Presupuesto 2026: aval amplio en el Senado y un mensaje de orden fiscal al mercado

POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior
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  • El Senado aprobó el Presupuesto 2026 con una mayoría amplia
  • El proyecto fija crecimiento del 5% e inflación del 10,1% anual
  • El oficialismo destacó el equilibrio fiscal como eje central
  • La oposición cuestionó supuestos macroeconómicos y recortes en educación
  • Hubo apoyos transversales, incluso de sectores peronistas
  • La reforma laboral se perfila como el próximo desafío legislativo

Tras más de ocho horas de debate, el Senado sancionó este viernes el Presupuesto 2026 y le otorgó al Gobierno de Javier Milei una herramienta clave para encarar la segunda mitad de su mandato con un plan de gastos y recursos avalado por el Congreso. La aprobación, con una mayoría holgada tanto en la votación en general como en la particular, permitió al oficialismo mostrar previsibilidad institucional ante los mercados, aunque también dejó expuestas tensiones políticas que anticipan discusiones complejas en el corto plazo, en especial alrededor de la reforma laboral.

El proyecto obtuvo 46 votos afirmativos, 25 negativos y una abstención en la votación en general, apenas dos adhesiones por debajo de los dos tercios del cuerpo, con asistencia perfecta. La ley avanzó luego artículo por artículo, incluso en los capítulos más cuestionados por la oposición, como el vinculado a educación, donde el oficialismo también logró una mayoría cómoda. El respaldo se explicó por una combinación de apoyos de La Libertad Avanza, el radicalismo, el PRO y un grupo decisivo de senadores provinciales, además de la sorpresiva ruptura de disciplina de algunos legisladores peronistas que no siguieron la línea del kirchnerismo.

El Presupuesto 2026 fija supuestos macroeconómicos ambiciosos: crecimiento del 5% del PBI, inflación anual del 10,1% y un tipo de cambio oficial que rondaría los $1.423 hacia diciembre del año próximo. En materia fiscal, el Gobierno proyecta un superávit primario del 1,5% del PBI y uno financiero del 0,2%, con exportaciones en alza del 10,6%. Estos números fueron defendidos por el oficialismo como una señal de disciplina y orden, aunque cuestionados por la oposición, que los consideró excesivamente optimistas y funcionales a una mayor discrecionalidad del Ejecutivo.

Durante el debate, el miembro informante del oficialismo, Ezequiel Atauche, subrayó que se trata del primer Presupuesto en más de una década con equilibrio fiscal y remarcó la necesidad de reconstruir la confianza interna y externa. Recordó el punto de partida de la actual gestión, con alto riesgo país, vencimientos concentrados y elevados niveles de pobreza, y sostuvo que el programa económico permitió revertir parte de ese escenario. También defendió artículos sensibles, como el que habilita al Estado a requerir información a universidades, al señalar que se trata de una herramienta incluida en gestiones anteriores.

Desde la oposición kirchnerista, las críticas se centraron en el impacto del ajuste sobre las provincias, la educación y los sistemas previsionales. Senadores peronistas advirtieron que las transferencias a cajas jubilatorias quedaron congeladas en términos reales y que la proyección de inflación a la baja podría derivar en mayor recaudación sin asignación específica de partidas, ampliando el margen de maniobra del Ejecutivo. Otros cuestionaron la coherencia de los supuestos macroeconómicos frente a la dinámica inflacionaria reciente.

La Unión Cívica Radical acompañó en general la iniciativa, destacando la importancia institucional de contar con un Presupuesto aprobado, aunque marcó límites en algunos artículos. Legisladores del PRO, en tanto, respaldaron el proyecto bajo la premisa de la responsabilidad fiscal, pero aclararon que el apoyo no implica un “cheque en blanco” y exigieron respeto por los acuerdos con las provincias y las decisiones judiciales.

El cierre del debate estuvo a cargo de Patricia Bullrich, quien le dio al Presupuesto una lectura política y simbólica. Lo presentó como un punto de partida para “volver a creer” y dejar atrás un modelo asociado al déficit permanente y a la obra pública como mecanismo de corrupción. Para la ex ministra, el superávit dejó de ser una meta coyuntural para convertirse en una regla, mientras que el déficit fue definido como la frontera entre el futuro y el fracaso.

Con la ley sancionada, el Gobierno gana aire político y previsibilidad económica. Sin embargo, el amplio respaldo no disipa las tensiones que asoman en el horizonte legislativo. La reforma laboral, que deberá debatirse en los próximos meses, aparece como el próximo gran test para medir hasta dónde llega la capacidad del oficialismo de sostener consensos en un Congreso fragmentado.

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