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Un diálogo imposible

El declive de Fernández no sólo los muestran las encuestas. Cuando empezó la cuarentena el radical Mario Negri lo llamó “comandante” y se declaró dispuesto a seguirlo. Cuatro meses después, con el resto de Juntos por el Cambio le puso condiciones para participar de un zoom en el que hubo reproches cruzados

OPINIÓN 15/07/2020 Agencia de Noticias del Interior Agencia de Noticias del Interior
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Alberto Fernández asumió hace siete meses con la promesa de ser el presidente de todos, pero el jueves calificó a la oposición de “odiadores seriales”. La contradicción es producto de su prematuro desgaste y de las protestas sociales. La oposición se hace eco del malestar de la gente que aumenta en la medida del fracaso del gobierno y el conflicto se vuelve inevitable.

El declive de Fernández no sólo los muestran las encuestas. Cuando empezó la cuarentena el radical Mario Negri lo llamó “comandante” y se declaró dispuesto a seguirlo. Cuatro meses después, con el resto de Juntos por el Cambio le puso condiciones para participar de un zoom en el que hubo reproches cruzados. El sector de Carrió ni siquiera concurrió, porque no le cree una palabra.

Además de la debacle económica el problema más grave hoy es la incertidumbre. No se sabe quién manda. Por primera vez en muchos años (desde la década del 70 por lo menos) los que tienen los votos no están en el poder. Esto corre tanto para el oficialismo como para la oposición. ¿Quiénes dialogan?

En el peronismo hay grupos que se mueven con lógicas distintas. Fernández, los gobernadores y legisladores quieren conservar el poder que deriva de sus cargos, mientras Cristina Kirchner tiene su propia agenda, encabezada por las causas de corrupción.

Mauricio Macri, en tanto, quiere conservar su electorado. CFK tiene entre un 30 y un 35% de votantes de hierro a los que Lázaro, Cristóbal o Nisman les resbalan. Macri sacó el 41% en su hora más difícil. CFK tiene un liderazgo indiscutible en el peronismo y Macri uno cuestionado en la oposición, pero a medida que se acerque la campaña y sin figuras alternativas la situación de ambos tenderá a asimilarse. La polarización y la grieta son lo único seguro. Para enfrentar a los Kirchner ¿alguien piensa en Cornejo, Rodríguez Larreta o Vidal?

Por su parte la dirigencia política, una verdadera corporación con intereses propios, quiere preservar el “statu quo”. Pero los opositores se encuentran con que sus votantes ganaron la calle y los empujan hacia posiciones más duras. Los políticos se presentan como la quintaesencia de la democracia, pero su práctica desmiente esa pretensión. Viven del Estado y están siempre a resguardo de las crisis que han empobrecido de manera implacable a quienes dicen representar.

Las corporaciones económica y sindical también pretenden un acuerdo, pero enfrenta el mismo problema que los políticos: ¿dónde está el poder? ¿De qué sirve un entendimiento con el presidente, si después CFK en el Senado rompe cualquier ensayo de convivencia? Como demostró el caso Vicentin, y reconoció insólitamente el presidente, lo único que frena al kirchnerismo es la calle.

Alberto Fernández esperaba aplausos por Vicentin, pero recibió repudio. El despiste lo lleva a dar un paso para adelante y dos para atrás. El llamado a la oposición fue otro error. Para convocar al diálogo hay que tener decisión y un rumbo claro. Primero debe ordenar la tropa y armar un programa de gobierno. Lo primero no está en sus manos; lo segundo es algo que se espera en vano desde el 10 de diciembre.    

Por Sergio Crivelli para La Prensa

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