida de relaciones sociales, si te ha satisfecho el trasplante migratorio...
O esta otra: ''Che ¿allá cualquiera tiene coche?'' ''Sí, efectivamente'', ''Y vos ¿qué coche tenés?'' , ''Yo, no tengo coche porque no soy un cualquiera!''
Para qué explicar que ese tórrido mes de agosto estaba acostado en el césped de la Plaza Cataluña frente al Corte Inglés, sin laburo, aprendiendo a querer otro cielo que no es el tuyo. Así que intenté vender libros para la empresa Norildis que había instalado un stand en el zoo de Barcelona. Ahí mismo, coincidimos María Elena y yo. Ella también recién llegada, pero de Colombia.
Fue la primera mujer que conocí en Barcelona. Bellas facciones coronadas por ojos verde-esmeralda, cuerpito gentil como adiestrado por cumbias. La habían contratado en un negocio de comida, un chiringuito de sándwiches. No duró mucho tiempo la verdad sea dicha. Porque nos daba los bocatas gratuitamente. El patrón se dio cuenta y ese mismo fin de semana la echaron. Yo pienso que el hambre no tiene cara de hereje pero me hizo acordar al tango ese que dice ''pobre la mina del kiosco que todas las tardecitas me daba los cigarrillos de sotamanga al pasar'' (...) ''un chabón que nunca falta hizo correr la bolilla... el viejo la campanea... y ya no puedo fumar''.
Con el dinero que le dieron del despido, nos fuimos al parque de Montjuich y ahí pasamos la tarde. Ella me pagó todo el chupe y el resto lo metió en las diversas atracciones mecánicas. Nos separamos y quedamos en vernos algún otro día.
Al poco tiempo, yo entré a trabajar en el Hospital San Rafael como dentista. Mientras tanto, ella tuvo varios trabajos, cuidando y ayudando enfermos a domicilio pues tenía una amiga enfermera y ella la reemplazaba. Pero María Elena no era enfermera en esa época.
Luego trabajó con unos catalanes arquitectos como secretaria, tuvo que aprender el catalán. Otra vez la despidieron cuando supieron que estaba esperando un hijo.
También trabajó vendiendo frutas en los barrios de la capital catalana. Y en el año 1982 decidió irse a vivir a Paris. Aprendió el idioma y empezó sus estudios de psicología y luego enfermería. Al mismo tiempo trabajaba como auxiliar de vida con personas mayores, buscando gente vulnerable y sin recursos por la calle, o sea esos ''clochards'' que pasan desapercibidos por la sociedad...
No faltara después algún ignorante y boludo que dirá: ''Qué suerte que has tenido María Elena!''
Allí en Paris, recibió a todos sus amigos, con todo corazón, para hacerles conocer esta hermosa ciudad y como no, hacer proyectos y viajes maravillosos.
¡Como me hincho de orgullo al pensar en María Elena...!
Una vez me escribió diciéndome ''Negro, tú has sido mi mejor amigo''.
En otra ocasión, nos fuimos a China juntos a ver a su prima que enseñaba inglés en Guangzhou (o sea Cantón en español). Estuvimos por espacio de un mes. Fue una experiencia única, ver cosas deslumbrantes junto a las miserias morales propias del régimen disfrazado de comunismo. Y bueno, siempre nos quedara el recuerdo de la muralla, de los soldados de terracota de Xian, la plaza de Tiananmen, los viejos haciendo movimientos de Tai Chi no sé cuánto en los parques... etc...
Me dijo cierta vez: ''José, ¿sabes la diferencia entre un turista y un viajero?''
Y tantas, pensé.
Ella siguió: ''En que turista va a sacarse fotos, y el viajero siempre vuelve''.
Así nuestros viajes entre Barcelona y Paris se hicieron frecuentes. En cada viaje ella me iba a esperar al aeropuerto Charles De Gaulle. Íbamos en metro hasta La Defense. ¡Un quilombo! Nada que ver con Barcelona y sus 4 o 5 líneas... Sin ella no hubiera llegado nunca a destino.
Muchos 31 de diciembre los pasé en Argentina, pero una vez decidí irme a pasar el fin de año en la ciudad de las luces, y lo decidí el mismo día de noche vieja! Compré billete en el acto y viajé en Air France. El vuelo fue inolvidable. La ilusión, las azafatas francesas, el brindis con Champagne Cordon Rouge en copa de cristal...
Cuánta razón María Elena, el viajero siempre vuelve, pues le anima el cariño de la amistad.
Yo tenía en Paris mi casa en lo de María Elena y ella la suya en Barcelona.
Porque antes de marcharse definitivamente a Paris, ella supo ver en el barrio de San Andrés algo para mí. Puedo decir que ella eligió el piso donde sigo viviendo hoy. Me dijo de invertir y comprar en la calle donde yo alquilaba y donde se estaban construyendo viviendas nuevas. Tuvo la visión de que ahí me iba a ir bien. Con sus consejos, compré mi departamento principal. También compré el piso de abajo donde puse mi clínica dental. Para ir a laburar, nada de atascos ni de amontonamientos en el metro. Solo tenía que bajar una planta. Y enfrente de mi edificio, tengo el restaurante de mejor calidad del barrio, con cocina española casera, terraza y buen trato. Justo al lado tengo parada de metro y de autobuses; tengo la iglesia cerquita, unas lindas plazoletas, calles peatonales con comercios, parquecitos y un buen mercado con productos locales. Un lujo. Y además tengo la suerte de que mi hijo viva en la misma calle, unos 100 metros más abajo.
Ironías del destino, que iba a pensar que aquella mocosa que me regalaba los bocatas en el zoológico me iba a solucionar el problema de la vivienda y mi trabajo.
Cuando ella vuelve a Barcelona, siempre me trae queso de la Normandía, que son los que más me gustan.
Y cuando iba yo a Paris y pateábamos las calles, María Elena siempre llevaba una canastita con una merienda de bocatas y bebidas, pues es una ciudad cara y ella no me quería hacer gastar. Buena anfitriona y planificadora. ¡Para qué mierda iba a necesitar a un guía!
Luego, los creps eran infaltables. Los mejores del mundo. El equivalente a los sándwiches de lomito en Argentina. Así como disfrutar del típico bocadillo francés ''jambon-beurre'' de baguette que me preparaba ella. Comerlo en el ''Bois de Boulogne'' vendría a ser como comer un choripán en el parque Sarmiento de Córdoba. ¡No tiene precio!
Sin embargo, ella, nunca quiso llevarme a cenar en un Bateau Mouche, en el río Sena, porque decía que era propio de boludos comer a bordo ya que así no se podía disfrutar de las vistas y que era como faltarle el respeto a Víctor Hugo al pasar por Notre Dame. Una traición al genio del escritor galo.
Me acuerdo que una vez, con su mamá que la visitaba, salimos a trotar desde la ‘’banlieue’’ en Nanterre hasta La Defense y ella nos ató un cordón con una notita escrita en francés, por si nos perdíamos en la travesía. Genial.
Por el año 2006, lo mandé a mi amigo el Zurdo Rivadero a que conozca Paris. Por supuesto María Elena lo recibió como un rey aunque le limitó el consumo de cervezas por lo caro que era allí y por miedo que se ponga en pedo y que desaparezca el petiso en la muchedumbre. Me lo cuidó bien.
Estando yo en Paris, me sorprendió diciéndome ''¿Conoces el país de tu abuelo?'' -refiriéndose a Bélgica. ''Claro que no'' dije.
''Mañana te llevo en el auto!''. Y así viajamos primero a Bruselas. Conocimos la plaza vieja donde está otro petiso, el Manneken Pis, y la cervecería que solía frecuentar Carlos Marx.
Al ver el Manneken Pis, me traicionó el subconsciente. En mi época de uretra fornida, hacía agujeros en las baldosas... Tiempo puto de próstata desleal... Ahora me salpico lastimosamente los zapatos.
Después seguimos viaje hasta Brujas con sus adoquines y sus canales... María Elena me explicó con lujo de detalles los quilombos de Bélgica y que allí coexistían los valones de habla francesa y los flamencos un dialecto parecido al holandés.
Yo no hablo ningún idioma otro que español y cada vez que viajaba en Europa, leía ''Exit'' al salir del avión y pensaba en lo amable que eran las tripulaciones de las líneas aéreas. Creía que me deseaban éxito! Soy bruto para los idiomas. En francés solo sé decir ''Locu de fonsí'' que al vesré significa culo de sifón. Y merci, oui, oui. Siempre se ríe de mí el Edu, hijo de María Elena, quien habla como cinco idiomas y entre ellos el chino mandarín.
Pero, eso sí, puedo decir bien alto y claro: ¡Qué suerte tuve de haberte conocido María Elena, amiga mía!


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