La crisis láctea se profundiza y pone en jaque a empresas históricas del sector

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • El sector lácteo enfrenta una crisis profunda por caída del consumo, sobreoferta y costos crecientes.
  • Luz Azul absorbió franquicias y bajó precios para sostener ventas, resignando rentabilidad.
  • Lácteos Verónica opera al mínimo, con fuerte endeudamiento y producción casi paralizada.
  • SanCor continúa en concurso, con deudas salariales millonarias y cientos de pedidos de quiebra.
  • La Suipachense y ARSA ya cerraron, dejando a cientos de trabajadores sin empleo.
  • La falta de competitividad exportadora agrava el exceso de producción y limita la recuperación.

Impactado de lleno por el cambio de modelo económico y por un escenario de consumo debilitado, el sector lácteo llega a diciembre atravesando una de las etapas más críticas de los últimos años. La combinación de caída en las ventas, sobreoferta de leche, costos en alza, dificultades de financiamiento y pérdida de competitividad externa terminó por desatar un cuadro de fuerte deterioro operativo que mantiene en alerta a productores, industriales y trabajadores. El parate productivo, la conflictividad laboral y los procesos de quiebra ya no son hechos aislados, sino síntomas recurrentes de una crisis que amenaza con extenderse, al menos, hasta bien entrado 2026.

El caso más reciente es el de Luz Azul, que expuso con crudeza las tensiones que atraviesa la actividad. Su titular, Gabriela Benac, reconoció caídas en las ventas, problemas de rentabilidad y la necesidad de absorber franquicias para evitar el cierre de locales. Con una red de unos 70 puntos comerciales, de los cuales la mayoría opera bajo el formato franquiciado, la empresa optó por recomprar locales endeudados para sostener presencia en el mercado. La estrategia busca evitar una mayor retracción comercial, aunque implica resignar márgenes en un contexto donde el consumidor prioriza precio por sobre marca.

La sobreoferta de leche y derivados, tanto a nivel global como local, mantiene los valores estancados y obliga a las empresas a reducir precios incluso a pérdida. En el caso de productos básicos como el queso cremoso, la baja de valores fue significativa en pocos meses, profundizando un escenario donde vender más no garantiza rentabilidad. Para amortiguar el impacto social, algunas firmas comenzaron a entregar mercadería u otros beneficios al personal, en un intento por compensar la pérdida de poder adquisitivo.

Más grave aún es la situación de Lácteos Verónica, que llega al cierre del año con una fragilidad financiera extrema. La acumulación de cheques rechazados, deudas millonarias con proveedores y la imposibilidad de sostener el abastecimiento de insumos derivaron en una operatoria mínima. La empresa apenas mantiene actividad a través de producción para terceros en algunas plantas, mientras otras permanecen prácticamente paralizadas. La escasa elaboración explica su ausencia en góndolas y alimenta la incertidumbre sobre su continuidad a partir de 2026.

SanCor, emblema histórico de la lechería nacional, se mantiene al borde del colapso. En concurso de acreedores, arrastra una deuda superior a los $20.000 millones en salarios y cargas sociales y enfrenta cientos de pedidos de quiebra. La compañía presentó un plan de crisis que contempla nuevos recortes de personal, aunque los ajustes previos no lograron revertir el rojo operativo. Su supervivencia depende casi exclusivamente de contratos a fasón, una señal de la pérdida de escala y protagonismo que supo tener.

El deterioro estructural también derivó en cierres definitivos. La quiebra de La Suipachense dejó a más de un centenar de trabajadores sin empleo y marcó el final de una firma tradicional, tras meses de conflicto gremial y paralización productiva. La decisión judicial incluyó la clausura de la planta y severas restricciones a sus directivos, reflejando la gravedad del proceso. En una línea similar, Alimentos Refrigerados S.A. (ARSA), encargada de elaborar productos bajo licencia de SanCor, bajó la persiana luego de meses de actividad suspendida y salarios impagos, dejando a cientos de empleados en la incertidumbre.

El panorama general del sector combina factores que refuerzan el riesgo de nuevos colapsos. La producción de leche cruda sigue creciendo y se acerca a picos estacionales, mientras el mercado interno —principal destino de las pymes lácteas— permanece deprimido. Los precios finales muestran caídas de entre 5% y 10%, reflejo de un consumo retraído. A esto se suman exportaciones limitadas por un tipo de cambio poco competitivo, que dificulta colocar excedentes y deja a muchas empresas con stock acumulado y sin salida rentable. En ese contexto, la lechería argentina transita un momento bisagra, con resultados negativos que amenazan con prolongarse en el tiempo.

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