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Javier Milei, el outsider hater que gobierna con las reglas y la fuerza de la casta

OPINIÓN Marcelo Falak*
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Hace pocos días, Letra P interpretaba los pasos más recientes de Javier Milei en términos de su decisión de desestructurar la Argentina política, social y económica para rearmar luego una nueva, favorable a los objetivos y los intereses de la ultraderecha que ha llevado al poder. La idea no es volver sobre esa cuestión, sino avanzar en el modo en que esa estrategia se aplica, de modo multidimensional, al gran tema del momento: el desplazamiento de la provincia de Buenos Aires y del peronismo que gobierna allí del mayor proyecto de la historia, esto es la instalación de un polo de producción y exportación de gas natural licuado (GNL) en base al insumo de Vaca Muerta.

"Amo ser el topo que destruye al Estado desde adentro", dijo el mandatario en una recordada entrevista con un medio de los Estados Unidos. El proyecto de YPF y Petronas va a ir a Río Negro para no quedar en manos del "comunista" Axel Kicillof, completó más recientemente.

El Topo trabaja todo desde adentro con miras a una redefinición del sistema político realizada –vaya paradoja– con una narrativa antipolítica y con un enorme trabajo político. Junto a "la casta" y "el nido de ratas", armó una bomba de relojería para erosionar al peronismo.

Como dice René Pérez en Calma pueblo, "Adidas no me usa, yo estoy usando Adidas. Mi estrategia es diferente, por la salida entro, me infiltro en el sistema y exploto desde adentro. Todo lo que les digo es como el aikido". El Presidente usa la fuerza del rival en beneficio propio, le tiende trampas, lo induce a cometer errores. Se vale de la billetera –la del Tesoro y ahora de las privadas– como látigo para cooptar y castigar.

La trampa perfecta de Javier Milei

En el parto de la nueva Argentina, Milei le tendió al gobernador bonaerense, como indica Macarena Ramírez en Letra P, una trampa eficaz. El artículo 224 de la ley Bases "invita" a los distritos a "adherir" al Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) "en todos sus términos y condiciones".

En su conferencia de este miércoles, Kicillof mantuvo su línea, sugirió que esa ratificación local no es necesaria por tratarse de una ley nacional y acusó al Presidente de haber impulsado, por razones políticas, y no técnicas o económicas, la decisión de YPF de instalar en Río Negro el polo industrial y portuario del proyecto que demandará una inversión de entre 30.000 y 50.000 millones de dólares en los próximos siete años.

Como indicó este medio, esa interpretación legal no es descabellada, pero dista de ser indiscutible. Más allá de eso, el gobernador puso sobre la mesa el tenor político del desenlace. "Hablé con Horacio Marín, ceo y presidente de YPF, y me dijo que la decisión de que el proyecto de GNL se haga en Río Negro no tiene nada que ver con la adhesión o no al RIGI", reveló –según dijo– con el permiso del mencionado.

Como sea, ¿pudo haberlo evitado adhiriendo al esquema, aunque fuera a regañadientes?

Los dilemas de Axel Kicillof

En 2022, antes de la gran sequía, el complejo sojero había alcanzado su récord histórico de exportaciones: algo más de 24.000 millones de dólares. Así, surge que el proyecto GNL –con ventas externas proyectadas en 30.000 millones de dólares anuales a partir de 2031– podría generar dentro del Círculo Rojo todo un nuevo segmento de creación de riqueza y empleo, potencial de volcar –o no, dado cómo se redactó el RIGI– divisas en la economía, y poder y capacidad de lobby.

El también creciente sector minero –que incluye el litio– se sumaría, en menor medida, a la tendencia, como un tercer motor. ¿Adiós a la dominancia de la zona central de la Argentina?

Ceder, diluir su perfil opositor, prestarse al besamanos propuesto por Milei y adherir al RIGI habría supuesto para Kicillof una defección respecto de su pensamiento, que lo lleva a considerar al esquema extremadamente desbalanceado en favor de las compañías inversoras y más limitado que lo conveniente en el saldo de divisas y desarrollo de redes de provisión local de insumos y servicios que le dejará al país.

Si, más allá de eso, hubiese acatado la adhesión –¿por qué no, además, si para él era un gesto simplemente simbólico?–, podría haber enfrentado una crisis en su esquema de poder. ¿Exageración? No, porque no se trata sólo de las balaceras de relativa intensidad que kicillofistas y camporistas intercambian a través de los medios; pesa el antecedente de la ruptura de hecho del Frente de Todos a la hora de votar en el Congreso el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sellado por Martín Guzmán.

¿Cómo se aprobó ese acuerdo? Con muchos más votos del PRO y la UCR que del panperonismo. ¿Cómo se habría dado vía libre, hipotéticamente, a una adhesión bonaerense al RIGI cuando Unión por la Patria (UP) lo rechazó en el Congreso? Probablemente del mismo modo, alcohol sobre la llaga ya abierta en un panperonismo que juega al póker pensando en 2027.

Costos económicos y políticos

En su conferencia, Kicillof se resignó a la imposición de Milei. Dijo que no impugnaría judicialmente la decisión de YPF de instalar su planta y puerto en Río Negro, para lo que falta todavía no poca cosa: conseguir contratos a futuro con clientes y financiamiento cuantioso. Así, se evitó el rótulo de ser quien traba un proyecto de importancia estratégica para el país y también la enemistad de provincias que lo habrían acusado de jugar en contra de los intereses nacionales.

Sin embargo, con esa renuncia se priva de la única carta –módica– que podía quedarle para negociar algo a cambio del levantamiento de una dilación legal. Esto podría conllevarle costos electorales, sobre todo en Bahía Blanca. No por nada se esforzó en más de un tramo de su declaración de este miércoles en resaltar la vigencia de dos proyectos de YPF en esa localidad, por más de 2.000 millones de dólares– y –ayudado por Gabriel Katopodis– el abandono del Gobierno de las obras de infraestructura en esa zona.

Kicillof pareció argumentar no sólo como gobernador, sino también como un líder opositor nacional al declarar en su aparición que "esto no es un Boca-River entre provincias. Es una inversión importante para el país".

Es cierto: desde un punto de vista general, lo relevante es que el proyecto se realice, madure y dé los frutos esperados. El detalle es que sí hubo una puja por el mismo entre Buenos Aires y Río Negro, que sacó partido de haber sido, gracias al pragmatismo y la habilidad de Alberto Weretilneck, la primera provincia en adherir al RIGI.

Lo dicho: el Topo lo hizo otra vez.

 

 

* Para www.letrap.com.ar

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