
Apertura, exportaciones y primarización: el comercio exterior como espejo del modelo Milei
ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior

- El comercio exterior creció en volumen, con superávit comercial, pero mostró fuertes cambios en su composición.
- Las exportaciones se apoyan principalmente en el agro y la energía, con escaso dinamismo de las manufacturas.
- La apertura comercial impulsó un salto histórico de las importaciones en relación al PBI.
- Aumentó la importación de bienes de consumo y vehículos, en detrimento de la producción local.
- La industria orientada al mercado interno aparece como la gran perdedora del proceso.
- El modelo anticipa crecimiento económico con destrucción de empleo formal y mayor primarización.
Al cierre del segundo año de gestión de Javier Milei, el desempeño del comercio exterior aparece como uno de los indicadores más elocuentes del rumbo económico adoptado por el Gobierno. Las cifras muestran un crecimiento sostenido tanto de las exportaciones como de las importaciones, pero detrás de esos números se esconde una transformación profunda de la matriz productiva, con claros ganadores y perdedores, y con efectos que ya se hacen sentir sobre el empleo y la estructura industrial del país.
Con datos acumulados hasta noviembre, las exportaciones de bienes alcanzaron los u$s79.592 millones, un incremento interanual del 9,5%, mientras que las importaciones sumaron u$s70.235 millones, con un fuerte salto del 26,8%. El resultado fue un superávit comercial de u$s9.357 millones, un dato positivo en términos de cuentas externas. Sin embargo, la dinámica detrás de ese saldo revela tensiones estructurales. Durante el primer trimestre de 2025, las importaciones representaron el 32% del Producto Bruto Interno (PBI), el registro más alto de los últimos 135 años, reflejo de un proceso de apertura comercial acelerado.
El crecimiento exportador, según coinciden los especialistas, tiene un motor claramente identificado. Los productos primarios y los hidrocarburos lideran la expansión, impulsados por un agro que renueva expectativas ante eventuales nuevas bajas de retenciones y por un sector energético que consolida el despliegue de Vaca Muerta y comienza a traducir su potencial en mayores ventas externas. En contraste, las manufacturas, tanto industriales como de origen agropecuario, avanzan a un ritmo mucho más lento, lo que refuerza el sesgo primarizador del perfil exportador.
Donde el cambio resulta más disruptivo es en el frente importador. La desregulación arancelaria y la eliminación de trabas administrativas modificaron no solo el volumen, sino también la composición de las compras externas. Creció con fuerza la importación de bienes de consumo, que pasaron de representar el 10,7% al 14,9% del total, favorecidas por una mayor facilidad para que los consumidores accedan a productos del exterior. Al mismo tiempo, los bienes intermedios redujeron su participación, mientras que los bienes de capital ganaron peso, junto con un aumento destacado en la importación de vehículos automotores para transporte de personas.
Este proceso de apertura, comparado por algunos analistas con el segundo año del gobierno de Mauricio Macri, plantea interrogantes sobre su velocidad y sus condiciones. El tipo de cambio real y la competitividad de las empresas locales aparecen como variables clave para determinar hasta qué punto la industria argentina puede adaptarse a una competencia externa más intensa. En los hechos, la sustitución de producción local por bienes importados ya está en marcha en varios sectores, con impactos directos sobre el empleo.
La industria orientada al mercado interno es la principal afectada. Sectores como textil, indumentaria, calzado, metalmecánica y automotriz enfrentan un escenario adverso, marcado por la pérdida de protección y la caída de la demanda. En términos regionales, el impacto es desigual pero profundo: Tierra del Fuego sufre por el deterioro del régimen de promoción electrónica; el conurbano bonaerense ve resentido su entramado fabril; y provincias como San Luis, Córdoba y Santa Fe, con fuerte perfil industrial, también muestran señales de deterioro.
El contraste con los sectores “ganadores” del modelo es evidente. La energía, la minería y el agro generan crecimiento, pero con una capacidad limitada de absorción de mano de obra. Como resultado, 2025 se perfila como un año atípico: la economía crecería, pero al mismo tiempo se destruirían empleos formales, un fenómeno inédito en las últimas tres décadas. La pregunta que queda abierta es cómo se reinsertarán los trabajadores desplazados de actividades industriales en un esquema productivo cada vez más concentrado en actividades primarias.
En ese sentido, el comercio exterior no solo refleja una mejora en algunos indicadores macroeconómicos, sino también las contradicciones de un modelo que apuesta a la apertura y la competitividad global, pero que deja pendiente el debate sobre el empleo, la distribución del ingreso y el desarrollo productivo de largo plazo.




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