
La CGT discute su ingreso al Consejo de Mayo en medio de internas y tensiones con el Gobierno
POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior



- El Gobierno convocó para el martes al Consejo de Mayo, un espacio multisectorial para discutir reformas, incluida la modernización laboral.
- Gerardo Martínez (UOCRA) fue incluido por el Ejecutivo, pero la CGT no recibió una invitación formal y debatirá el lunes si participa.
- La CGT está dividida entre sectores dialoguistas y duros, en medio de tensiones internas y desconfianza hacia el Gobierno.
- Participar podría permitir influir en las reformas, pero también implicaría legitimar a un gobierno que mantiene el ajuste y el cepo salarial.
- Martínez impulsa un diálogo con la UIA para acordar una reforma que no afecte derechos adquiridos.
- La decisión se da en un contexto político delicado, con apoyo sindical a Kicillof y protestas convocadas por sectores más duros.
- La CGT debe elegir entre negociar o resistir, con alto costo político en ambos casos.
La Casa Rosada reactivará el próximo martes el postergado Consejo de Mayo, una instancia multisectorial ideada por el gobierno de Javier Milei para discutir reformas estructurales, entre ellas la modernización laboral. El encuentro, convocado a las 9.30 y presidido por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, contará con una figura inesperada: Gerardo Martínez, líder de la UOCRA y secretario de Relaciones Internacionales de la CGT, fue incluido por el Gobierno entre los participantes. Sin embargo, desde la central obrera aclararon que no hubo una invitación formal y que este lunes debatirán internamente si aceptan sentarse a la mesa.
El escenario es complejo. Martínez, de perfil dialoguista, regresará al país tras su participación en la cumbre de la OIT en Ginebra y reconoció a Infobae que no fue consultado previamente: “No voy a decidir por mi cuenta algo así. Se necesita el aval de una parte importante de la CGT”. Su inclusión, de todos modos, reavivó el debate dentro de una central partida entre moderados y duros, atravesada por internas y presionada por una base sindical cada vez más desconfiada del Gobierno.
Mientras algunos sectores creen que participar en el Consejo puede ser una oportunidad para frenar reformas laborales lesivas y proponer alternativas consensuadas, otros consideran que cualquier acercamiento legitima una administración que mantiene el cepo salarial, restringe las paritarias y amenaza con avanzar sobre los derechos sindicales. En ese sentido, el temor es claro: quedar fuera del diálogo puede permitir que el Ejecutivo avance sin obstáculos, pero sentarse a la mesa podría interpretarse como una señal de claudicación.
Martínez, fortalecido tras recibir un premio de la OEI en Madrid y con una agenda común en marcha con la nueva conducción de la UIA que lidera Martín Rappallini, apuesta a sostener el diálogo tripartito con empresarios y Estado. Ambos coinciden en la necesidad de una reforma laboral “que no afecte derechos adquiridos” y rechazan algunas de las obsesiones del Gobierno, como la eliminación de la ultraactividad o la descentralización de los convenios colectivos.
El Consejo de Mayo, en ese contexto, se convierte en una arena incómoda para la CGT. Por un lado, se juega la posibilidad de incidir en reformas clave. Por otro, enfrenta el riesgo de aparecer como funcional a un gobierno al que buena parte de su dirigencia combate abiertamente. En paralelo, esta definición se da en medio de una fuerte interna sindical de cara a la renovación de autoridades en octubre y cuando sectores duros como el nuevo Frente de Lucha por la Soberanía, el Trabajo Digno y los Salarios Justos preparan una marcha contra las políticas de Sturzenegger para este miércoles.
El trasfondo político también pesa: muchos gremialistas respaldan abiertamente a Axel Kicillof, referente opositor y potencial candidato presidencial. ¿Puede la CGT negociar con Milei mientras apoya electoralmente a sus rivales? ¿Hasta dónde está dispuesta a ceder en nombre del “diálogo institucional”?
La decisión que tome este lunes la cúpula cegetista —dividida entre su mesa chica moderada y un Consejo Directivo más combativo— marcará un punto de inflexión: o accede a discutir desde adentro con el riesgo de quedar expuesta, o elige atrincherarse, aun sabiendo que eso puede dejarla fuera de juego en las reformas por venir.
Sea cual sea el camino, la CGT se enfrenta una vez más a su dilema eterno: negociar o resistir.





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