El viaje a Noruega y la tensión entre el ajuste discursivo y el gasto real

POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior
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  • El viaje de Javier Milei a Noruega habría costado al menos USD 163.000 en fondos públicos.
  • Solo en combustible del avión presidencial se estimó un gasto superior a $236 millones.
  • La gira no dejó reuniones bilaterales ni anuncios diplomáticos relevantes.
  • Un viaje en vuelo comercial habría costado menos de USD 13.000.
  • La polémica se da en medio de recortes en jubilaciones, educación y salud.
  • Desde la oposición advierten que el episodio debilita el discurso oficial de austeridad.

El reciente viaje del presidente Javier Milei a Noruega para asistir a la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz volvió a colocar al Gobierno en el centro de la polémica por el uso de fondos públicos, en un contexto atravesado por un fuerte discurso oficial de austeridad y recorte del gasto estatal. Según trascendió, la gira habría tenido un costo de al menos USD 163.000, sin que se registraran resultados políticos, diplomáticos o institucionales concretos que permitan justificar el desembolso.

La controversia se reavivó al conocerse que solo en combustible del avión presidencial se habrían gastado más de $236 millones. El dato generó un inmediato contraste con el mensaje que el Ejecutivo viene sosteniendo desde el inicio de la gestión, basado en la consigna de que “no hay plata” y en la necesidad de ajustar partidas sensibles del presupuesto público. Para sectores críticos, el episodio expone una fisura entre el relato de disciplina fiscal y ciertas decisiones de la agenda presidencial.

Más allá del costo, uno de los principales cuestionamientos apunta a la falta de resultados tangibles del viaje. La agenda oficial no incluyó reuniones bilaterales con jefes de Estado, acuerdos de cooperación, anuncios diplomáticos ni avances en negociaciones estratégicas para el país. Tampoco se difundieron imágenes institucionales relevantes, salvo la presencia del mandatario argentino en el evento junto a la dirigente opositora venezolana María Corina Machado, una foto que tuvo más impacto político-ideológico que diplomático.

El contraste se vuelve más evidente al compararlo con la alternativa de un viaje en vuelo comercial. De acuerdo con estimaciones difundidas, dos pasajes en clase ejecutiva hubieran costado menos de USD 13.000. Esa diferencia, cercana a los USD 150.000 respecto del gasto realizado con el avión oficial, alimentó las críticas sobre la racionalidad del uso de recursos públicos, especialmente en un contexto de ajuste generalizado.

Desde el Gobierno no hubo, hasta el momento, una explicación detallada sobre los criterios que se utilizaron para optar por el avión presidencial ni sobre los beneficios concretos que dejó la visita. El silencio oficial contribuyó a que la discusión se trasladara al terreno político, donde la oposición y distintos analistas pusieron el foco en la coherencia del discurso presidencial.

La polémica se da mientras el Ejecutivo impulsa recortes en áreas sensibles como jubilaciones, educación y salud, con el argumento de equilibrar las cuentas públicas y ordenar la macroeconomía. Para sectores críticos, el viaje a Noruega refuerza la percepción de que el ajuste no se distribuye de manera equitativa y que ciertas decisiones del poder político quedan al margen de la lógica de austeridad que se exige al resto de la sociedad.

En la oposición advierten que este tipo de episodios erosionan la credibilidad del programa económico y debilitan el respaldo social al ajuste. Sostienen que la consistencia entre el mensaje y los hechos es clave para sostener políticas de alto costo social, y que cada contradicción visible tiene un impacto directo en la confianza pública.

El episodio también reabre el debate sobre la política exterior del Gobierno, marcada por gestos simbólicos y alineamientos ideológicos, pero con escasos resultados concretos en términos de inserción internacional, inversiones o acuerdos estratégicos. En ese marco, el viaje a Noruega aparece más como una acción de alto perfil político que como una iniciativa con beneficios claros para el país.

Mientras el Ejecutivo busca consolidar su rumbo económico y político, la discusión por el costo del viaje presidencial expone una tensión persistente: la dificultad de sostener un discurso de austeridad extrema cuando ciertas decisiones del poder no parecen someterse a los mismos criterios de restricción que se aplican al conjunto de la sociedad.

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